Hermanos en el camino
Después de casi cuatro décadas de migración hormiga, en este año los centroamericanos originaron una nueva forma migratoria que los visibiliza ante el mundo, los protege y les da fuerza en su trayecto para evitar ser asaltados, violados y masacrados.
Son las seis de la mañana del domingo 11 de noviembre. A esta hora la ciudad duerme a pierna suelta el sueño de los justos. Los únicos que ya están despiertos son los negros tordos que, después de haber pernoctado en los árboles de la ciudad, vuelan en enormes y silenciosas bandadas atravesando a baja altura el espacio aéreo queretano en la inmanente búsqueda de mejores horizontes.
Quienes también ya se levantaron son los más de 5 mil migrantes centroamericanos que durante el viernes 9 y el sábado 10 llegaron al estadio Corregidora, siendo atendidos por diversas dependencias estatales con alimentos, agua, colchonetas, cobertores y medicamentos.
Los primeros integrantes del éxodo, alrededor de 200, arribaron la tarde del viernes; por alguna razón llegaron a la Alameda Hidalgo y de manera expedita, las autoridades municipales de Querétaro los trasladaron en camiones al estadio.
La gente durmió en los pasillos exteriores, aunque los que llegaron rezagados quedaron a la intemperie. Muchos de ellos tosen y carraspean debido al frío que los atenazó durante la noche, otros acuden por alimentos que les proporcionan trabajadores del gobierno estatal y municipal, algunos intentan asearse con trapos humedecidos en agua o se lavan los dientes.
Después de casi cuatro décadas de migración hormiga, en este año los centroamericanos originaron una nueva forma migratoria que los visibiliza ante el mundo, los protege y les da fuerza en su trayecto para evitar ser asaltados, violados, extorsionados, secuestrados y masacrados en la frontera vertical del territorio mexicano.
En su libro ‘Revelaciones de un misionero. Mi vida itinerante’, publicado este año, el padre Alejandro Solalinde conceptualiza a quienes, en diferentes países del mundo, salen en busca de mejorar sus condiciones de vida: “los migrantes son sabios, pacíficos, inofensivos y muy inteligentes; tienen una experiencia fabulosa del camino. Son la semilla de la nueva civilización, luchadores valientes que incomodan a los que llevan una vida segura. Están cambiando la conciencia social y van a transformar las relaciones y las estructuras mundiales. Portan la fe en un Dios sin franquicias y muchos valores, ése es el mayor capital que traen consigo. Son lo mejor de la humanidad y aun así les pisotean sus derechos humanos. Tienen una enorme fuerza espiritual, humana, moral; con su propio testimonio son capaces de hacer pedazos la adicción capitalista al poder y al dinero”.
Testimonios
Elsa Rivera viene de Honduras con su esposo y Ricardo José, su hijo de 4 años. Dice que el clima helado enfermó a su pequeño de las vías respiratorias desde hace dos semanas, cuando llegaron a la Ciudad de México, y que ya fue atendido por la unidad médica que está en el estadio.
Elsa es una joven mujer cuya decisión de mejorar sus condiciones de vida las deja entrever con su voz fuerte y animosa, señala que si Trump no los deja pasar a Estados Unidos, solicitarán refugio en Canadá o en algún país de la Unión Europea. Antes de dormir piensa en los miles de kilómetros que ha recorrido y cree que al final del camino tendrá su recompensa. Agradece las múltiples atenciones que han recibido de las autoridades y de la gente de México, aunque está consiente que algunos de sus compatriotas no son agradecidos y han tenido un mal comportamiento en la trayectoria.
Aunque Legario Morales tiene 22 años de edad, por su estatura y su complexión parece de 15. Al igual que otros cinco guatemaltecos se encuentra bajo un arbusto en el que pasaron la noche y ahora, como los pájaros, se aprestan a dejar el nido. Indica enfático que él y sus amigos tienen pies, manos y muchos deseos de trabajar pero en su país no encuentran en dónde, además el dinero no les alcanza porque todo está muy caro. Su anhelo es trabajar para ahorrar y formar una familia con alguna muchacha.
Enfundada en un hábito de monja y con un gafete de identificación, sor Virginia Hernández misionera de Cristo Resucitado, de Cáritas México, orienta a los migrantes que no saben en dónde están ubicados y buscan el camino rumbo a Irapuato. Sor Virginia también es una jovencita como las que van en la caravana, cuya edad no rebasa los 30 años de edad. Desde hace más de un mes, cuando los migrantes cruzaron la frontera de Guatemala ella y otras religiosas y religiosos han dado acompañamiento y orientación a las personas. Menciona que la gente ha respondido de una manera muy generosa ante las necesidades de los migrantes que vienen con mucho dolor, atravesando situaciones muy difíciles, también agradece a las diversas organizaciones de la sociedad civil que han apoyado a la gente, así como al gobierno, a la Iglesia católica y de otras congregaciones. Sentencia que México es un país que se une a quienes tienen dolor.
Iris es una muchacha hondureña soltera de 33 años, en la tonalidad de su piel se asoma el continente africano. Al igual que la mayoría de integrantes de la caravana cruzó por el río Usumacinta y es la primera vez que intenta llegar a Estados Unidos; señala que tiene familiares en Nueva York pero que ella no irá tan lejos. Dice que si no la dejan pasar a Estados Unidos regresará a su país porque no le gustaría quedarse en México.
Arturo Méndez Hernández viene de Chiquimula, Guatemala, a sus 19 años de edad su objetivo número uno es arribar a Estados Unidos y, si no lo dejan, se quedaría a trabajar en algún lugar de México.
Saúl López Madariaga es de Choluteca, Honduras. Viene en compañía de algunos de sus amigos en la caravana y su destino es el norte al que llegarán de “jalón” (aventón o raite). Menciona que si los ejércitos de Trump no lo dejan pasar se quedará en México, que a su país nunca regresará debido a que Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras, “nos tiene hechos verga”. Hace dos años cruzó a Estados Unidos pero lo deportaron a su país.
Otro de los integrantes de este éxodo es José, oriundo de Bolivia, quien camina acompañado de su chuchita (perrita) “Nena”, con quien ha cruzado las fronteras de Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. Su sueño es el de transponer la puerta de hierro del imperio para trabajar y pagar el millón de pesos que le cuesta una cirugía láser para reconstruir su cuerpo, debido a que tiene los pómulos y las manos destrozadas, elloo a consecuencia de que el 24 de diciembre de 2015 fue atacado en Mapastepec, Chiapas, por un grupo de pandilleros que le dieron 8 balazos, 9 machetazos, 1 navajazo y 1 hachazo. También sueña con llevar a sus dos hijas a Ciudad de México, una de ellas vive en Oaxaca y otra, señala angustiado, se encuentra secuestrada en Chiapas.
A un costado del puente ubicado a la altura del estadio Corregidora, Hortensia Sánchez Lujan y su familia, a bordo de una camioneta obsequian atole y bolillos a los migrantes, mencionan que son de El Colorado, municipio de El Marqués y se dedican a al comercio informal de productos de limpieza pero ahora, conmovidos ante la necesidad de sus semejantes, destinaron sábado y domingo para llevarles un poco de alimento.
En el camino
La gente baja del estadio en pequeños grupos, cual riachuelos que escurren hacia la carretera federal 57; cada persona adulta lleva sobre la espalda cobertores enrollados y una mochila en la que guardan algunas latas de alimentos, agua y tortas para el camino. Aunque quisieran, les es imposible llevar consigo cobertores, colchonetas y más alimentos que dejan abandonados en el lugar en el que pasaron la noche, debido a que deben de ir lo más ligeros posible puesto que una vez en la carretera, deberán de treparse a camiones, camionetas y otros vehículos de la manera más rápida y ágil posible.
Pronto La Corregidora se convierte en un recuerdo para las más de cinco mil personas que ahora se apuestan en la orilla de la carretera en busca de un “jalón”. Conmovido ante la necesidad de tanta gente, el conductor de un Torton se detiene y en menos de diez minutos se llena a tope, cuando el camión arranca una mujer y el niño que lleva en sus brazos por poco caen al vacío, siendo salvados por las providenciales manos de quienes se quedaron abajo que la empujaron hacía arriba, mientras que quienes iban a bordo la sujetaron.
Los más de 5 mil integrantes de la primera caravana dejan Querétaro, justo a la hora en la que en la ciudad despierta la xenofobia, incitada por quienes tomaron fotografías de la basura que dejaron en el estadio, para denostarlos, principalmente por la plataforma de Facebook.