Lu Orozco: “todos tenemos un don, el chiste es encontrarlo, pulirlo y explotarlo”

Para que pudiera escribir
los españoles tuvieron que conquistar América
y el Virrey Don Antonio de Mendoza
construir la Hacienda El Cazadero.
Para que pudiera escribir
Shakespeare tuvo que inventar Romeo y Julieta
y García Márquez, Cien años de soledad.
Para que pudiera escribir
alguien tuvo que plantar una higuera
en el patio de tu casa
y el Che morir fusilado.
Para que pudiera escribir
usó pantalón en vez de falda
y el dolor se volvió quetzal.
¿Mi mayor recuerdo? Me encantaba estar arriba de la higuera que mi padre había plantado muchos años atrás. Me sentaba en el brazo más alto y ancho, me fascinaba columpiarme y estar ahí por horas (aún cuando sentía una leve picazón, por las hojas). Ver los animales como las orugas, arañas, caracoles y sentir los pájaros encima de mí y escucharlos trinar.
“Alondra, a su corta edad, ya sabía cómo salirse de su cuna. ¡Toda una fugitiva! No le gustaban los barrotes. Era muy inteligente, súper independiente. Quizá aprendió a serlo por el rechazo de su madre”.
Nací en el Estado de México, el 27 de febrero de 1975. Mi infancia, déjame decirte, sufrí mucho porque en ese entonces no había tantas cosas como ahora, que ya sabes que la dislexia es un trastorno, y antes no. Tampoco se oía la palabra bullying.
Las mamás no se dan cuenta que tienen tanto poder, que con sus palabras pueden destruir o hacer grande a un hijo. Yo sentía que mi mamá no me entendía, porque yo le decía cosas y ella me decía “no, es que tú eres una floja, una huevona, voy a creer que los demás niños sí saben y tú no”.
Yo a veces veía en la televisión y decía “ay, yo quiero ser Miss Universo”, pero me detenía y decía no, porque soy bien burra. Y tú lo llevas desde niña y dices “eres una burra”. “Eres una tonta”. Yo recuerdo a esa niña, esa niña inocente, esa niña vulnerable con falta de amor más bien, y sí me da tristeza. Yo creo que ya lo superé, ahorita te lo cuento así, pero antes yo lloraba mucho.
“Aquel jardín no tenía nada que envidiarle al de un gran rey. Era su casa después de llegar del colegio … Alondra sólo así se sentía amada e importante; quizá por eso ella se sentía feliz allí”.
Llegué a la secundaria y me volví rebelde. Yo decía “ya me cansé de ser la noble, la llorona, de esconderme”. Y entonces empiezas a juntarte con personas que no te llevan por el buen camino.
Después falleció Armando, que ya no era mi novio. Pero a pesar de tantos años lo recuerdo, y hasta como que mi memoria recuerda su olor. Son personas que te marcan y nunca lo voy a olvidar.
ARMANDO
Al terminar aquel maravilloso suceso, Alondra comenzó a llorar como una niña pequeña y temerosa. Ella tampoco imaginó que el amor fuera así (que se siente uno adicto a la otra persona).
El amor de mi vida, el cual murió cuando vivíamos nuestra etapa de adolescentes, cuando el amor es puro, limpio y para mí este amor será sempiterno.
Tu nombre está plasmado en esta bella historia de amor porque no quiero que mueras. Las personas te recordarán siempre al leer esta historia, la cual me inspiraste.
Te equivocaste cuando, dos días antes de fallecer, me dijiste que te olvidaría. Después de veintitantos años aún estás aquí.
Ni mil años serán suficientes para arrancarte de mi corazón.
“Si un escritor se enamora de ti, nunca morirás”.
SEGUIR
A los 17 años me fui a Irapuato, le propusieron un trabajo a mi papá. Yo no quería, tenía a mis amigos en el Estado de México. Pero como toda la familia de mi papá es de San Juan del Río, de El Cazadero, yo siempre venía. Aquí fue donde conocí a mi esposo.
Ya después yo me casé y como te digo, crees que no te mereces cosas buenas, creces así con esa persona y te das cuenta que es violenta, que te agrede, pero como tú siempre piensas que no mereces cosas bonitas, pues inconscientemente las vas aceptando. Hasta que llegas a un punto donde dices “yo no merezco esta violencia tampoco”. Si él no hubiera cambiado yo sí me hubiera alejado.
Pero a pesar de todas estas cosas que me tuvieron hasta el piso hay algo que no te deja desistir. Yo dije no, Dios me mandó aquí por algo que tengo que hacer, todo lo que escribo y expreso, eso es lo que me ha motivado a seguir adelante.
DON AVELINO
Yo creo que lo que más me hubiera hecho feliz es que mi papá se hubiera dado cuenta de que sí logré cumplir mi sueño. Y fíjate, bien chistoso, porque cuando él falleció, ya estaba lidiando con su diabetes, le daban infartos cerebrales.
Yo dejé a mi esposo y tuve la oportunidad de estar en sus últimos días con él. Cuando falleció, mi mamá no quiso entrar, me mandó a mí. Los doctores cerraron las cortinas, pero había un huequito que se veía, yo veía lo que le estaban haciendo. El doctor dijo “hora de muerte 11:05”. Sentí muy frío, lo primero que se me vino a la mente fue “papá no vas a ver cuando mi novela esté en físico”. Yo sabía que un día el mundo me iba a conocer.
“Don Avelino sólo la abrazó y no dijo nada. Sólo aquel abrazo comenzó a curar la herida. Las palabras no hacían falta”. “Seguían pasando los años, aquel jardín seguía igual de hermoso, claro que por los cuidados de don Avelino… Siempre, a lo lejos, se veían juntos en ese inmenso jardín.”
ESCRIBIR
Yo empecé publicando cosas en el Face, me hice una página, La Snoopy, porque así me decían en la secundaria. Antes de eso yo iba a la escuela de mis hijos, le pedía permiso al director para entrar. Yo decía ¨¿Cómo me voy a dar cuenta si soy buena o no? Pues voy a escribir y les leo a los niños mis cuentos”.
Iba yo salón por salón a leerles, trataba de que fuera algo importante de cada mes. Por ejemplo, en diciembre me acuerdo que escribí un cuento que se llama La esferita que odiaba la navidad. Iba con nervios y temor, y te das cuenta que sí les gusta.
Yo ignoraba muchas cosas, como no fui a la prepa, no sabía muchas cosas. Yo hice como cuatro borradores de mi historia, porque le cambiaba el nombre. Dije yo, escribir sí tienen su chiste, no es sólo imaginar. Tienes la idea, pero tienes que llevarla a algo que tenga lógica.
No tenía computadora donde escribir, yo decía “‘cómo le voy a hacer”, me iba al ciber, pero con decirte que yo no sabía ni prender la computadora, pero yo decía no, yo quiero seguir mi sueño. Mis hijas me enseñaron, pero es una lata, y pagar cada que vas.
Mi vecina me mandó una imagen, me dijo éntrale al concurso, así fue que llegué. Entré al concurso de relatos durante la pandemia, gané y me publicaron junto a escritores de España, Argentina, Venezuela. El libro se llama Cien relatos de hispanoamérica durante la cuarentena. Mi texto se titula “nadie lo ve”, es un niño de la calle.
Pero no tener un espacio para escribir en mi casa, somos muchos. Las labores de la casa y también tenía yo un trabajo. Me iba a las 8 a dejar a mi hijo, me iba a mi trabajo y llegaba a mi casa a hacer de comer, por las tardes ponerme a coser. Yo decía ya voy a ir a registrar mi novela, pero surgía que se enfermaba uno de mis hijos, que ya había que pagar la renta de las placas del taxi y pues no, nunca alcanzaba a juntar.
Un día me dijo un amigo “oye, ¿no quieres venir a presentar tu libro Alondra La leyenda del quetzal, en Casul?”, yo ni siquiera sabía qué era, yo dije “pues sí”. Ya después investigué y dije Dios mío, yo creo que todos los escritores quisieran estar allí, está ligada a la UNAM, la Casa Universitaria del Libro.
Un muchacho me sugirió para una entrevista de una radiodifusora en México, me dice el locutor “¿qué le pides a los radioescuchas?”, “bueno, espero que algún día me puedan leer cuando ya tenga mi novela y que alguien pues se apiade de mí y que me pueda patrocinar”. Pasaron como dos días y una persona me contactó y me dice “oye Lu, me sobran mil dólares y te los voy a mandar, me gustó tu historia, ya te leí, me gusta lo que escribes, quiero apoyarte”. Le dije que yo no quería recibir nada de dinero, que mejor se lo diera a la editorial y que ellos me llamaran para la publicación. Así empezó la historia.
Después me contactan para aparecer en el libro de Historias de mexicanas chidas para lectores chidísimos, aquí aparezco junto a Alondra de la Parra, directora de orquesta; Cecilia Suárez, ella es actriz; y Olimpia, de la Ley Olimpia. Somos 60 mexicanas de diferentes edades, todas mostramos nuestros dones, nuestras cualidades y contamos nuestra historia de cómo hemos podido llegar hasta donde estamos.
Una vez leí una frase que decía “si vas a soñar, sueña en grande”, cuando sucedieron todas estas cosas yo decía la gente me tiene que conocer y quiero que se queden con un nombre corto. Me mentalicé que me iba a hacer famosa, pero nunca pensé que me empezarían a hacer entrevistas para España, Colombia.
Me fue difícil elegir un nombre, que la gente recordara, porque mi nombre es muy largo. Yo decía cómo le voy a hacer para que sea más corto, porque ni modo que me voy a poner María de Lourdes Paredes Orozco, está muy largo. Me quedé con Lu Orozco.
Mi esposo me decía “eso son tonterías, eso que haces es pérdida de tiempo”. Yo lloraba y cerraba la libreta y decía, pues si él que es mi esposo no me apoya, no tiene caso. Ya después dices no, la gente es la que está equivocada, no tú. Hasta yo creo que ni mis hijos creían que iba a llegar tan lejos, siento que al principio lo veían como si fuera juego; cuando gané el concurso, pues sí dijeron “mi mamá va en serio con sus cosas”.
Entonces creces y tú misma debes darte tu valor, decirte ya basta en los abusos que has tenido. Dices no, no quiero esto, yo valgo. Empiezas a empoderarte, como dicen ahora. te das cuenta que eres guerrera, que has pasado por muchas cosas difíciles, pero que aquí sigues porque tienes que cumplir muchas cosas.
EL CAZADERO
Hay cosas bonitas en Cazadero. Yo creo que tiene muchas cosas, más lo visual, la naturaleza, yo para inspirarme para escribir, salgo tantito y ya, las aves, las plantas. Creo que si yo hubiera seguido en la ciudad, no me hubiera pasado tan así de que sutilmente ya pudiera inspirarme tan rápido.
La gente también, lo que ellos te platican o que escuchas, también te inspira. En nuestra fiesta, los muchachos se disfrazan de chitaces, bailan por la calle. Hay reinas montando caballos.
Aquí también tengo yo mi taller de lectura, mi sala de lectura, que se llama Los columpios, allí con los niños de la comunidad nos sentamos abajo de un árbol, justo donde hay columpios. Es un poquito de dar lo que a lo mejor la vida me ha dado, aunque no me den algo económico, la risa de los niños, la felicidad que les da. Yo les digo que en un futuro me gustaría que hubiera más escritores aquí, no ser la única.