Sobre la obsolescencia programada del pensamiento crítico
Por: María del Carmen Vicencio Acevedo
En otro artículo comentaba cómo la sociedad de mercado, para sobrevivir, ideó la obsolescencia programada, que consiste en fabricar intencionalmente productos que fallen a corto plazo; fabrica además publicidad, ejerciendo la seducción de la novedad, para que el público desee cambiar pronto el objeto que compró, por otro nuevo.
Pero la obsolescencia se planea sistemáticamente por quienes detentan el poder económico, no sólo para los objetos, sino también (y sobre todo) para las ideas que no les convienen.
Uno de los discursos más socorridos de quienes proclaman la (extrañamente) llamada “sociedad del conocimiento” es que los saberes (¿todos?) se van volviendo rápidamente obsoletos y “por eso debemos estar siempre al día para adelantarnos al futuro”.
Esta febril carrera para adecuarse, como camaleón, lo más rápidamente posible a las nuevas condiciones tiene, sin embargo, graves costos para la humanidad: el abandono de la reflexión, de la filosofía, de la teoría, de la historia, de todo lo que implique profundidad. Está generando el imperio de la ignorancia, y con ella, de la sumisión y del miedo.
Tenemos mucha información, supuestamente al alcance de la mano, pero nos perdemos en ella; somos incapaces de discriminar la pertinente o la irrelevante, la confiable de la que engaña. Si la empleamos será principalmente para seguir los dictados del mercado: saber más “para actualizarnos”, “para mantener el SNI o el PROMEP”, “para competir mejor”, “para ganar más”, “para comprar más”. Ya no hay tiempo para pensar críticamente y menos para discutir, construyendo caminos alternativos; sólo para recibir cursos de gestión de recursos y llenar los formatos respectivos.
Mientras esta concepción del sentido de la vida nos arrastra, nos enteramos, aquí y allá, que aumentan el profundo desencanto, las enfermedades mentales, los suicidios (sobre todo de ancianos y adolescentes), las adicciones… En nuestra generación reina cada vez más la infelicidad.
Algunos dicen que esta situación evidencia el fracaso del capitalismo que prometió a todos bienestar. Otros insisten en que él está bien, pero la gente es floja. Otros señalan que, al contrario, de eso se trató siempre el capitalismo, de que sólo unos cuantos prosperaran.
Si nos diéramos el lujo-tiempo de leer a investigadores críticos (que a su vez se dan el lujo de estudiar y escribir), descubriremos hechos históricos que nos dejarán con la boca abierta.
Hugo Aboites, por ejemplo, en su libro “La medida de una nación” (CLACSO) relata cómo el multimillonario estadounidense Turnbull, presidente del ETS (Educational Testing Service), empresa de evaluación, a la que “nuestro” CENEVAL insiste en copiar al pie de la letra, declaró con gran orgullo, en 1978: “Pasamos a ser una enorme, omnipresente y poderosa organización, con la que mucha gente, aunque no quiera, tiene que ver para ganar o perder acceso a las oportunidades de la educación”. Su misión consiste en impedir que prospere el ideal de derecho universal a la educación: “Como guardián de la entrada (sic) (gatekeeper=cancerbero), el ETS es por fuerza un obstáculo al ideal de que todos los individuos deben tener la oportunidad continua y sin límites para cumplir sus intereses educativos” (sic).
Aboites se da el lujo de evidenciar al capitalismo con el propósito DECLARADO de excluir a la mayoría.
Esto ya lo venía denunciando Carlos Marx desde el siglo XIX, pero la “sociedad del conocimiento” quiere hacernos creer que Marx es “obsoleto” (pues hoy a nadie convence el viejo tabú-epíteto de “Anticristo”).
Con la pretendida obsolescencia de Marx y de “su quimérico invento, el comunismo”, quienes detentan el poder deciden por nosotros, que el capitalismo es la única opción y no hay alternativas posibles. Para convencernos, confunden al marxismo con el cruel y autoritario capitalismo de Estado soviético de Stalin, con el chino de Mao y con otros gobiernos castrantes e inhumanos, en Europa Oriental o en Asia. Pero estos experimentos no comprendieron a Marx.
Por fortuna, mucha gente se está dando también el lujo de no tomar demasiado en serio eso de la obsolescencia del pensamiento crítico, incluido específicamente el de Marx.
Así, con el aniversario 195 de su nacimiento, el pasado 5 de mayo, se llevó a cabo, en la ciudad de México, el “IV Encuentro internacional por el pensamiento crítico: Volver a Marx”, no sólo para recuperar y resignificar sus planteamientos filosófico-políticos, sino para transformar al mundo, como el mismo Marx propuso en su “Oncena Tesis sobre Feuerbach”.
¿Por qué es tan importante este filósofo alemán? Ni más, ni menos porque vuelve evidentes las tremendas artimañas del capitalismo voraz y abre los horizontes de la emancipación humana; porque descubre las vías para la organización social alternativa, en las que el pueblo es el principal protagonista.
Como leer a Marx no es fácil, “Rius”, el famoso monero mexicano puso al alcance de todo público “Marx para principiantes” (ed. Era Naciente), un libro altamente ilustrativo.
metamorfosis-mepa@hotmail.com
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