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Gritos, ‘lonches’ y Espinoza Paz: el cierre de Loyola

Por: Noé Girón

En la Alameda Hidalgo, unos 10 camiones hacían fila para transportar a los asistentes para el cierre de campaña. Ningún camión traía la insignia RedQ.

En la banqueta, algunos presentes preguntaban por los camiones para ir al Centro de Congresos.

«Aquí joven. ¡Súbale que ahorita nos vamos!». En la unidad, pocas personas esperaban la partida. Abajo, hombres y mujeres con playeras que traían logotipos del PT, de Nueva Alianza y del PRI bajaban cajas y banderas de una camioneta. Antes de partir, las cajas fueron abiertas y se repartió el desayuno, el «lonche» como los brigadistas lo nombraban.

Entregan una torta, una bolsa con Totis y una manzana en una bolsa. Aparte una lata de jugo y una playera roja, con el logo del PT.

«Pónganse la playera por favor», dijo uno de los brigadistas. Una pareja con playeras de los Gallos hizo muecas, pero al final la presión remplazó a la afición.

Partimos, en el camión el cansancio de los brigadistas es físicamente evidente. Entre pláticas «Ya es lo último; llevo 2 meses sin comer en mi casa» y las risas.

Rumbo al centro de congresos, el tránsito aumentaba, una fila de autos escolta al camión. Al ver autos particulares con banderas de Loyola a los lados, los brigadistas optan por sacar una de las banderas gigantes del PT por una de las ventanas. El ascenso es largo y lento al centro de congresos; al monte Sinaí en donde la población verá a Moisés cerrando su campaña de propuestas para los mandamientos de 6 años.

Ya no son por adjudicación directa y divina. En la premodernidad, el poder emanaba de la divinidad del elegido y los mandamientos se los otorgaba la divinidad (A elección del lector).

En la modernidad, el poder emana del pueblo. Y el pueblo sube con Moisés para escuchar los mejores mandamientos; el voto lo legitima ¡Qué viva el libre albedrío! ¡Qué viva la democracia!

Al llegar a la cima, el ruido evidencía la parafernalia electoral; los gritos, las porras, el sonido oficial penetran los tímpanos. Los brigadistas parecen despertar, cuando bajan del camión, recuerdan que el mismo camión que llevó al público, los regresará y antes de descender entregan mini banderas del PT.

Justo en la entrada del recinto, los fotógrafos buscan el mejor ángulo: en el centro se encuentra el candidato Roberto Loyola acompañado de sus “apóstoles”, los senadores Emilio Gamboa Patrón, Enrique Burgos García y 10 senadores más lo acompañan. Entre el gentío, pocos reconocen al candidato y sólo cuando ingresa al salón principal la gente se junta a su alrededor.

“Yo sólo vine a ver a Espinoza Paz”

Dentro del recinto, toda la gente grita, en las gradas centrales hay una porra, en el centro otra. Al frente, el ruido oficial de una animadora cuyo audio no se distingue muy bien.

De pronto pasa “El Ánimo”, el estridente personaje queretano, cuyos silbidos y gritos (por fortuna) se funden entre la parafernalia. Por mera falta de opciones, lo único que se escucha es a las personas de los lados.

Tras un largo camino entre la multitud, Roberto Loyola por fin llega al escenario en donde es presentado por el candidato a la alcaldía de la capital, Manuel Pozo. Después, el micrófono es tomado por el dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz, quien presenta a Loyola como el candidato «probado» representante de «la locomotora imparable de este tren». Se funden los aplausos y por fin Loyola sube al estrado.

Primero presenta a los senadores que lo acompañaban, a su familia, a los jefes de sección, a su grupo de trabajo, a los empresarios que lo “honran” con su presencia y los apellidos Nieto, Torres Landa y Ruiz se hacen presentes. Al final de las élites, a los presentes mayoritarios: la gente que lo apoya.

Tras el cierre de su discurso y el aplauso multitudinario, el escenario dio paso a la presentación «especial» de Espinoza Paz.

«¿Sabe a qué hora llega el candidato?”.

– No sabría decirle joven, yo sólo vine a ver a Espinoza Paz».

Afuera del recinto, hay filas de todo tipo: para recibir botana, para recibir agua, para entrar al baño (sólo las féminas se forman). En una pantalla, se puede ver lo que sucede en el interior. El enfoque principal es el candidato, quien manda saludos a todos lados y sonríe.

Cuando se anuncia la entrada de Espinoza Paz, el furor se desata. Si con el candidato el ruido no te permitía escuchar más que a las personas que estaban a un lado, con Espinoza Paz uno sólo puede escucharse a sí mismo.

Algunas personas  abandonan lentamente el lugar. Los demás, se concentran y sacan sus celulares para inmortalizar el recuerdo. Tras un par de canciones y del agradecimiento correspondiente del cantante al candidato, un sector de los asistentes sale.

Mientras caminan por el Centro de Congresos, una estrofa de Espinoza Paz taladra la cabeza y recuerda una frase propia de este contexto: «Pobre México, tan cerca de Espinoza Paz y tan lejos de Octavio Paz».

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