Cultura

¿RELACIÓN O RECREACIÓN?

Marialba interrumpe su alocución informativa. Participa a su audiencia el apremio que la impone su fisiología metabólica. Los abuelos se sujetan los estómagos, abatidos por la risa ante tan chispeante interrupción. Se han quedado a medio-hilo del capítulo cotidiano, empezado por los tirones de su madre para peinarla y sus promesas de pulseritas, de propia manufactura y diseño, a sus condiscípulas de tercero de kínder.

Ciertamente, con menos de cinco años de edad, el campo de la memoria de Marialba está muy yermo, de aquí la desbocada imaginación en su recuento temático y la habilitación doméstica del contexto. Tajante una primera conclusión: Marialba nunca conocerá la carencia de verbo; el futuro de la inhibición es poco alentador.

Tras décadas —sin recurrir a los hermanos alemanes Grimm, Jacob y Wilhelm—  perviven, tan solo en las letras, ejemplos riquísimos de imaginación creativa, apuntaré tres por mera holgazanería: “Alicia en el país de las maravillas”, del escritor británico Lewis Carroll; “El maravilloso mago de Oz”, del autor estadounidense Frank Baum; y “Veinte mil leguas de viaje submarino”, del francés Julio Verne.

La maestra del Taller de Escritura Creativa, sentencia con carácter de mantra: ‘Recordar para recrear, sin memoria no hay escritor’. Le pide al alumnado internacional variopinto, reunido mediante el zoom, una o dos palabras, chateadas, para recordar o etiquetar su infancia. Priman la desilusión y la desesperanza —arrasamiento de pasado y futuro—, un poco la nostalgia y la añoranza. «¿Y el amor?, no necesariamente el romántico», pregunta extrañada la monitora con más de dos décadas de experiencia docente, presencial y virtual.

En los breves ejercicios, no mayores a cinco líneas, por parte de talleristas cuyos rostros y cabelleras permiten aventurar un promedio de edad en la cincuentena, por darle peso a las treintañeras, prevalecen las relaciones o relatos, no las recreaciones. Tal es el caso de “Aratiri”, estrenada el viernes 10 de marzo, en el Foro Escénico del Museo de la Ciudad, con un recurso poco frecuentado en la danza-teatro, el teatro-danza: retraer el pasado, por lo menos un pedacito, mediante la telepatía, sin espiritismo ni paranormalidad, aunque pudieran emparentarse.

Esta creación escénica casi deslumbra, descontando posibilidades de superación, por el acierto en su producción general y no podría ser menos por la plantilla de artistas conjuntada y aprovechada. Sin embargo, con todas las deficiencias de la subjetividad, destacaría el tino de encargar a la bailarina Irma Monterrubio Olalde el personaje protagónico, y a quienes tengan responsabilidad por la escenografía. La visualidad plástica se antoja reforzada con el vestuario que mucho remite a la cuera tamaulipeca, contra la que mucho se dispara el penacho de ‘pielroja’ asentado en el imaginario nacional mexicano.

Cofirmando el guion Raúl Aranda-Lee y Citlali Zamudio Niño, ejecutante egresada del Colegio Nacional de Danza Contemporánea, no es de extrañar que donde más sucede la recreación de “Aratiri” es en el ámbito coreográfico.

Con ganas de poner el frijol en el arroz o hacerla de ‘chinga-quedito’, se podría reprobar el pleonasmo del título: “La noche oscura”; ¿qué noche no lo es?, ¿cómo puede haber noche sin oscuridad? (Espero que este texto no caiga en manos de un lapón, ni que se lo pase a una lapona.) La ambientación de ritualidad desde antes de la tercera llamada, se mantiene hasta el final sin sobre ponerse al tema de la trama, tampoco perderse con la danza acrobática mediante telas. Un punto que suele fallar u ocurrir con deficiencia, el manejo grabado de voces en off, no fue el caso de “Aratiri” ante una concurridísima asistencia enriquecida por integrantes del arte y la cultura queretanos.

Fechas restantes de la temporada de estreno: 30 y 31 de marzo y 1 de abril.

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