Adiós a Salvador Canchola
Sacerdote por 25 años, candidato a gobernador en 1991, murió el 12 de noviembre
Por: Efraín Mendoza Zaragoza
Con una ceremonia cargada de símbolos que armonizaron la liturgia cristiana, los ritos prehispánicos y las consignas políticas, fue despedido Salvador Canchola Pérez, figura emblemática de la izquierda queretana. Tenía 85 años, y no obstante las molestias derivadas del cáncer de próstata que padecía, mantuvo hasta el final su activismo en la lucha social y gozó en su agonía de una extraordinaria lucidez. Expiró hacia las 9 de la noche del lunes 12 de noviembre y fue sepultado en el panteón Cimatario el mediodía del miércoles 14.
Hombre que con su vida predicó que la única fe religiosa útil es la que se expresa en la fraternidad, el compromiso político y la organización popular, pasó su vida entre mítines y asambleas y tuvo su última concentración multitudinaria en tres tiempos: primero en la funeraria, luego en el templo parroquial de Pentecostés, ubicado en la colonia Palmas, y finalmente en el panteón municipal. Entre aplausos, cánticos, vivas, sonidos de caracol e incienso, miembros de comunidades eclesiales de base y líderes de partidos políticos y de movimientos sociales, lanzaron exclamaciones como ¡Salvador Canchola no ha muerto, vive en las luchas populares! El duelo de esas 40 horas condensó el sincretismo de su vida.
Durante el acto litúrgico, el párroco Fidencio López Plaza, vicario de pastoral de la diócesis y amigo personal del líder fallecido, elogió la capacidad de Salvador Canchola para “transitar con finura entre la ortodoxia y la ortopraxis” y advirtió que con su muerte “no deja vacío alguno”, pues el espacio que dejó será ocupado por todos los que continuarán su lucha. Acudió a la despedida una representación del Secretariado Social Mexicano, organismo eclesial en el que participó desde los años cincuenta.
Originario de Puruándiro, Michoacán, nació el 6 de agosto de 1927 y vivía en Querétaro desde 1985. Fue ordenado sacerdote y ejerció el ministerio durante 25 años. Fue notable su acompañamiento de las luchas cotidianas de su feligresía en Pátzcuaro y en Morelia. A finales de los años setenta, a la cabeza de más de 200 fieles de su parroquia, tomó un predio de 10 hectáreas, donde se formaría la colonia Solidaridad, en la capital michoacana. Su afinidad con la Teología de la Liberación, que defiende la opción preferencial por los pobres, lo enfrentó a la jerarquía eclesiástica michoacana y a las autoridades políticas, lo que lo orilló a dejar el ministerio sacerdotal. Habiendo obtenido del Papa Juan Pablo II las licencias respectivas, contrajo matrimonio con Rosa María Medina, con quien procreó cuatro hijos: Carlos, Salvador, Rosa Elena y Rafael.
En el segundo lustro de los ochenta, organizó aquí el Movimiento Revolucionario del Pueblo, que encabezó movilizaciones de reivindicación popular, para denunciar anomalías en las gaseras y protestar contra el excesivo incremento al impuesto predial. En los días del proceso electoral de 1988, ocupó la Secretaría General del Partido Mexicano Socialista en Querétaro. Convencido de la necesidad de conciliar fe y política, Canchola encabezó en 1989 la organización del III Encuentro Nacional del Movimiento de Cristianos Comprometidos en las Luchas Populares, celebrado el mismo día en que monseñor Mario de Gasperín tomó posesión como obispo de Querétaro y el mismo día en que fue fundado el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
La difícil organización del perredismo local tuvo en Canchola a uno de sus principales promotores, sobre todo en la Sierra Gorda, labor que años después se vería coronada con el triunfo electoral del PRD en el Ayuntamiento de Arroyo Seco, el principal bastión regional. Simultáneamente con la organización partidaria, promovió la medicina alternativa y el desarrollo de cooperativas de producción, consumo y vivienda. Además, se involucró en la formación de organismos independientes de promoción y defensa de los derechos humanos.
Presidió órganos colegiados del PRD y en 1991, como abanderado de una coalición formada por ese partido, el Partido del Trabajo y el Partido Revolucionario de los Trabajadores, disputó la gubernatura del estado al priista Enrique Burgos García y al panista Arturo Nava Bolaños, también de origen michoacano. Recibió entonces un público respaldo de sacerdotes y religiosas aglutinados en el Secretariado Social Mexicano, encabezados por el padre Manuel Velázquez, quienes le pidieron que usara la campaña para promover una conversión de la Iglesia para construir una “nueva sociedad de justicia y democracia”. Hizo campaña sin recursos, casi desde la marginalidad, y su discurso nunca se presentó escindido con el testimonio de su vida personal. Durante años se dio tiempo para escribir semanalmente la columna de opinión “Fe y política”, que sintetizó su pensamiento y su acción.
Hacia el final de su vida, tomó distancia de los “caciques y caudillos” que mantenían en permanente tensión interna al PRD y se integró al Movimiento de Regeneración Nacional, que encabeza Andrés Manuel López Obrador. En 2009, el Partido del Trabajo lo postuló a una diputación local. Vinculado al liderazgo de Francisco Flores Espíritu, figura icónica de la disidencia magisterial local, y al del ex preso político Sergio Jerónimo Sánchez, formó parte del Frente Estatal de Lucha.
El 19 de junio pasado, meses antes de su muerte, participó en una ronda de presentaciones de candidatos ante la comunidad parroquial de las Bienaventuranzas, en Peñuelas, donde radicaba, y al encarar a un participante dejó en claro que su precaria salud nunca le impidió actuar con energía, y que la fraternidad tampoco estaba reñida con la confrontación directa de las diferencias políticas. Quedará para la memoria la insistencia de los cánticos religiosos que precedieron a esas presentaciones, muy en el espíritu de la Teología de la Liberación que siempre guió el trabajo organizativo de Salvador Canchola: ¡no basta rezar,/ no basta rezar,/ hace falta luchar!
Paralelismo entre priismo y catolicismo
En 1990, durante el IV Foro de Sociología organizado por la Universidad Autónoma de Querétaro para analizar los movimientos sociales en Querétaro, Salvador Canchola exhibió el “paralelismo existente entre catolicismo y priismo”. La participación de los feligreses en la Iglesia corre paralela con la participación de los ciudadanos en el corporativismo político, dijo entonces tras equiparar “hechos de masas” como las peregrinaciones, misas y fiestas patronales con los mítines políticos y electorales. Asimismo, equiparó los discursos políticos con las homilías religiosas, generalmente caracterizados por la ambigüedad.
Igualmente, equiparó a las asociaciones piadosas con las corporaciones sectoriales (CNC, la CTM y CNOP), y los plenos y asambleas estatales y municipales con los retiros carismáticos marcados por el sentimentalismo. Finalmente, mostró el paralelismo entre los sacramentos (bautismo, confesión, comunión), así como el rosario y las novenas con las jornadas de votación y las campañas de afiliación, con promesas incluidas.
El 6 de abril de 2011, en el auditorio de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ, en un foro sobre la criminalización de la lucha social, Canchola advirtió de la urgencia de articular todas la organización del pueblo bajo la consigna: “ninguna lucha aislada más”, pues es inaplazable la lucha organizada contra los gobiernos actuales que de manera inmisericorde con sus políticas de protección de la inversión privada han empobrecido a la población.
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