Articulistas

E. M. Cioran

Escribió infinidad de aforismos, algunos de los cuales he recuperado en estos textos. De su prosa, jugando con su prosa, uno puede extraer, por capricho, por azar, aforismos que ahí estaban, listos para ser cosechados. Envejecer cuanto antes es la mejor lección que podemos darle a los jovenes. Del libro Historia y Utopía he recuperado los que siguen:

-No sé si debo admirar o despreciar a aquel que, antes de los treinta años, no ha padecido la fascinación de todas las formas de extremismo, o si debo considerarlo como un santo o un cadáver

-Vivir realmente es rechazar a los otros; para aceptarlos, hay que saber renunciar, violentarse a uno mismo, actuar contra la propia naturaleza, debilitarse

-Función de un fuego extinto, de un desequilibrio, y no por exceso sino por falta de energía, la tolerancia no puede seducir a los jóvenes.

-Dale a los jóvenes la esperanza o la ocasión de una masacre y te seguirán a ciegas. Al final de la adolescencia se es fanático por definición.

-Persuadido de que los males de nuestra sociedad venían de los viejos, concebí la idea de una liquidación de todos los ciudadanos que hubiesen sobrepasado los cuarenta años, principio de la esclerosis y de la momificación, recodo a partir del cual, creía yo, todo individuo se convierte en un insulto para la nación y en un peso para la colectividad.

-Expresaba simplemente lo que todo hombre que ama a su país desea en el fondo de su corazón: la supresión de la mitad de sus compatriotas.

-Cualesquiera que hayan sido mis debates, no fueron la única causa del cambio en mi orientación; también contribuyó en mucho un fenómeno más natural y más doloroso: la edad con sus síntomas que no engañan; empecé a demostrar cada vez más signos de tolerancia, anunciadores, me parecía, de algún cambio Íntimo, de un mal sin duda incurable

-Solo se torna uno tolerante en la medida en que se pierde el vigor, en que se regresa suavemente a la infancia, en que se está demasiado agotado para atormentar a otro por amor al odio.

-¿Estaba yo acabado? Hay que estarlo para convertirse en un demócrata sincero. Para mi dicha percibí que ese no era mi caso, pues aún conservaba restos de fanatismo, algunos vestigios de juventud.

-Después de algunas incursiones en Occidente, donde pudieron exhibir y dispendiar su primitivo salvajismo, retrocedieron, conquistadores degenerados en sedentarios, hacia las orillas de los ríos, para cantar, lamentarse y desgastar sus instintos.

-Esa ingenuidad en la que se elaboran las divagaciones sobre el futuro. A la larga, la vida sin utopía es irrespirable, para la multitud al menos: a riesgo de petrificarse, el mundo necesita un delirio renovado.

-Nuestra situación, la nuestra de aquí, no deja de ser curiosa. Imagínese una sociedad superpoblada de dudas en la que, a excepción de algunos despistados, nadie se compromete enteramente con nada; en la que, carentes de supersticiones y de certezas, todos se envanecen de la libertad y nadie respeta la forma de gobierno que la defiende y encarna.

-Ideales sin contenido, o, para utilizar una palabra totalmente adulterada, mitos sin sustancia. Usted está decepcionando a causa de promesas que no podían ser mantenidas; nosotros lo estamos por falta de promesas simplemente.

-¿Tan grande es la diferencia entre el infierno y un paraíso desolador? Todas las sociedades son malas; pero hay grados, lo reconozco, y si yo he escogido esta es porque sé distinguir entre los matices de lo peor.

-El hombre está tan poco hecho para soportar la libertad, o para merecerla, que incluso los beneficios que de ella recibe lo aplastan, y termina por sucederle hasta tal punto que prefiere sus excesos a los excesos del terror.

-Las libertades solo prosperan en un cuerpo social enfermo: tolerancia e impotencia son sinónimos.

-¿No hay acaso algo de perversión en nuestro amor a la libertad? ¿no es aterrador dedicar culto a lo que no quiere ni puede durar?

-En lo más profundo de nuestras conciencias una esperanza nos crucifica, una aprensión nos exalta.

-A veces pienso que todos los países deberían parecerse a Suiza, complacerse y hundirse, como ella, en la higiene, en la insipidez, en la idolatría de las leyes y el culto al hombre; por otra parte, solo me interesan las naciones exentas de escrúpulos tanto en pensamientos como en actos, febriles e insaciables, siempre a punto de devorar a las otras y de devorarse a sí mismas

-La fecundidad de una civilización estriba en la facultad que tenga para incitar a las otras a que la imiten; en cuanto termina de deslumbrarlas, se reduce a un conjunto de desechos y de vestigios.

-Quien no haya conocido la tentación de ser el primero en la ciudad, no comprenderá el juego de la política, de la voluntad de someter a los otros para convertirlos en objetos, ni adivinar· cuáles son los elementos que conforman el arte del desprecio.

-Si la locura política -fuente de trastornos y de malestares sin igual- ahoga, por una parte, la inteligencia, por otra favorece los instintos y te sumerge en un caos saludable.

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