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Milei, Gálvez y el mito del Efecto Dominó en Latinoamérica

La reciente elección del libertario Javier Gerardo Milei como presidente de Argentina ha encendido la euforia en la derecha mexicana, incluido el panismo queretano. Incluso ya hasta me los imagino iluminar el Palacio de la Corregida de albiceleste, convencidos de que este suceso augura el triunfo de su correligionaria Xóchitl Gálvez en los próximos comicios nacionales. En Latinoamérica, creen, los sucesos políticos tienden a replicarse. 

Pero ¿cuánto hay de cierto en esto? Si bien compartimos en América Latina un origen común y un pasado de tres siglos de colonia española, así como luchas por la Independencia en 1810 y un siglo XIX marcado por la inestabilidad con instituciones débiles, guerras y caudillos, la realidad política de México ha diferido significativamente desde la Revolución de 1910. A diferencia de los países sudamericanos, que oscilaron entre democracias y dictaduras militares, México transitó un camino distinto con una constitución progresista discutida en Querétaro, y un partido hegemónico que gobernó como ogro filantrópico, citando a Octavio Paz, que limitó derechos políticos a cambio de proporcionar estabilidad económica. 

El siglo XXI ha visto más diferencias. Mientras Sudamérica experimentaba una ola de gobiernos de izquierda, en México se consolidaba la derecha con Fox y Calderón. Por lo tanto, la idea de un efecto dominó político en la región parece más un deseo que una realidad. 

Además, las figuras de Milei y Gálvez no podrían ser más diferentes. Milei, apodado «el loco» en sus días como portero en las básicas del Chacarita, capitalizó el descontento social en una Argentina sumida en crisis económica no vista desde 2001. Sus propuestas, aunque controvertidas –como eliminar el Banco Central y secretarías, dolarizar la economía y legalizar las armas–, resonaron en un electorado desesperado. Y hay que agregarle que es un completo retrógrado en materia de derechos humanos

En tanto, Xóchitl Gálvez, quien pasó de vendedora de gelatinas a gran empresaria, no ha logrado conectar con el votante promedio. Su discurso, centrado en el odio hacia AMLO parece desconectado de la realidad de la mayoría. Y a eso hay que sumarle que su mayor hit fue disfrazarse de dinosauria en el Senado. Sin una crisis comparable a la de Argentina, Gálvez no sabe de dónde pudiera capitalizar un descontento similar. 

Recientemente, ya con la posibilidad de presentar propuestas de acuerdo con los reglamentos del INE, Gálvez ha optado por un mensaje genérico sobre superar el odio y sumergirse en el amor, el cual es un discurso desfasado y sin impacto pues todavía falta para el Día de San Valentín. En contraste con el fenómeno Milei, la figura de Gálvez parece no tener el mismo impulso. 

Y aunque en política todo es posible, la premisa de que los sucesos en Argentina prefiguren un camino similar para Gálvez en México me parece más una ilusión que una realidad basada en un mal estructurado análisis político. La historia, citando al tío Marx: primero sucede como tragedia y luego como farsa

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