¡Fuera porros!
Los grupos de choque al interior de las universidades públicas se extendieron a través de los equipos de futbol americano a finales de los años 50. En la UAQ, los porros entraron por la misma vía, solo que hasta mediados de los 70.
El pasado 3 de septiembre, un grupo de porros uniformados con playeras tipo futbol americano con las siglas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) atacó a una manifestación de estudiantes de bachillerato que se estaba realizando en las islas de Ciudad Universitaria (CU), justo entre la Biblioteca Central y el edificio de Rectoría. Demandaban que se esclareciera el asesinato de una compañera del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco y una de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), que se suman a la creciente lista de feminicidios en nuestro país ocurridas en instalaciones educativas.
La agresión, repelida por los estudiantes y anarquistas de Filosofía y Letras, dejó a dos de los manifestantes heridos con arma blanca y a una decena por los vidrios, piedras y bombas molotov que aventaron los porros. Hasta ahora, 22 estudiantes de CCH y Facultades han sido expulsados por los hechos violentos; aunque ya uno se amparó, señalando que fue confundido y ni estuvo ahí, restableciéndole sus derechos como estudiante.
Al día siguiente, decenas de miles de estudiantes se manifestaron en CU, contra lo ocurrido y contra la actividad de los grupos porriles en la universidad. En asambleas abiertas, todas las Facultades, incluso las más moderadas como Derecho y Medicina, votaron por hacer un paro de actividades de 48 horas; si bien cuatro escuelas y el CCH Azcapotzalco lo mantuvieron un fin de semana más.
El rector Enrique Graue Wiecher le dio ya su respaldo el presidente electo Andrés Manuel López Obrador; ya que, evidentemente, a Morena no le interesa iniciar su gobierno con un movimiento estudiantil como -proporciones guardadas-, le ocurrió a la administración de Cuauhtémoc Cárdenas al final de su periodo al frente del Distrito Federal: con la huelga más larga de la UNAM de 1999 al 2000, que terminó por alejar al PRD de las bases estudiantiles y por acercarle íntimamente a los grupos porriles. Claro que a diferencia de aquél entonces, ahora las autoridades universitarias inmediatamente reconocieron la validez de las demandas de mayor seguridad en las instalaciones universitarias, sentándose a dialogar con las y los estudiantes y -supuestamente- dando cauce a la solución del pliego petitorio.
El 7 de septiembre, medio millar de estudiantes de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y del Campus Juriquilla de la UNAM, marcharon por el centro de Querétaro hasta la Plaza de Armas, con la consigna “¡Fuera porros de la UNAM!”. Las redes sociales dejaron conocer la solidaridad de decenas de universidades y escuelas, más su repudio a la violencia.
El 13 de septiembre, justo como sucedió hace 50 años durante las inmensas manifestaciones del movimiento estudiantil-popular del 68, las y los estudiantes marcharon en silencio desde el Museo Nacional de Antropología e Historia hasta el zócalo capitalino. La remembranza y sacralización del 68 quizá sea demasiado peso para estas protestas. ¿Un nuevo movimiento estudiantil? La fuerza de los primeros días podría hacer creer que sí, sin embargo, la ágil respuesta de las autoridades pareciera que le ha puesto un dique a un mayor nivel de movilizaciones.
Además, curiosamente, sería un “nuevo” movimiento para un problema muy viejo: los porros. Los grupos de choque al interior de las universidades públicas, manejadas por autoridades ya sea de la propia universidad o grupos políticos fuera de estas, con fines económicos, políticos o ideológicos, se remontan con claridad hasta finales de la década de los cincuenta, cuando el Estado y su corporativización sindical más sus grupos “gangsteriles” se extendieron a las escuelas… usualmente, a través de los equipos de futbol americano. En la UAQ, los porros entraron por la misma vía, solo que hasta mediados de los setenta. Fenómeno que nunca tomó la fuerza que llegó a tener en la UNAM o la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), por ejemplo, pero que sí perduró, por lo menos, hasta mediados de los ochenta, manteniendo resabios hasta principios de los noventa.