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En las entrañas de la ciudad y su historia

Por: Roger Velázquez

El Querétaro actual es la herencia de una cultura e historia forjada por sus propios habitantes. Por ello, una leyenda podría definir más a una ciudad, que su propia realidad. El mítico túnel de Querétaro es un ejemplo de varios siglos de vida; que de ser un supuesto, ha pasado a convertirse en parte de la enseñanza formal dentro de la educación. Tiene su porción de certeza, y su grado de irrealidad.

El cronista del municipio de Querétaro desde 2003, Roberto Servín Muñoz, “amante de la historia, y de las tradiciones y costumbres queretanas”, señaló que a falta de pruebas, documentos verídicos, y un certero trabajo empírico, en caso de existir tales obras es probable que pertenezcan a la red de canales hidráulicos de la época colonial.

Este sistema abarcaría un conjunto de pozos y de canales para el abastecimiento de agua, así como ductos de desagüe. “Hay planos donde se pueden observar, y está bien definido, no hay problemas, pero de eso a que sean túneles hay una diferencia”, explicó.

Estos aljibes tenían su raíz en la acequia madre, descrita por el historiador queretano Jaime Zúñiga Burgos –en su obra “El Legendario Túnel de Querétaro”– como el centro surtidor de agua de la ciudad durante muchos años.

“Esta acequia madre se bifurcaba y regaba todas las manzanas de Querétaro (…) Había agua para todo Querétaro. Se supone que todavía había acequias menores y acequias mayores. A parte hicieron las de la cañería, pero muy rústicas, entonces eran canales (…) de un metro de altura, por una anchura de no sé, de ochenta centímetros. Unos más bajos, y otros más altos. Esos son de los que habla Jaime”, recordó el cronista municipal.

Tal estructura fungió como el suministro primordial de la ciudad durante muchos años, hasta la construcción del Acueducto, edificación que reencauzó las aguas provenientes de La Cañada.

Jaime Zúñiga escribió en su libro que esta innovación arquitectónica ocasionó dos cuestiones: “dio origen a múltiples inconformidades de los que se vieron afectados por la falta de agua en sus sembradíos, y la segunda la que convirtió en obsoletos e inoperantes a muchos de los importantes túneles que conducían el agua”.

De tal forma que los nuevos espacios vacíos, secos y abandonados, pasaron a convertirse en presuntos túneles repletos de misterios y creencias. Con el paso de los años se les modificaría, en los mitos, su procedencia y función principal.

No obstante, la acequia madre mantuvo en parte su operatividad, inclusive hasta 150 años después de la Independencia de México.

Roberto Servín Muñoz manifestó que para finales de 1950, cuando él asistía a la universidad (ubicada en la calle 16 de septiembre), podía apreciar aún los crujidos sonoros emitidos por los ductos, así como los gases desprendidos del subsuelo.

“Temprano iba uno a la universidad, a las siete de la mañana. Por la universidad pasa la acequia madre, y baja por 16 de septiembre; esa calle iba a dar a la calle de El Molino. (…) Oía cómo corría el agua, con la acequia madre todavía, cómo salía vapor de las uniones de las losas que los tapiaban».

La razón, puntualizó: el Querétaro antiguo se conservó al menos durante ciento cincuenta años. Desde el inicio de la nación, hasta 1950, todo era prácticamente igual. Así mismo, afirma que los aljibes no tenían contacto con otras localidades; el límite estaba entre el cruce de las avenidas Universidad y Zaragoza. “Querétaro no creció”, sentenció.

Vestigios enterrados

En “El Legendario Túnel de Querétaro”, Jaime Zúñiga Burgos describe de forma explícita la ubicación de diversos yacimientos bajo tierra, que han sido calificados como túneles, sótanos, fuertes y guaridas; pero que más factiblemente, son parte de las antañas acequias queretanas.

El punto de partida de los canales, convertidos ahora en túneles abandonados, es en el Convento de la Santa Cruz, con rumbo de oriente a poniente, y cuya entrada fue sellada en la década de los 50, sin registro del gestor de tal decisión.

La ruta prosigue por varias casonas de la Calle Independencia, con dirección a 5 de Mayo –en donde se considera está la zona más intrincada de los corredores ocultos– pasando por Casa de la Cultura Municipal.

El recorrido de antología continúa hacia las plazas principales, con una mención particular en la esquina de 5 de Mayo con Guillermo Prieto, al pasar justo por debajo del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Querétaro.

El trayecto se segmenta frente a Plaza de Armas, sobre la calle Luis Pasteur. Por un lado, se adquiere sentido hacia la Casona de los 5 Patios; no sin antes pasar por un sótano identificado en la colindancia entre Palacio de Gobierno y Secretaría de Gobierno.

Mientras que la segunda ramificación, toma como paisaje imaginado, una de las fachadas más memorables del núcleo de la capital: la Casa de Ecala, para girar en el andador Libertad. En este lugar se encontró un sótano con uniformes imperiales, documentos desgastados, monedas, y prensas para acuñar tales.

Entre otros descubrimientos en distintos espacios, acorde a testimonios y datos recabados, Zúñiga Burgos registra armas, lentes europeos, chapados en oro, balas de plomo y detonadores de fusiles.

El origen del mito

La leyenda de los pasajes subterráneos ha sido construida desde distintas visiones: como una red de sendas entre los conventos y seminarios coloniales –que permitían encuentros entre curas y monjas–, fosas donde iban a dar los bastardos de las religiosas, pasos y guaridas militares, cuevas repletas de tesoros y otras historias.

Sin embargo, el historiador Jaime Zúñiga considera que tales conjeturas nacieron de una ciudadanía maltrecha, flagelada por el hambre, el temor, y la precaria situación económica, acarreada por el sitio al que se sometió durante el Segundo Imperio durante 1867.

Los residentes de la época –que menguadamente salían de sus hogares durante el ataque de los republicanos a las tropas imperiales– dieron pie al cuento del recorrido bajo tierra de Maximiliano de Habsburgo, desde el Convento de la Santa Cruz hasta el Cerro de las Campanas, donde fue fusilado junto a sus oficiales Miramón y Mejía. Esto generó el resto de las confabulaciones en torno a los túneles.

“Un ingrediente resultaba indispensable: la imaginación que se agregaba a la magia y que como resultado de conocimientos parciales en lo referente a túneles y sótanos, así como escondites secretos (…) motivó a que algunos iniciaran una leyenda”, escribió Zúñiga Burgos en su libro.

El trasfondo histórico

Roberto Servín Muñoz concluye ante la cuestión sobre el trasfondo histórico de los túneles queretanos, con una respuesta que –a su percepción– resulta más congruente sobre la forma en la que se posibilitó la construcción de las acequias en la época colonial.

El cronista municipal relató cómo durante la Guerra del Mixtón –en la época de la Conquista, y a lo largo de cuarenta años– los chichimecas –tribu prehispánica de cazadores, “renegados”, e incluso calificados como “bárbaros”– afrontaron a los invasores españoles, y sus aliados de la región, los otomíes, para defender su territorio.

Los aguerridos indígenas combatieron ferozmente, para mantener erigida su civilización y su territorio. “Les tenían miedo, y decían (…) que en ese entonces Querétaro hizo su muralla. (…) Y seguramente ellos al hacer eso, hicieron algunos túneles para armarse”, finalizó el cronista.

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