Cultura

Bacterias y virus en la evolución

Divulgación UAQ

Ana Cecilia Figueroa

divulgacionuaq@gmail.com

Cuando hablamos de bacterias y virus, es inevitable pensar en lo devastadores que han resultado estos microorganismos para la vida de animales y humanos. Para muestra, basta recordar los estragos propiciados en la Edad Media (siglo XIV) por la bacteria Yersinia pestis, la causante de la Peste Negra, que acabó con la vida de al menos 65 millones de personas en Europa, África y Asia.

Sin embargo, estos microorganismos también han sido los responsables de la evolución a largo plazo. Esta perspectiva benévola de las bacterias y los virus fue abordada por Karina Acevedo Whitehouse, investigadora de la Unidad de Microbiología Básica y Aplicada de la Facultad de Ciencias Naturales de la UAQ, en la “Semana de la Divulgación de la Ciencia: de las Bacterias a las Estrellas”.

De hecho las bacterias fueron los primeros y únicos organismos vivos que poblaron el planeta durante mucho tiempo. Y, muy probablemente, fue gracias a la interacción que se dio en algún momento de la evolución entre una bacteria y otro organismo vivo con núcleo, que se creó nuestro primer ancestro, señaló Acevedo.

Pero ésta no fue la única intervención protagonizada por las bacterias para propiciar que hoy los seres vivos estemos aquí, pues éstas juegan una función muy importante en el ciclo de nitrógeno, elemento importantísimo en la atmósfera de este planeta y sin el cual no habría vida. Este ciclo es posible gracias a que las bacterias forman nódulos en las raíces de las plantas y, así, ayudan a que se dé la fijación de nitrógeno en estas últimas.

En la conferencia Bacterias y virus: ¿causantes de epidemias o generadoras de novedades evolutivas?, la también miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) habló de la importancia de los virus, esos organismos mil veces más pequeños que las bacterias formados por una capa de proteínas que tienen adentro ácidos nucleicos.

Incluso, señaló, en el genoma humano tenemos más secuencias de virus que de humano, somos más virus que humano. Y eso sin tomar en cuenta que en nuestro genoma tenemos un 99% de parecido con el Bonobo, un chimpancé chiquito.

A los virus también les debemos la existencia de los mamíferos con placenta, pues hace aproximadamente 500 millones de años, reveló Acevedo, hubo una infección en alguno de nuestros ancestros mamíferos no humanos causada por un retrovirus muy parecido al virus que causa el sida. Ese retrovirus fusionó las células que generaron el recubrimiento de la placenta.

Los virus también han favorecido procesos evolutivos a muy corto plazo en animales como los koalas. Hace poco estos íconos de Australia empezaron a morir por leucemia, cáncer que se origina en las células sanguíneas ocasionado, en este caso, por un retrovirus. Pero en algún momento uno de esos retrovirus infectó los espermatozoides y los óvulos de algunos koalas, y así les dio inmunidad al hacerlos resistentes al retrovirus. Eso implica que ahora el koala es koala más retrovirus en su genoma y está generando especiación porque hay dos tipos de koalas: los que tienen el retrovirus integrado, que no existían hace 130 años, y los que son susceptibles de morir por leucemia.

El oxígeno que nos permite vivir en este planeta también se formó de una interacción con un virus. Esto sucedió cuando a nuestras abuelas evolutivas, las ciobacterias, se les integró un virus que les permitió resistir la radiación ultravioleta, que hace millones de años era de tal magnitud que evitó la supervivencia de muchos organismos. Este virus les dio a las ciobacterias una especie de protector solar molecular porque ellas generan el 50% del oxígeno del planeta lanzándolo a la atmósfera y trabajan en la superficie del mar. Sin ese virus que las protege, no estaríamos aquí, concluyó.

Con todos estos argumentos a favor de las bacterias y los virus, sería bueno voltear a verlos no sólo desde su vertiente destructiva, sino desde su antagónica contribución a la vida y a la evolución.

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