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Despertares 68

La memoria y el olvido.

La memoria de la conciencia crítica crea lo mejor de la historia y de la cultura, pienso. Sin el olvido de los hechos no se puede vivir. El peso de la vida es muy pesado. Es preciso tirar lastre, olvidar, poner entre paréntesis. Nadie sale vivo del peso de la vida.

Confusamente me recuerdo con un grupo de tres o cuatro amigos boteando en los camiones, los mercados, las plazas públicas, pegando en las noches propaganda estudiantil en los postes y las paredes o introduciendo información mimeografiada por debajo de las puertas de las casas. El dinero de los botes lo juntaba la mamá de uno del grupo y lo hacía llegar al comité de huelga de la Prepa 6. No sé cuánto juntábamos, sí recuerdo la expectación grave de la gente y nuestro nerviosismo en los mítines relámpago, como decíamos. Y sobre todo recuerdo el rostro puro, sereno, hermoso de Malva.

Yo boteaba, no hablaba, era malo para hablar. Seguía y cuidaba a Malva o Malva me cuidaba y me seguía. Era el despertar de muchas cosas.

Sólo diré que me daba pena comprar condones y le pedía a un amigo que lo hiciera por mí. Un paquetito de tres como monedas grandes de chocolate envueltas en papel aluminio dorado. 3.50 ó 4 pesos costaban.

Pero yo también me estrené con una prostituta en el centro y fue horrible. Sólo recuerdo su mal aliento y mi pito que ya no quería más.

La memoria es prodigiosa y redondea las cosas; vas a ellas y las encuentras todas picudas, descuadradas, mugrosas.

 

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