«Para arreglar unos zapatos no se necesita ser muy talentoso sino tener imaginación»

Un zapatero que se autodefine como filósofo frustrado. Hace diez años que trabaja en este local rentado a ocho mil pesos por mes.
Su negocio se llama Orlando, aunque él se llama Marcos Iván. Empezó en este oficio gracias a su papá, quien coincidentemente aprendió el oficio a su misma edad, 18 años; hoy Marcos tiene 29 años, su papá 62.
«Para arreglar unos zapatos no se necesita ser muy talentoso sino tener imaginación», aclara Marcos, el filósofo que recuerda cuando descubrió la paradoja de por qué las personas toman: para estar con amigos y convivir, por el mal manejo de las emociones que necesitan salir.
¿Qué es lo que más te gusta de ser zapatero?
– La libertad. Hoy acompañé a un amigo a desayunar; hoy vino mi esposa y mi hijo, fuimos a comer helado. También le agarré cariño al olor del cuero, de la piel, del pegamento.
Marcos le ha arreglado los zapatos hasta a expresidentes municipales de San Juan del Río. Marcos se cuestiona si a los presidentes tener dinero o puestos importantes realmente les hace dormir tranquilos.
¿Qué opinas de la gente que colecciona muchos zapatos?
– Es marketing. La mercadotecnia te ha vendido el hecho de que lo que tienes, vales. Las personas, por lo que aparentan ser, quieren que la gente los trate diferente. Y pues es normal, todos queremos que nos traten bien.
¿A qué edad nos empiezan a importar tanto los zapatos que usamos?
– No me había puesto a pensar en eso. Para mí, fue en la secundaria, cuando me empezaron a llamar la atención las niñas, querer aparentar. Nos importan las críticas, queremos agradar. Es cuando uno crece que ve lo cruel, lo real de la vida.
Moisés, un amigo de secundaria, pasó toda una noche pensando en qué historia le contaría al día siguiente a sus compañeros para justificar que llevaba tenis moraditos. Nadie le dijo que mientras más planeada suena una historia, menos se cree. Nadie le dijo que a quienes realmente te aprecian no hay por qué justificarles la vida.
¿Qué zapatos usas tú, Marcos?
– Pues unos cómodos – dice mientras los enseña, son café oscuro, con suela blanca delgada
Es raro que diario los volee o los limpie, luego hasta me hacen burla. Pero yo no me voy a pagar a mí mismo para arreglarme los zapatos ¿o sí?