Cultura

Un crimen de Estado

Por Juan José Lara Ovando

Una de las heridas más graves del sistema político mexicano es el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato a la Presidencia de la República en 1994, un personaje que se consideraría intocable y todopoderoso pero cuyo crimen, como casi todos los de importancia política en México, no sería aclarado nunca (al menos hasta ahora). Ésa es la veta que explora la película Colosio. El asesinato, donde con franqueza se indica que fue un crimen de Estado, contrariando la versión oficial, de que no fue así, sino que el asesino actuó solo y por motivos propios.

En México nadie paga por sus crímenes es el punto de partida de esta película, no sólo por el caso de Colosio, ni por el del cardenal Posadas Ocampo, como tampoco por los de Tlatelolco en el 68; pero eso no se debe a que no haya culpables, sino a que hay muchos que quieren borrar las pruebas porque se juegan muchos intereses, incluso institucionales.

A nivel popular no hubo aceptación de la tesis del asesino solitario, nadie se tragó ese cuento, como tampoco el de que el asesino y el preso fueran la misma persona. Para la gente común Mario Aburto Martínez, el asesino de Colosio, dejó de ser el mismo que se vio en la televisión en todos los noticieros que transmitieron el asesinato y su intento de linchamiento, con el que apareció al día siguiente ingresando a la cárcel. Además siempre quedó en el pensamiento colectivo la idea de que el asesino intelectual era o estaba relacionado con el Presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari. Los tres casos son supuestos que intentan demostrarse en la película, sólo que ésta parte de una precisión, se trata de una historia de ficción, es decir, reconstruida con suposiciones no demostradas sobre un caso real.

El hecho de que sea ficción le resta validez a la película como documento histórico pero le da sentido como thriller político, es decir, se vuelve más interesante el filme como historia creada que tiene valor cinematográfico al seguir un hilo conductor y resolverla de manera eficiente y ágil, que es lo que el director Carlos Bolado (Promesas, 01; Bajo California. El límite del tiempo, 98) logra a la perfección y vuelve a mostrar que es uno de los grandes directores que hay en nuestro país, pues logra armar la película de manera atractiva, el guión compendia de manera eficaz la información extraída del largo expediente Colosio y logra muy bien su propósito al denunciar el papel del Estado, lo cual es un logro extraordinario y sin antecedentes en el cine mexicano. Aunque hay algunos elementos melodramáticos

La ficción se sostiene en la forma en que está construida la película, sobre una historia no real para reconstruir los hechos, como es el caso del personaje que lleva la investigación paralela y su esposa, pero con argumentos y circunstancias que pueden ser ciertos, como el recorrido tan rápido y relativamente fácil que hace Aburto para llegar a Colosio en Lomas Taurinas y los personajes encargados de la seguridad del candidato en ese lugar, entre los que aparece, aunque sin mayor importancia en el filme, Othón Cortés, a quién se acusó de hacer el segundo disparo, como se dijo inicialmente en la revisión médica, declaración que posteriormente retiró el mismo médico, quedando en el reporte que solamente se realizó un disparo. E incluso algunos hechos tienen paralelo real, aun cuando no fueron muy difundidos, porque en Tijuana hubo un director de policía, José Federico Benítez, que estaba haciendo una investigación paralela a la oficial y que fue asesinado antes de presentar su informe.

Lo que sale a relucir de todo esto es la impunidad y la corrupción con que se actuó desde las esferas más altas del poder político. La película es verdaderamente aterradora al mostrar al Estado como el creador maquiavélico tanto del crimen político más grave en la historia reciente del país, como al mostrar de manera implacable el manejo de todos los hilos pasando por encima de los involucrados, las instituciones, la población y la opinión pública. Los funcionarios a cargo del Estado pueden convertirse en verdaderos monstruos que harán lo que consideren para que la estructura estatal se mantenga. De esa manera se protege la figura presidencial (nunca aparece el Presidente de la República), se somete a un magistrado, se desaparecen todas las evidencias (lo que implica asesinar a los que participaron en el complot y a los que investigaron lo sucedido y se crea otro asesinato político de Estado, el del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, aquí ubicado como el licenciado).

Los personajes de la película están perfectamente logrados: el monstruoso y enigmático doctor, genialmente interpretado por Daniel Giménez Cacho, supone al jefe de asesores José María Córdova Montoya; Odiseo Bichir interpreta también magistralmente al licenciado (Ruíz Massieu); José Sefami interpreta al magistrado y subprocurador especial, Miguel Montes Aguilar, que fue el encargado de dar el informe de la investigación sosteniendo la tesis del asesino solitario; Emilio Echevarría, magistral en un pequeño rol, el de don Fernando, nada menos que el ex secretario de Gobernación y ex militar, modernizador de los archivos policiales, Fernando Gutiérrez Barrios.

Quien aparece muy poco y no alcanza mayor importancia, principalmente porque no tiene un diálogo, es el medular de la historia, Colosio, interpretado por Enoc Leaño, muy parecido, al igual que Ximena González Rubio, que interpreta bastante bien, aunque sólo salga un par de escenas, a Diana Laura, la esposa de Colosio; Harold Torres tampoco tiene parlamentos pero aparece abundantemente como Mario Aburto o José Sánchez o Felipe Gutiérrez; en una escena José Eduardo Rodríguez interpreta a Raúl Salinas de Gortari y de espalda y de perfil aparece sin diálogo Carlos Salinas (Nando Estevané). El resto del elenco está encabezado por José María Yazpik, Kate del Castillo, Dagoberto Gama, Karina Gidi, Tenoch Huerta, Luis Ernesto Franco, Miguel Rodarte, Gustavo Sánchez Parra y Claudette Maillé.

En conjunto me parece el mejor reparto en una película mexicana en los últimos 20 años, a pesar de que el papel de Kate del Castillo no está bien logrado, más por problema de guión, es una periodista más preocupada por su embarazo que por comunicar lo que sucede. Estos tintes de melodrama, que incluyen su muerte y que su esposo Andrés (Yazpik) se entere que estaba embarazada, pueden salir sobrando, lo que implica algunos tropiezos en el drama pero el objetivo de denuncia está perfectamente bien logrado, en eso es una de las mejores películas o thrillers nacionales, incluso cuando confirme como resultado que los hechos ya los sabíamos todos. No se la pierda, sobre todo porque estamos en tiempos políticos y siempre es interesante tener una referencia, qué mejor que ésta.

 

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