Invitados

Líder, productor y organizador de las Ciencias Sociales

Me uno con mucho agrado al homenaje al Dr. Dorantes, fundador de la primera institución de producción y difusión de ciencias sociales en Querétaro, en 1984.

El profesor de Sociología Carlos Dorantes González tuvo la gran visión y el talento para crear un centro de preparación de profesionales en estas disciplinas, en una zona donde se perfilaban grandes cambios, que debían conocerse de manera científica, con el fin de diseñar y orientar estrategias políticas y sociales, para así evitar en la medida de lo posible las dinámicas perversas que conlleva siempre un acelerado crecimiento urbano-industrial.

Contra los muchos obstáculos surgidos dentro y fuera de la Universidad Autónoma de Querétaro, Dorantes tuvo la sabiduría y una singular habilidad, propias de un esclarecido líder, para fundar una escuela que formara profesionales de la Sociología, en un inicio, y después de la Ciencia Política y el periodismo, con una perspectiva crítica. Lo ameritaba la circunstancia de cambio social latente en ese tiempo.

La creación de esta escuela no puede entenderse sin el liderazgo del Dr. Dorantes, nuestro insigne maestro, cuyos claros componentes bien observados por quienes lo conocimos, y que, por ello, pretendo exponer sucintamente: su gran capacidad analítica de la realidad social, su enorme habilidad política, su pragmatismo organizador y su connotada calidad humana.

La primera cualidad la he podido palpar por su constante y penetrante lectura de los acontecimientos sociales y políticos, tanto en el plano universitario, como en el nacional y estatal, por la cual descifraba con admirable objetividad los tejes y manejes de los personajes universitarios, políticos y sociales, protagonistas de los sucesos que revisaba. En consecuencia, recurrentemente acertaba en los desenlaces posteriores de dichos sucesos.

En cuanto a su extraordinario “colmillo” político, derivado de su notable dote inquisitiva, puedo decir: fue su mejor instrumento para “abrir puertas” y conseguir lo necesario para configurar la pionera institución académica en el desarrollo del conocimiento social. El cultivo fino y persistente del fundador produjo un amplísimo abanico de relaciones sociales en los medios universitarios, políticos y de la sociedad civil, en los niveles estatal, nacional e internacional, y facilitó el establecimiento y consolidación  de un centro educativo y de investigación que se volvió vital para la producción científica social en la región central del país.

Asimismo, su talento organizador se manifestó en un eficaz pragmatismo y poder para convencer a las autoridades pertinentes de la conveniencia de tener una institución con estas características. Dorantes no fue un destacado teórico (porque sus actividades administrativas y de dirección no se lo permitieron, como él lo reconocía), pero sí un agente  dinámico y creativo que fundó una Facultad y un periódico, que han adquirido una indiscutible relevancia por su impulso e influencia en la democratización de la vida política y social de nuestro estado, que por desgracia no alcanzó a ver cabalmente por su prematura muerte.  

Finalmente, y no menos importante, su plácido trato humano. Dorantes se caracterizó especialmente por su sensibilidad social, su afable y alegre contacto con todas las personas que lo rodeaban, su significativa apertura al diálogo y su disponibilidad antiburocrática como directivo.

Dorantes se involucró y apoyó siempre de manera pública e institucional las causas populares justas, explicando objetivamente las situaciones en que se desenvolvían, y denunciando las corruptelas y malos manejos de los poderosos. Brindó invariablemente respeto y cordialidad a los trabajadores y académicos que tuvimos relación con él (lo cual no significa que no tuvo diferencias y conflictos propios del quehacer universitario, pero sí que actuó de acuerdo con sus convicciones y con institucionalidad). Su proceder constante en la construcción de nuestro organismo académico y en la resolución de los problemas que ello generó fue tendiendo puentes de entendimiento y negociación, que le valieron admiración y reconocimiento. Fue un directivo de “puertas abiertas”, permanentemente accesible y dispuesto a escuchar a quienes se lo solicitaban, normalmente sin restricciones de tiempo, pero actuando con una especial destreza de convencimiento.

Personalmente, atestigüé casi todo lo mencionado y fui uno de los beneficiarios de su benéfica y audaz empresa. Por ello, aunque sea una verdad de Perogrullo, conviene recordarlo: todos los que pertenecemos a esta institución, debemos a él nuestra agradable y apacible estancia en este lugar.

Ojalá todos nosotros lo tengamos presente y transmitamos lo importante que fue su acción fundadora a las generaciones que nos sustituirán.

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