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La solución a la crisis

Los grandes cambios sociales no se dan únicamente por decisión o decreto gubernamental; los construye la ciudadanía mediante el establecimiento de alianzas en conjunto con las instituciones. El gobierno está obligado a crear un espíritu cívico que politice a las masas y las responsabilice de sus propios actos y decisiones.

En mi familia hay una historia conocida; mi abuelo trabajaba en el Centro Histórico de la Ciudad de México para la tlapalería de unos judíos, y un día saliendo de trabajar se topó con una fila en pleno Zócalo. La población había respondido el llamado de Lázaro Cárdenas, que en un lance arriesgado, decidió expropiar las empresas petroleras que se habían negado a obedecer a la Corte. Yo no sé si mi abuelo se formó y donó algunos pesos; pero si no lo hizo tampoco tengo gran cosa qué reclamarle, detrás de él habían más de una docena de bocas qué alimentar y sus posibilidades económicas eran bastante limitadas. Igual, el instante se preservó porque para él fue significativa aquella gran cruzada que le tocó vivir.

La historia no es algo caduco que se registra entre los libros, está sucediendo todo el tiempo y se alimenta de las pequeñas o las grandes acciones que realizan los individuos; no hay ningún país que haya logrado superar grandes periodos de crisis sin que tuvieran procesos dolorosos de readaptación.

Islandia, por poner un ejemplo, tuvo que nacionalizar sus bancos y pasar por varios referendos tras las protestas del 2008-2011 para llevar a cabo cambios económicos, políticos y culturales; “la revolución de las cacerolas” derribó toda la estructura gubernamental y forzó a la ciudadanización de la política, el caos fue generalizado. No obstante, hoy en día es uno de los países que tiene una mayor igualdad en términos de ingresos, la segunda tasa de desempleo más baja, una de las esperanzas de vida más amplia y es uno de los países que menos riesgos tiene en Europa de caer en la pobreza.

Es particular el caso de Islandia no sólo porque logró mejorar su economía y el bienestar de su ciudadanía, sino porque también las protestas llevaron a que Jóhanna Siðardóttir fuera la primera mujer –además, abiertamente lesbiana- que ocupara el cargo de Primera Ministra. Islandia en la actualidad es uno de los pocos países en los que se ha combatido exitosamente la desigualdad de género.

Otro caso sustantivo es Holanda, que tras la devastación que dejó la Segunda Guerra Mundial, emprendieron durante varias décadas un proceso de reconstrucción de su economía e infraestructura, no obstante, durante la segunda crisis mundial petrolera en los años 78-79, los paradigmas de movilidad tuvieron que ser replanteados y el uso de la bicicleta fue incentivado mediante la reducción de las vías para el transporte motorizado y ampliado para los peatones y bicicletas. A partir del uso de transporte alternativo, los accidentes viales disminuyeron en más de un 70%, reduciendo a la par los gases tóxicos y los contaminantes auditivos de sus calles. El esfuerzo ciudadano por realizar este cambio cívico no fue sencillo tampoco.

Los grandes cambios sociales no se dan únicamente por decisión o decreto gubernamental; los construye la ciudadanía mediante el establecimiento de alianzas en conjunto con las instituciones. En ese sentido, la legitimidad otorgada por las urnas en las pasadas elecciones en México es un capital político que no tendrá que ser desaprovechado por el partido gobernante en acciones estrictamente electorales o partidistas; el gobierno está obligado a crear un espíritu cívico que politice a las masas y las responsabilice de sus propios actos y decisiones.

En ese sentido, es importante establecer distancia de la lógica simplista “del cambio en uno mismo”, todo lo contrario, debe comprenderse que nuestras acciones frente al resto tienen corresponsabilidades; hay costos por la comodidad de utilizar nuestros autos en recorridos cortos y solitarios, el ecosistema resiente el uso indiscriminado de plástico, la pasividad con la que la población toma el abusivo aumento del transporte público evita que haya un servicio de calidad y a un precio justo; la perspectiva individualista nos obliga a preocuparnos exclusivamente por nuestro propio bienestar y no por el bien colectivo.

Nadie puede conocer el futuro, pero sobre el presente podremos recordar que hubo tiempos en los que frente al desabasto provocado por el combate al robo de los bienes de la nación, hubieron personas que corrieron a llenar su tanque… pero muchas otras se formaron durante horas con toda la paciencia, otras decidimos transportarnos en bicicleta y algunos otros se organizaron para irse al trabajo en vehículos colectivos.

¿Cuál es el bien más preciado que posee un país? Una ciudadanía consciente de que el futuro está en sus manos. Ahí está la solución.

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