Difícil que se conforme un movimiento revolucionario: Cliserio Gaeta
Las protestas no sirven, afirma el exguerrillero
Por: Juan Rojas
San Pablo, Tolimán.- Me habían hablado de él. Estábamos en medio de los cerros de Tolimán, con el frío vivo y un sol que asomaba de entre las llanuras. El atardecer invocaba sombras y pedazos de sol que calentaban el asfalto de un camino trazado por curvas. Detuvimos el auto en una tienda para preguntar por él.
—Buenas tardes, buscamos al señor Cliserio Gaeta.
Inmediatamente, el rostro sin expresión del hombre que atendía el negocio cambió por una cara de afirmación y conocimiento. Sabía perfectamente de quién hablábamos…
—Ustedes buscan “al viejo tonto Mao”.
Comenzó a trazarnos el camino que debíamos seguir dentro de la comunidad de San Pablo para encontrarlo
—Van a necesitar dos días para entrevistarlo, no los va a dejar ir, seguro les mostrará sus armas.
Llegamos a la casa. En su fachada tenía pintada la leyenda “Aquí vive el viejo tonto Mao”. No encontramos al “viejo tonto”; en ese domicilio sólo vivía su hijo, su yerna y su nieto; quienes desde el techo de su vivienda nos mostraron la localización del señor Gaeta.
—¿Ves ese cuadrito allá en el cerro? ¿La última casa, la que se ve sola? Ahí vive.
Dariano, el nieto de Gaeta, se ofreció llevarnos al lugar; el sol se ocultaba y el frío crecía.
Tomamos una calle pavimentada que subía hacía un cerro que abrazaba la comunidad de San Pablo; una vista pletórica que tenía un punto de referencia en nuestra cabeza: el hogar de “el viejo tonto Mao”. “Es ahí…”
Entramos por un caminito angosto de terracería, entre grava y pasto que partía el terreno rocoso, se cimentaba un cuarto, un simple cubo hecho a base de tabique, de aproximadamente cinco metros cuadrados.
—Él es mi abuelo—, manifestó Dariano.
Ahí estaba el exguerrillero: encorvado, calvo, de bigote con canas que reflejan los años de lucha, chamarra, pantalón roto y tenis descosidos de dejaban ver sus pies maltratados y viejos.
“Los guerrilleros nunca matan a sangre fría; es cuestión de defenderse”
Tres perros se abalanzaron sobre nosotros con enfurecido desparpajo de alegría; después, el señor Gaeta se acercó y nos estrechó su mano, vieja, reseca y con arrugas. Nos sonrió y nos invitó a pasar a su hogar. Entramos al pequeño cuadro que estaba cubierto por lámina.
Al entrar, estaba un colchón donde descansaba una señora de pelo blanco y piel morena; arrugas de la vejez adornaban un rostro que se iluminó con nuestra visita, —Buenas tardes, jóvenes…—
Además de la cama, el pequeño cubo albergaba un refrigerador, una mesa con trastes, algunas cajas, un clima fresco y tres sillas alrededor de la cama.
Nos sentamos en ellas y delante nuestro, sobre la esquina del colchón, “el viejo” —que no era tonto— se acomodó reclinándose hacia nosotros.
Detrás suyo, su esposa leía un libro de historia y encerraba a su alrededor un humo de misterio con cada arruga que marcaba su rostro… Inconscientemente fijé la mirada en el libro que leía cuando…
—Ustedes digan, jóvenes, ¿para qué soy bueno?
“El viejo tonto Mao” no parecía viejo y de tonto no tenía un gramo. Pero eso sí, a Mao lo tenía metido en el cuerpo:
—¿Usted conoció a Lucio Cabañas?
—Bueno, yo no conocí a Lucio Cabañas, sino a hermanos de él… formé parte de cuatro movimientos armados. La revista “Por qué” era la que le daba mucha publicidad a Lucio Cabañas en ese tiempo. Por ese motivo, los hermanos Meléndez, me parece, estuvieron exiliados en Cuba; pidieron su asilo allá porque el gobierno estaba arremetiendo en contra de ellos y todo el tipo de propaganda que realizábamos era reprimida.
—Desde su visión de exguerrillero, ¿cómo ve la situación que atraviesa el país? con todas las movilizaciones que ha habido —marchas, paros— ante la negligencia del gobierno.
—Así ha sido el PRI siempre; a mí se me acusó de incitación a la rebelión, pero nunca fue un particular el que me acusara, fue el sistema.
Sí tuve enfrentamientos con la policía, pero en esos enfrentamientos que tuve justifiqué la defensa propia, porque la muerte de ese policía, como le dije una vez a Efraín Mendoza, “se lo tuve que mandar a diosito” pues me obligó, porque él me tiró por la espalda. Yo estuve acusado por homicidio, pero repelí la agresión.
No puedo matar a una gente nada más porque traigo con qué; si traigo con qué es sólo para defensa propia. Esa es la misión de los guerrilleros: los guerrilleros nunca matan a sangre fría; es cuestión de defenderse.
—Y la preparación de un guerrillero…
—Estudié, leí bastante…
—¿Qué leía?
—A Fidel Castro, al Che Guevara, a Lenin…Vladimir Lenin, Carlos Marighella… de Brasil. Puros libros de preparación para la guerrilla; por eso nosotros aplicamos la lucha política.
Cuando uno se mete a la guerrilla es porque ya rebasamos el proceso de la lucha política. Entonces, entramos al siguiente paso, debemos hacer la guerra de guerrillas.
“Los chavos no tienen la preparación para formar comandos armados, guerrilleros”
Desde la perspectiva de don Cliserio, pese a la inconformidad que va en aumento y la movilización de los estudiantes, la espontaneidad los puede traicionar y, dijo, “no tienen la preparación para formar comandos armados” y comenzar una revolución.
—Ya que se llegó al límite y siguen los levantamientos: se quemó la puerta de Palacio Nacional, en Iguala quemaron instalaciones del Poder Legislativo y las oficinas del PRI; hay marchas en el país y en el extranjero. Se ha tratado de establecer un diálogo con el gobierno porque no sólo es el caso de Ayotzinapa… ¿cree que se deba dar paso al siguiente nivel? ¿Ya se rebasó el proceso político?
—El PRI es mañoso porque duró 70 años mal gobernando el país, a base de represiones (…) Han aplicado una guerra sucia en contra de las guerrillas.
—¿Considera que es posible que se forme un movimiento revolucionario?
—Se ve difícil; el motivo es que los normalistas y los estudiantes que llevan el movimiento son chavos. Como son chavos, no tienen la preparación para formar comandos armados, guerrilleros. Son algo espontáneos; el coraje se les pasa.
Nosotros tuvimos casi cerca de veinte comandos guerrilleros y combatimos contra gente policiaca que prepararon para combatir a las guerrillas.
Uno de estos grupos policiacos lo dirigía el coronel Miguel Nazar Haro; él se conocía la historia del Che Guevara de memoria, el cabrón, y fue quien me tuvo en la Procuraduría. Se autodenominaba “el terror de los guerrilleros” (…)
Me tuvieron amarrado de las manos como tres días y vendado de los ojos. A otros doce compañeros comandados por el “güero” Medrano, ¿sí lo conoces?
—No.
—Es un campesino y se nombró comandante del PPUA (Partido Proletario Unido de América) en Morelos. Ese hombre llegó queriendo crear un poder más grande que el de Lucio Cabañas. Era más entrón y más tipo campesino, le dolía el sufrimiento de la gente jodida… a él lo mataron en Oaxaca; lo mató el Ejército. No he conocido otro como él. Los únicos que le dieron publicidad al güero eran Elena Poniatowska y José de Molina. Y el Excélsior. Ahora ya todos los periodistas y directores de periódicos son reprimidos, amenazados…
—Por el PRI…
—Exacto, esta matanza de los normalistas la adelantó Peña Nieto: no le caen bien los estudiantes.
“Nosotros teníamos agallas, a ustedes les falta eso…”
Mientras platica, expresa sus intenciones de revolución en Querétaro. Recuerda que llegó en 1982 y muestra una perspectiva de lo que piensa.
—Mi sueño más grande ha sido formar un mando armado en Querétaro, pero desgraciadamente los chavos piensan que los viejos ya no la hacemos. Está bien; no la hacemos en la forma de que no podemos correr, ya no podemos tener la capacidad de un chavo, pero yo sí tengo el colmillo y las agallas para darle formación a un comando armado.
Ustedes son los únicos que me están visitando ahorita, pero no creo que tengan las agallas para formar un comando armado. Nosotros teníamos agallas, a ustedes les falta eso…
—Sugiere un movimiento armado…
—Mi más grande deseo no me lo conceden, mi sueño es muy grande: mi último deseo antes de morirme es formar un comando armado en Querétaro, pero está verde la cosa.
—¿Ha tratado de formar uno aquí, en Querétaro?
—Yo llegué en el 82 a Querétaro, cuando salí de la cárcel… estuve cerca de ocho años encerrado por cometer siete delitos de los más cabrones; mi pena era para 40 años, pero la gente abogó por mí y sólo estuve ocho años encerrado.
Traté de luchar y armar un comando armado, anduve por todos los partidos, incluso el PRD, pero me decepcioné porque cuando conocí a Cuauhtémoc Cárdenas vi que sólo se salió del PRI para dividir y aglutinar a todas las luchas independientes, engañándolas, diciendo que él era la opción, pero pura de aquí pa’ fuera, nada más. Me quería jalar con él y, como dijo López Tarso, “¡leguas! Esas chingaderas no me gustan…” ¡Qué no conocen a Cuauhtémoc Cárdenas que es priista también el cabrón! Es alguien que nunca va dejar sus riquezas por hacer una revolución.
—¿En qué momento decidió ser guerrillero?
—Desde los ocho años, porque desde entonces vi que los patrones son ojetes. Vi a un patrón que pateó a mi papá, de esos cabrones que les gustaba abusar de los jodidos y más porque traían sus pistolas fajadas en los pantalones. Eso se me quedó grabado de por vida. Yo nunca he votado por ningún méndigo partido.
—Y ahora…
-—Mi intención era formar parte del Ejército para una vez dentro, siendo teniente o algo, atacar al pinche gobierno, pero de inmediato vieron que era rebelde y nunca llegué a soldado raso…
“Quemar la puerta del palacio de gobierno, eso sí está bueno, pero quemar carros de gente que no la debe no es correcto”
—¿Sirven las protestas?
—En mi opinión, no sirven. Eso de quemar carros y sólo marchar y marchar, cosas así, no es la correcta. Quemar la puerta del palacio de gobierno, eso sí está bueno, pero quemar carros de gente que no la debe no es correcto. En lugar de ser revolucionarias, solamente lo hacen los lumpen; los lumpen son esos espontáneos que se enojan nada más un ratito. Al rato el gobierno les da atole con el dedo y se les pasa el coraje. Se calman sus marchas después de un mes, o los amenazan y a cambio de su libertad se venden.
Ustedes no tienen una preparación revolucionaria, sólo estudian a los Flores Magón. El proceso correcto para una revolución es leer a Mao, Vladimir Lenin, Ho Chi Minh, Carlos Marx, un revolucionario no es un luchador espontáneo, sino de por vida. Yo me preparé y ahora soy luchador de por vida. A ustedes les quitan el coraje, los encierran, salen y ya salen todos cobardes.
El gobierno no le tiene miedo a los anarquistas, estudiantes: les tiene miedo a los “maoístas”, ahí sí les tiembla. Si ustedes no han leído a todos los que te he mencionado, a ustedes también se les viene la calentura de lo que está pasando, pero de aquí a unos quince días, un mes o dos meses, esa calentura se les borró. Eso es lo que pasa ahorita a toda esta juventud. A la juventud de ahora yo le llamo “fuerza inútil”. Así son ustedes, así de sencillo. Nadie quiere, todos tienen miedo.
“Si no han leído, si no han sentido la miseria, ¿a qué le tiran?”
El viejo Gaeta se persigna, tiempo en el que el frío ya cala hasta los huesos y la noche abraza los cerros desolados que toman vida con algún ladrido lejano. Mientras tanto, su esposa sigue leyendo, de vez en cuando suelta alguna risilla.
—Y no creas que tengo al demonio metido en la cabeza, porque lo que yo tengo es la consciencia metida en mi cabeza. Consciencia de clase, consciencia revolucionaria. Eso es lo que tengo… no soy demonio.
—En este deseo del que habla, ¿cómo se forma el comando armado?
—Se forma entre cinco, dos, tres. Se tiene que estar bien teorizado, con todos los elementos necesarios para llevar a cabo la guerra de guerrillas. A la gente de hoy le gusta patear la pelota; en vez de eso, que se pongan a leer, a agarrar un libro. Disculpen que les marque el camino, pero si no han leído, si no han sentido la miseria, ¿a qué le tiran?
Hace años estuvo por acá el subcomandante Marcos, hablamos de revolución y otras cosas y llegamos a la misma conclusión. Falta sensibilidad y coraje; hacer a un lado la indiferencia.
Acá tengo mis recuerdos con Marcos. Del fondo de una esquina del cuarto, sacó una carpeta con fotografías de Marcos y él en un mitin en la plaza central de San Pablo.
Las fotografías muestran a un Cliserio Gaeta con barba, joven, entero y sonriente; mientras que Marcos acapara la imagen con su presencia única e imponente porte, incluso en fotografías.
—Para la formación del comando armado, ¿cómo lo hacía en su tiempo? ¿Cómo sería ahora?
—Robábamos bancos y con eso financiábamos las armas. Poco a poco íbamos juntando el arsenal necesario para combatir. Luego, educábamos a la gente que se nos unía…
—Informar para actuar.
—Exactamente; después, la lucha pulga…
—¿La lucha pulga?
—La lucha pulga es incomodar, atacar en circuitos chicos, por la gente que nos necesita; aquí, no muy lejos, en Pinal de Amoles, le quitan sus cosas a la gente. Así se forman las autodefensas en Michoacán, con el doctor Mireles; así se organizó el EZLN… tenemos que aprender a delinquir y a secuestrar gente; pero nunca con tortura ni a gente inocente, es con esos mandatarios que nos tienen así. Es como se puede hacer algo por la gente de Guerrero, si es que en verdad les importa.
“Mi otro grande deseo era morir a lado de Lucio Cabañas”
Cae la noche y tenemos que volver a la capital. La conversación toma un medio tiempo gracias a un “viejo tonto” que se niega a morir sin vivir en la lucha revolucionaria.
Movido por su pasión, su mirada franca evoca al cielo estrellado donde se encuentran aquellos que lo influenciaron para ser un guerrillero. Para amar su esposa y a sus perros; su única compañía en medio de los cerros oscuros.
“Su visita me da vida; por favor, vuelvan, y vayan con cuidado, que la carretera es peligrosa”. La melancolía sorda que nos acompaña durante el camino murmura una frase dicha al momento de despedirnos de “el joven sabio Mao”.
Una frase dicha con aliento firme y mirada desolada: “Mi otro grande deseo era morir a lado de Lucio Cabañas”.
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