Super 8
Por Juan José Lara Ovando
El formato súper 8 era en los años 70, el más accesible para filmar por su tamaño cómodo y su rollo de película económico, lo que se llamaba dado todo su sentido: casero. Desde luego, tenía sus inconvenientes en el constante movimiento de la cámara, que difícilmente se fijaba y había que grabar sin cortes, lo que dificultaba el montaje.
Aún así favoreció el surgimiento de muchos cineastas que encontraban la posibilidad de filmar y experimentar con ello, practicando con medios económicos personales. Entre esos jóvenes se encontraban Steven Spielberg, J. J. Abrams y Matt Reeves, que vuelven a unirse para rememorar juntos a través de esta película y con un relato muy afín a los tres.
Dicho relato de aventuras infantiles, extraterrestres y jóvenes cineastas, en este caso, niños es el de la película Super 8, que se centra en el verano de 1979 (precisamente en un momento del que se dice se cortó una relación con la sección, encargada de la información y evidencias de extraterrestres), cuando un grupo de amigos de un pueblecito de Ohio se disponen a hacer una película de zombis.
Mientras ruedan su film, por supuesto en ese formato, son testigos de un catastrófico accidente de tren y, tras librarse ellos mismos por poco, uno de ellos descubre que no fue un accidente. Poco después, comienzan a sucederse en el pueblo una serie de extrañas desapariciones y de sucesos inexplicables, que llevan a la militarización de la zona, e incluso el sheriff intenta descubrir la verdad, al tiempo que los chicos van haciendo lo mismo.
Una escena preciosa es la de la chica (Elle Fanning, también preciosa) con maquillaje de muerto viviente pregunta al chico que tiene delante (Joel Courtney, que lleva el rol central) cómo tiene que hacer de zombi. Él no sabe que contestar porque lo pone nervioso, dado lo enamorado que se encuentra de ella, pero ella se acerca coqueta para simular que le muerde el cuello, simulando algo que a los adultos tal vez no les saldría tan natural.
La escena anticipa lo que con los sueños se puede lograr, que también pueden venir de la ultratumba, por la escena de zombis, o del espacio exterior, por la aparición posterior de extraterrestres, que en gran medida recuerda a Encuentros cercanos del tercer tipo (76) y a E. T.(82), ambas de Steven Spielberg (por lo que no me parece que puedan separarse productor guionista y realizador de Super 8), llevando nuevamente, pero sin el lenguaje amielado de Spielberg, del escapismo de la infancia y la cerrazón de la edad adulta, ésa es la admirable sensibilidad que desprende de Super 8.
Directamente esa sensibilidad procede de la empresa como del cortometraje Amblin. Que es la primera empresa, todavía anterior a los años (una década) en que se ubica Super 8. Mérito colectivo de esta cinta, así como de sus realizadores.
Pero lo maravilloso radica en la recapitulación en los créditos finales de la película casera filmada por sus niños protagonistas: maquetas de trenes que colisionan y explotan, efectos especiales de andar por casa y zombis cortesía de un producto químico, cúmulo de subgéneros y referencias sin despegarse de la inocencia innata de toda cinta casera, eso es, pero que además conforma un relato que tanto se puede seguir como anticipar, pero sin dejar nunca de sorprender, en su recreación y sencillez.
Desde luego, estos realizadores ya para principios de los 80, habían filmado algo en dicho formato y, además, ya habían recibido el encargo de su cuate Spielberg, muy famoso y adinerado entonces, de montar películas caseras para su restauración. Es decir, entre ellos se reunía, el gusto por el cine, la camaradería y el espíritu experimental.
Casi tres décadas después, Abrams encuentra en su último trabajo ese punto de intersección ideal que concilia la sensibilidad, la inspiración y el relato que no había podido mostrar en la pantalla grande, pues sus antecedentes son escasos y poco serios no ha pasado de Misión imposible III y la nueva versión de Star Trek. XI), aunque en televisión ha logrado ser más brillante por sus series y programas, por supuesto lo reconocidísimo es Lost (Perdidos, 04-10).
En cuanto a Reeves, se mueve en el medio del cine y la televisión pero ha sido más ayudante de sus cuates y productor, lo poco que habla de su dirección es la serie Cloverfield (Monstruoso, 08 y de la que ya viene la segunda parte para este mismo 2011), y una película poco conocida como Déjame entrar (10). Pero Super 8 no es un homenaje, sino una especie de rememoración creativa. Mas es muy cierto que Abrams si forma parte de esa complicidad y ha sabido reproducido formulándola nuevamente como si fuera serie B (cine o televisión para adolescentes, que por el modelo del formato, es muy común a esa serie).
No sólo eso, similar a las producciones de Spielberg, la película que comentamos también tiene cierta similitud a éxitos de este genio de las maravillas cinematográficas, como Los Goonies (Donner, 85), pero a la vez tiene paralelismo con otras películas que para nada tienen ese antecedente, aunque si, tal vez, la influencia de este millonario cineasta, como es el caso de The host (Joon-ho, 06), al reproducir clímax y terrores subterráneos procedentes de Seúl. Eso es lo que le da más identificación con el cine de aventuras y de terror, filmar además de que sigue una línea fiel en el relato filmando en versión de segunda dimensión, o sea más verosímil y, a la vez, desechando la tercera dimensión.
Super 8 es una calculada operación nostálgica, pero también una mirada menos amable de la visión de Spielberg (ése es su valor), donde las conexiones no necesariamente se establecen con seres adorables y entrañables, alejado del aletargamiento y la desazón de Inteligencia artificial (01). Es en ese momento donde el discípulo se acerca más al maestro. Vale la pena, pero tampoco espero la obra maestra.