EXCELENCIA PROTAGÓNICA

El no-sé-qué-que-sé-yo; tener duende; talento; carisma y otras denominaciones similares vienen a cuento cuando se trata de la exclusividad poseída por un intérprete para estar en el escenario, metiéndolo a uno, aunque permaneciendo en el asiento o butaca correspondiente al espectador. Especialmente en el canto, me parece que mejor queda ejemplificada esta exclusividad, c canciones transformadas en emblemáticas del intérprete, aunque también cabría preguntarse ¿qué habría sido de esa pieza o composición sin ese o esa intérprete?

Para ilustrar esta simbiosis de intérprete y obra, empiezo una listita con muchas perspectivas de interminable: Manolo Muñoz con “Speedy González”, Johnny Laboriel con “Rock del Angelito”, Enrique Guzmán con “Rock de la cárcel”, César Costa con “Dile que la quiero”, Angélica María con “Eddy Eddy”, Los hermanos Carrión con “Magia blanca”, Alberto Vázquez con “El pecador”, Tania Libertad con “Concierto para una voz”, José José con “La nave del olvido”, Lucha Reyes con “La tequilera”, Lupita Palomera con “Vereda tropical”, Toña la Negra con “Veracruz”, Roberto Cantoral con “Reloj”, Vicente Fernández con “La ley del monte”, Yuri con “Maldita primavera”, Monna Bell con “Telegrama”, Edith Piaf con “Non je ne regrette rien”, Charles Aznavour con “Venecia sin ti”, Hervé Vilard con “Capri c’est fini”, Gilbert Bécaud con “Et maintenant”, Charles Trenet con “La mer”, Marlene Dietrich con “Lili Marlene”, Julio Iglesias con “Me olvidé de vivir”, Joan Manuel Serrat con “Penélope”, …ilustración suficiente.
Cuando conocí a Ballet Nacional de México advertí una conjunción similar, con la actuación protagónica de Orlando Scheker en “Bastón de mando”, “Constelaciones y danzantes” y “Lamento para un suceso trágico”, también “La tambora” y “Homenaje a Cervantes”, de Guillermina Bravo; “Alabanza” y “Se necesitan dos para el tango”, de Luis Arreguín.
Con “Constelaciones…”, “Lamento…”, “Alabanza” y “…dos para el tango” empecé a alimentar la idea de intérpretes con una capacidad de proyección, de conexión con el público que hace imposible su inclusión en un coro: es imposible que no sobresalga, la fuerza de su presencia no lo permite. El personaje recibe la encarnación de tal manera que no puede vivir con la interpretación
de otro ejecutante. Al respecto, en el teatro nacional están en esta línea: Germán Robles con “La dama de negro” y “Drácula”, Claudio Brook con “El hombre de La Mancha”, Gonzalo Vega con Don Juan Tenorio, Carlos Ancira con “Diario de un loco”; en Querétaro tenemos a Wilfrido Murillo con Sancho Panza en la ínsula Barataria, y a Román García como Victoriano Huerta y Leonardo Kosta como Venustiano Carranza en “Cuarteto de pasiones”, de Javier Velázquez Jiménez.

Orlando Scheker, bailarín, reafirma la excelencia de su capacidad protagónica con “Entreyo”, de David Barrón y Bárbara Alvarado. Sin embargo, cuando en julio de 2007, en el salón ‘Martha Graham’ del Colegio Nacional de Danza Contemporánea, presencié un ensayo general, e inmediatamente me pregunté, dónde está aquella respuesta que me dio cuando le pregunté por la razón de su salida de Ballet Nacional de México: «Prefiero pañuelos en el tendido y no cojines en la arena.» Sentí gran tristeza por un estelar que pareció agotado intentando marcar pasos. Tiempo atrás, una admiradora lo describió como un ‘bello ídolo deslumbrante’. Guardé mi cámara fotográfica. Me faltó valor para encuadrarlo decadente. [Así no Orlando, así no.] El 6 de noviembre de 2010 acudí, con los dedos cruzados, al Foro del Museo de la Ciudad de Querétaro. ¡Qué solvencia y resolución para estar solo en el escenario, en todo el espacio del foro, consigo mismo!; en el ‘proscenio’, en absoluto silencio, un estornudo pa’dentro habría sido un ruidero volcánico; sin romper la cuarta pared, encaró por más de veinte segundos la muy concurrida gradería en situación neutra. [¿Ha olvidado el guion?] ¡La captura de los espectadores por parte del bailarín bordeaba el encantamiento!
La cúspide solo tiene una punta, donde caben muy pocos y pocas.
Felicidades, maestro Orlando, por el reconocimiento UNA VIDA EN LA DANZA; que la desatención y la incompetencia burocráticas no sean la razón de tu denuedo.
