Paloma negra

Yo no nací amado y no amaré nunca

Y quién soy yo para pedir una explicación sobre el amor, si a mí nunca me han dado eso. Desde que nací lo único que puedo reconocer como amor: el sonido de las monedas cayendo en la taza. Porque cuando regresaba a la esquina donde mi mamá estaba, antes de preocuparse por cómo estaba o si tenía hambre, me quitaba los pocos centavos que estaban en la taza y con su mirada perdida y desoladora, se me quedaba viendo, tratando de decirme déjame en paz.

No sé si a ella la amaron, yo quiero creer que no. Yo no la amo, pero siento lástima por ella. Y aunque en la calle ni ella ni yo somos dueños de nada, esa esquina donde cada que puede comienza a consumir solventes, era mi hogar. No podía irme de la nada, porque cada maldito espacio en la calle, se gana con dolor y sangre. Hace unos días, los de La 13 se acercaron conmigo, me vieron leyendo un periódico de hace semanas que recogí de la basura y me dijeron: ¿Por qué no dejas esa esquina?, ya sabes que ella nunca va a dejar el chemo, mejor jálate con nosotros, allá tenemos un cuchitril donde te puedes quedar.  

Nunca alguien se había fijado en mí, por lo regular yo solo me dedicaba a hacer lo que la señora me decía: Ve y párate en esa esquina, estira la mano y si te dan comida no la agarres, porque esa no me sirve a mí. Así tal cual lo hacía, yo creo que desde los cinco años, pero recuerdo que desde chavalo me gustaba ver a los señores trajeados, con su maletín y sus zapatos bien boleaditos; yo los veía que compraban sus periódicos y se sentaban a leerlo. Así que me hice amigo de don Fernando, el dueño del puesto de revistas, él fue quien me enseñó a leer y a escribir. Mi día se resumía en mendigar y estar con don Fernando, ya que si me iba a la esquina, lo único que veía era a mi mamá darse unos viajesotes.

Por eso me sacó mucho de onda que los de La 13 se fijaran en mí, yo nunca traté con ellos, mi único acercamiento fue cuando un morrillo se metió a robar la tiendita de la esquina. Yo estaba sentado esperando a que el puesto de tortas abriera y sacara la basura del día anterior, a ver si con suerte me tocaba algo de sobras, cuando lo vi entrar a la tienda pensé: chance trae varo de limpiar parabrisas. Pero no, sacó el puñal y le pidió a la doñita que no gritara, que ya se sabía el procedimiento. Salió corriendo y me miró a los ojos, su mirada me decía todo: ay de ti si vas de bocón.

Pero a pesar de todo esto, ellos me están ofreciendo algo por primera vez. No sé si es lo más ideal dejar lo poco que tengo por algo que no conozco, pero por primera vez me iba a sentir en comunidad, me iba a sentir amado. Creo que algo iluso, pero imagínate que no tenía nada, ni podré tener algo en esta vida. Lo único que realmente quiero es el amor.

Ya dentro del barrio obviamente empecé a trabajar para pagar mi piso, solo que ya no pidiendo dinero, ahora era mula. A ellos igual no les importaba yo, lo único que quieren es menear su merca, y la verdad es que no es porque sea su negocio y tengan mucha ganancia, es la única manera en la que ellos sacan para comer.

Pensé que sentían algo por mí, pero nada de eso, solo querían una mula más, dejé mi esquina porque solo quería dejar a una persona que no sentía nada por mí por alguien que talvez sí podía sentir afecto. Pero no, en la calle no hay amor.

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