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Obituario

Por más previsibles que sean, muertes como éstas producen tristeza y nos hunden en reflexiones sobre la infinita y asimétrica espiral de la opresión y la lucha.

Este último fin de semana se apartaron de entre nosotros dos figuras relevantes de la lucha social en nuestro país. El sábado 2 de marzo, Enrique Cisneros Luján, actor, poeta y activista social mejor conocido como El Llanero Solitito. Y el domingo 3, la señora Luz María Longoria Gama, que presidía el Centro Nacional de Comunicación Social, un lugar de acogida de perseguidos y luchadores sociales.

Ambos personajes encarnaban dos vertientes de una misma gran causa: la justicia. El actor, en la calle, en las huelgas, en la plaza pública, disparando certeras invectivas que nos recordaban la falsedad de que la lucha de clases se había acabado con la caída del Muro de Berlín. Y ella, siempre fiel al siempre generoso Cencos, que dio voz a tantos grupos sociales en la época en que organizarse era un delito.

El activista del Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística (Cleta) estuvo en Querétaro este último septiembre, justo para conmemorar en nuestra Universidad los 50 años de la masacre de Tlatelolco. Parecía eterno. A ella la recuerdo allá por 1985, junto a Pepe Álvarez Icaza, su compañero de mil batallas, organizando el Partido Mexicano de los Trabajadores en Querétaro.

Por más previsibles que sean, muertes como éstas producen tristeza y nos hunden en reflexiones sobre la infinita y asimétrica espiral de la opresión y la lucha. La ironía quiso que ambos luchadores partieran justo la víspera del aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ocurrida precisamente en un teatro, en el Teatro de la República, aquí en Querétaro, un 4 de marzo de hace 90 años.

Y, bueno, para contrastar la existencia de mundos paralelos, inconciliables por absolutamente distantes, hubo que presenciar esta semana la mayor metáfora del extravío y la demencia senil que vive hoy el PRI. Ahí tenemos a un extemporáneo pidiendo para su fundador, Plutarco Elías Calles, la inscripción de su nombre en letras de oro en el muro de honor de los próceres de la patria. El PRI no merece el oro, tiene bien ganado el descanso eterno. Ojalá que sus ruinas, y los que riñen por ellas, comprendan que su México ya no existe.

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