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EL TEATRO DEL CUERPO Y LA TRANSDISCIPLINARIEDAD

Compañía Oswaldeen organizó el II Encuentro de bailarines profesionales en el Danscoreo
Studio, los días 14 y 15 de octubre. Las actuaciones de Ana Aboytes y Marlene Casillas me han
provocado varios cuestionamientos y reflexiones, particularmente la primera, pues la segunda
ha sido la primera vez que presencio su desempeño dancístico. Para los tiempos vigentes, con
el reclamo vivo y sentido de la visibilización femenina, el título de la producción artística es
inexacto: sendas actuaciones unipersonales las realizan dos mujeres, es decir, bailarinas no
bailarines. Culminaron su presentación con una improvisación a dueto y un conversatorio con
el escaso público que con manifiesto contento bien aprovechó la ocasión y la oportunidad del
reencuentro pospandémico para departir con entusiasmo antes y después del programa.

Fotos: Óscar Salas Gómez

Desde sus tiempos de estudiante en el Colegio Nacional de Danza Contemporánea Aboytes
parecía abocada a las interpretaciones unipersonales: por mucho rebasa la estatura promedio
de las mujeres en México. En su graduación como ejecutante de danza interpretó una
coreografía propia. Además, la imagino inserta en el individualismo por azares del destino, por
ejemplo: hija única. Hay algo en sus modos, su socialización, que me alienta tal sospecha. Así,
su creatividad e inquietud artística encuentran las propicias condiciones de expresión y
conexión con el público mediante la proyección unipersonal, siempre con un ánimo
exploratorio y de riesgosa entereza para entregarse: «Ésta soy yo, esto siento, esto me
mueve». Con “Viento” se declara artista transdisciplinaria, diferenciándose de la bailarina, y
qué bien que así lo haya hecho, pues en este trabajo, de cocreación con Jesús Noyola,
egresado de la FBA-UAQ línea terminal en Actuación, no baila.
Estas precisión y actuación del viernes 14 me remiten y remontan a los encuentros
internacionales de Teatro del Cuerpo, que en Querétaro alcanzaron siete ediciones anuales,
hasta 2004, en el Teatro del Seguro Social por parte del Teatro Línea de Sombra, A.C.,
encabezado por Jorge A. Vargas y Alicia Laguna, y el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes
coordinado por Manuel Naredo Naredo.

Fotos: Óscar Salas Gómez


Mis referentes dancísticos, las compañías cuyas actuaciones me enseñaron a ver y apreciar la
danza, son tres. En eminente lugar está el Ballet Nacional de México, durante su vida
queretana de 1991 a 2006. Guillermina Nicolasa Bravo Canales, fundadora, directora y
finiquitadora de la compañía decana señalaba «Al público hay que darle un punto dónde fije su
atención». El estreno de “Carmina Burana”, con la Orquesta Filarmónica del Estado de
Querétaro para celebrar los 470 años de la fundación queretana, fue apoteósico: tres fechas
con el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez ocupado totalmente; el público no aplaudía,
zapateaba la duela. Tres coros y dos agrupaciones musicales rebasaban cualquier criterio y
medida de una coreografía de gran formato. Dada la popularidad —sobre todo en los
noticieros deportivos— de la composición musical, Luis Arreguín, el coreógrafo, me declaró
en entrevista: «Cualquier pen***o acierta con esta música». Conocí otros estrenos
esplendorosos, de gran formato, uno en estreno con la orquesta de Guanajuato, reponiéndose
en el Palacio de Bellas Artes: ciento quince músicos en la fosa, o casi, el piano en un palco. “Las
cuatro estaciones”, de Antonio Vivaldi, repitiendo el binomio creativo: José Guadalupe Flores
Almaraz, OFEQ y Luis Gilberto Arreguín Garmendia, BNM. El compositor ruso, aquel que hizo
furor en París con Les ballets ruses, de Sergei Dahiliev, estuvo presente, obviamente, con “La consagración de la primavera”, “El pájaro de fuego” y “Petrushka”, composiciones encargadas
a los tres coreógrafos titulares del BNM: Jaime Cuauhtémoc Blanc Zamora, Federico Castro
Castillo (“Mitos y narraciones”) y L. Arreguín, respectivamente.

Fotos: Óscar Salas Gómez


Las otras dos compañías fundadas en Querétaro que me han enseñado a observar y disfrutar la
danza contemporánea son Las Pléyades y Aletheia, cuerpo escénico de México, con Luis
Arreguín y Bárbara Eugenia Alvarado Marín como directores fundadores, respectivamente.
Un texto homónimo —no interpretado— está en el origen e inicio del proceso creativo
escénico Aboytes-Noyola. Ciertamente un trabajo unipersonal bien resulta un punto dónde
fijar el espectador la atención. Llevando al extremo la orientación de la emérita maestra Bravo,
“Viento” ofrece unas largas piernas blancas y una melena incendiaria dónde fijar la atención, o
más exactamente, por lo menos la mirada, si no es que incluso la imaginación. “Viento”, texto,
es referido como cuento. No lo conozco, tampoco su tema. Podría primar la ficción o harto
acercarse al relato. Un mérito plausible del trabajo presentado por Anaboytes Performing Arts
es la provocación y mantenimiento de la atención sobre el manejo de la utilería sin decir
propiamente nada, sobre todo la finalidad y el fin de una silla muy maltrecha: permanece su
forma pero ya no sirve para sentarse; más se prestaría para la invención infantil de una nave o
transporte.
Muy deseable la búsqueda y la continuidad de estos encuentros en el Studio Danscoreo.

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