Cómics reversibles
Por: Juan José Lara Ovando
El Capitán América no es definitivamente mi cómic consentido, más bien es lo contrario, lo que menos me atrae de ellos, pues a diferencia de la mayoría, éste tiene sello imperialista, le pertenece a los Estados Unidos y se supone que pone su aportación para que se convierta en la gran civilización conductora del mundo a través de la Segunda Guerra Mundial, lo que lo convirtió en motivacional y panfletario, aunque como serie de cómic se haya convertido en algo diferente durante las décadas posteriores.
Eso fue lo que hizo, también, que la película Capitán América: El primer defensor lograra tener éxito internacional y fuera una película creativa y bien lograda, pero difícilmente se puede uno acostumbrar a continuar viendo películas de estos personajes, a menos que sea fan, como ya sucedió con la segunda parte de Thor y, presuponiendo que la feria de cómics se acerca de manera acelerada, ya está aquí la segunda parte del Hombre Araña y ya se aproximan Los Vengadores y los X-Men. A esta altura no se sabe qué funcione mejor, resignación o adaptación; lo que parece más difícil es la aceptación. Lo peculiar aquí es que la segunda parte del Capitán América, si bien no representa la aceptación del género como tal, sí se acerca mucho a la asimilación.
Capitán América y el soldado de invierno es una película sorprendente, no temo exagerar si reconozco que es lo mejor de Marvel (productora de todos estos cómics de superhéroes) y que no resulta extraño que lidere la taquilla mundial en lo que va del año. La primera sorpresa es que se trata de la segunda cinta de la serie, es decir, una segunda parte. Con ello, no narra ya el origen del personaje, que ya fue ocupado en la primera entrega, sino que se presta a una historia posterior, que da un salto gigante: va de la Segunda Guerra Mundial a la época actual, la segunda década del nuevo milenio, sin dar ninguna explicación, pero mostrando lo que se puede hacer con tan solo una pequeña aclaración.
Lo tercero es que se sabe ubicar perfectamente en los tiempos recientes sin hacer tampoco mayores declaraciones. Lo cuarto: que no se digna a llamar la atención solamente con la acción, que es lo medular de estos filmes, sino que se apoya en un guión muy logrado, no solamente para aclarar y hacernos entender saltos y vacíos, sino que lo hace desarrollando con mucha soltura elementos de drama de una historia que se convierte en filme de espionaje más que cómic de acción. Quinto: logra personajes no solamente creíbles (dentro del cómic) sino muy maduros, que pueden ser racionales y sensibles a la vez y ganar seriedad, que es algo poco común en este género. Sexto: la combinación y caracterización de personajes es espléndida; en primer lugar, porque conjuga a tres superhéroes contra un magnífico y espeluznante malvado; aquéllos son la Viuda Negra y Halcón, además de Capitán América, y el oponente es el Soldado de invierno, interpretados -todos- muy bien. Chris Evans y Scarlett Johansson están a la medida y Sebastian Stan, el malvado soldado, se gana al espectador como un bravo y sobresaliente malvado (cosa poco vista), nada caricaturesco y sí muy intrigante. El menos trabajado, pero nada desafortunado es Halcón (Anthony Mackie), además de dos soberbios coestelares: Samuel L. Jackson, en uno de los mejores secundarios de este tipo de cintas, y Robert Redford (nada menos), que sabe ponerle seriedad al asunto.
Lo que hace distinta a Capitán América y el soldado de invierno es que tiene todos los elementos de un cómic y excelentes efectos visuales y de sonido, que le proveen de las mejores peleas cuerpo a cuerpo; pero -a la vez- no es un cómic, es un muy buen filme de espías, con todos los elementos clásicos como el suspenso, el hilo conductor, la investigación coherente para destrabar el problema, la distinción entre el bien y el mal. El desparpajo y el coqueteo de personajes e historia, en este caso, es sustituido por batuta y exquisitez; todo está medido, nada queda fuera de lugar, labor que se debe a los hermanos Joe y Anthony Russo, expertos en capítulos televisivos aunque apenas cuentan con dos largometrajes previos; sin embargo, se nota que saben contar historias sin guiñar mimos a nadie, lo que les ha valido su contrato para la siguiente entrega de este superhéroe, que crece con esta historia hasta dejar muy atrás a Iron man o al hombre de acero. Ya va de salida y tal vez no sea fan, pero si la ve, no se va a arrepentir, el relato lo mete de lleno al filme.
No es ningún cómic, pero tiene muchos elementos de ello: el filme Noé. Lo extraño es que se trata de una historia bíblica, lo que querría decir seria y, aunque mitológica (sin criterios de veracidad), debería ser creíble. Pues no lo parece, dudo que alguien pueda llegar a darle alguna credibilidad, sobre todo si tiene educación religiosa, pero pensemos que aun los textos bíblicos que han sido filmados -que son muchísimos- son interpretados y expresados por sus realizadores; posiblemente por eso, el director Darren Aronofsky, tradicionalmente muy profundo y personal en sus temas (Pi, el orden del caos; Réquiem por un sueño; La fuente de la vida; El luchador; El cisne negro) se ve desencajado, fuera de lugar en una historia muy criticable porque es de todos conocida. Sin embargo, los añadidos surreales que se dejan ver en la película no son tanto fantásticos o de aventuras sino que pretenden la desmitificación: no se trata de que tengamos que ver siempre a Noé como un patriarca, tal vez lo mismo tiene, también, de fanático; tal vez no se trata del líder que conduce sino que existen problemas disfuncionales entre su misma familia.
Pienso que reflexiones similares son las que intenta poner en juego Aronofsky, y que pueden resultar interesantes toda vez que los episodios bíblicos tienen mucho de épicos. El problema -me parece- es que los episodios de principio religiosos quedan en un segundo plano y dan lugar a reflexiones que, si bien no son actuales y pudieron estar presentes en esa etapa, varios milenios atrás, en esta cinta se van volviendo pesados, le dan otra identidad a las situaciones narradas y lo bíblico empieza a desconectarse y, con ello, el filme a derrumbarse, no sólo por la presencia de ángeles que parecen Transformers, o la presencia de una esposa muy del siglo XXI, sino porque ya no sabemos si la misión de Noé es cumplir la voluntad de Dios o si se va volviendo intolerante. Por supuesto, una película desafortunada a la que más valdría tratar como cómic que como algo epistolar.