Aforismos e imaginación
Hay una vieja tesis: la imaginación nos ha sido expropiada. La misma tesis nos desafía: ¿Cuánto de lo que usted imagina, estimado lector, es original? Usted imagina aquello que fuerzas poderosas quieren que imagine, y además, mediante formas de imaginar que le son impuestas. Desde el Renacimiento han disminuido nuestras facultades para obrar directamente con nuestros propios fantasmas (la imaginación está hecha de fantasmas), o con los de los demás. La proporción entre consciente e inconsciente se ha modificado en profundidad, y nuestra capacidad para dominar nuestros propios procesos imaginarios se ha quedado en nada.
Reconquistar la propia imaginación implica ejercitarla, liberarla de los condicionantes externos, como si fuese imposible poner algo de nuestra parte, algo que enriquezca o debilite, que muestre que las percepciones no son fatalidades.
Como estímulo recurrimos nuevamente a algunos aforismos de G. Ch. Lichtenberg:
-En el mundo se puede vivir muy bien diciendo profecías, mas no diciendo verdades.
-Un niño inteligente puede volverse loco al ser educado por un loco. El hombre es tan perfectible y tan corruptible que su razón puede convertirse en locura.
-Leer mucho vuelve orgulloso y pedante; ver mucho vuelve sabio, sociable y útil. El lector desarrolla exclusivamente una sola idea; el otro (el que observa el mundo) adopta algo de todas las clases sociales. Ve lo poco que el mundo se preocupa por el erudito abstracto, y se convierte en ciudadano del mundo.
– En la mayoría de los hombres, la incredulidad en alguna cosa se basa en la creencia ciega en otra.
-Apenas si tenemos derecho a hablar de filósofos. Difícilmente encontraríamos una docena en Europa; los demás son magistri, doctores y profesores de filosofía. Los antiguos son, sin duda, superiores a nosotros: 1)porque no imitaban todo el tiempo, 2) porque no tenían un espíritu sistemático, 3) porque aprendían más cosas que palabras, 4) porque eran más libres, 5) porque no escribían para ganarse el pan, 6) porque observaban más la naturaleza. No veo por qué alguien que, hoy en día, tomara estas precauciones, no podría igualar a los antiguos, ni por qué ni de qué forma la naturaleza podría haberse agotado.
-Si llega a cumplirse la predicción de Leibniz de que las bibliotecas serían, algún día, ciudades, también habrá calles oscuras y callejuelas inmundas, como ahora.
-Descubrir pequeños fallos ha sido siempre el rasgo distintivo de aquellas cabezas que se encuentran poco o nada por encima de la mediocridad. Las sensiblemente superiores callan o solo dicen algo contra el conjunto, y los grandes espíritus se limitan a crear y no critican.
-Sería una situación conmovedora imaginarse a alguien que se quedara ciego a media noche y creyera que la noche continúa. Coge su mechero y lo acciona, más no consigue arrancarle una sola chispa, y cosas por el estilo.
-Siempre me aflige la muerte de un hombre de talento, pues el mundo tiene más necesidad de ellos que el cielo.
-Casi todos los eruditos son más supersticiosos de lo que confiesan, y aun de lo que ellos mismos creen. Es difícil liberarse por completo de malas costumbres. Lo único posible es ocultarlas y evitar sus consecuencias dañinas.
-Los relojes de arena no solo nos recuerdan la veloz huida del tiempo, sino también el polvo en que alguna vez nos convertiremos.
(Ver: Eros y magia en el renacimiento. Ioan Coulianu. Ed Siruela y Aforismos de Lichtenberg, FCE)