Todavía corre vida por las aguas verdinegras del río Querétaro, a pesar de que, desde la época virreinal, ha sufrido de contaminación y desatención. La concientización y las acciones de la sociedad civil queretana, en conjunto con la voluntad política y un estado de derecho para aplicar la ley, son los pilares para rescatar al cuerpo de agua queretano, de acuerdo con la ciencia y la historia.
Raúl Francisco Pineda López, doctor en Ciencias Biológicas y catedrático de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), sostiene que en este momento el caudal no está muerto, sino que llama a su rescate con una “visión de cuenca”, es decir, con una perspectiva que va más allá de un tramo céntrico y que involucra su origen y final.
“Río Blanco”, era el antiguo nombre que designaba al arroyo, por la pureza de sus aguas. La pureza que nació en la comunidad Atongo, en el municipio de El Marqués, empezó a opacarse en 1551. De ahí, las aguas contaminadas continuaron su curso: hacia la delegación de Hércules, a través del Centro Histórico, por Corregidora y, finalmente, unirse al río Laja, en Celaya, Guanajuato.
La conquista opaca la pureza
Las nuevas formas de trabajo que comenzaron tras la conquista, cuando se autorizaron los primeros asentamientos de españoles en el pueblo de indios de Santiago de Querétaro, alteraron la pureza del río. El curtido de pieles y el uso de pigmentos de origen vegetal y animal generaban residuos. Para los fabricantes de artículos de cuero, lo más sencillo era estar cerca del río para desechar estos residuos al agua.
Eduardo Rabell Urbiola, cronista del municipio de Querétaro, se remontó a 1654, cuando se realizó una repartición de aguas por medio de la “zanja madre”, la cual, al igual que el río, fue contaminada con el sacrificio de las reses para consumo humano y el rastro, que floreció en la ciudad. El rojo de la sangre animal, pieles y demás desechos, nadaban en el caudal.
Pero todavía en 1933 hasta en la década de 1980 se podía ver correr un río limpio. Rabell Urbiola recuerda que, durante su niñez, atravesaba el arroyo para cruzar de su casa a su escuela, el Instituto Queretano Marista:
“Era una linfa, un arroyito. En unas partes se ampliaba; en otras, se estrechaba. Debe haber tenido 15 a 20 centímetros de ancho […] Era tan bueno, que crecía el lirio acuático y había que retirarlo”.
“Yo sí vi el río con agua, a las señoras lavar la ropa en el río, a los chamacos jugar en las charcas”, rememoró. Incluso, él y sus colegas, durante el receso o a la hora de la salida de su escuela, iban a divertirse a el “Acapulquito”, una zona de charcos que ahora es el estacionamiento del colegio.
Además, narró que el clima era “bellísimo, muy bonito, completamente diferente al clima actual”. La radiación UV al nivel 12, característica de esta época, contrasta con las lluvias abundantes en la infancia de Rabell. Este fenómeno es parte del ciclo del agua y de cómo el ser humano incide en él.
Una enfermedad que evoluciona
Para Raúl Francisco Pineda López, catedrático de la UAQ, el río inició el declive de su volumen “cuando se agotaron los manantiales en La Cañada y cuando se instalaron los pozos subterráneos a lo largo de la Cañada para llevar el agua a la ciudad de Querétaro”.
De acuerdo con el experto, la sequía fue ocasionada cuando disminuyó el caudal por el exceso de extracción del agua a nivel del subsuelo y “básicamente también por la necesidad de controlar las avenidas en la parte alta de la cuenca, lo cual hizo que se construyeran dos presas, El Carmen y en Los Pirules”.
Estos problemas, además de afectar al propio arroyo y al clima también influyen en el bienestar de quienes viven en la ciudad. Desde hace 30 años, estimó Rabell Urbiola, un olor fétido se apodera de la zona alrededor de las ocho o nueve de la noche, que es cuando se aminora el movimiento automovilístico.
“Al pasar los vehículos de un lado para otro, se está moviendo esa nube en el cauce y se queda”, explicó la situación de día. Pero de noche, cuando solamente de dos a tres carros circulan por Avenida Universidad, una de las zonas donde el río sigue su curso, esa nube de vapor crece, se expande y llega a todas partes. El cronista calificó los aromas como “verdaderamente nauseabundos”.
Pero más allá de resultar una experiencia nauseabunda para el olfato, enfatizó que ese desprendimiento de gases, generados por las condiciones graves del río, conlleva daños a la respiración y a la salud en general.
Para María, vendedora de tacos en avenida Universidad, el río siempre es motivo de quejas entre las personas que circulan. Ella se dedica a vender tacos cerca de los márgenes del río, y en sus 10 años que lleva como vendedora, aseguró que la contaminación y el olor empeoran al pasar de los años.
A pesar del agua que corre en el río, expresó que hay mucha basura todavía y el olor fétido empeora en temporadas de calor. Incluso, sabe de personas que ingresan al río o salen de este, pero no por motivos de limpieza ciudadana. De esta parte, ella ha visto que solamente los trabajadores del municipio de Querétaro limpian un par de veces al mes.
Acción colectiva al rescate
Voluntad política; reglamentos y un Estado de derecho, para poder realmente aplicar la ley y que esto evite la contaminación; y una ciudadanía consciente y con ganas de tener un río limpio; son los ingredientes que Pineda López considera necesarios para la purificación del río Querétaro.
“Los ríos, afortunadamente, son ecosistemas que tienen una capacidad de autodepuración impresionante; entonces, aún ríos que se han contaminado muchísimo, como el Támesis o el Rin, se han podido rescatar, se han podido recuperar; se han podido restaurar”.
Por su parte, Rabell Urbiola indicó que culpar exclusivamente al gobierno no sería lo correcto, puesto que “todos los habitantes de Querétaro tenemos que hacer nuestra parte para que, efectivamente, el río se logre limpiar”.
Mencionó que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) ha tomado cartas en el asunto. Actualmente, es la que se encarga de bombear agua en pro del desarrollo de cultivos en el estado, operativo iniciado en febrero del año pasado, el cual mitiga una de las consecuencias de la sequía. Sin embargo, el cronista sigue a la espera de noticias sobre el río Querétaro, además de permanecer en contacto con la Comisión.
Si bien indicó que, por ley, los ríos son propiedad de la nación y gran parte de la responsabilidad le compete al gobierno federal, cada persona, desde su quehacer ciudadano y conciencia ambiental, debe contribuir a la causa. Sobre todo, las empresas privadas que constantemente descargan desechos en el río, lo que calificó como “abuso”.
“El gobierno, por más que busque resolver el río, no va a lograr nada mientras los particulares sigan abusando. Ese es el punto”.
No es una muerte, es un llamado
Pineda López indicó que el rescate del río requiere una “visión de cuenca, una visión de cómo se recupera la cuenca del río Querétaro. Para ello, actualmente hay una Comisión del río Querétaro que se restableció hace un poco más de un año, y en la cual estamos trabajando precisamente para tratar de tener ese plan estratégico que permita la recuperación no nada más del río, sino de toda la cuenca como un todo”.
En dicha Comisión que dirige el catedrático, que se trata del Centro de Capacitación en Cuencas de la UAQ, hay presencia de la acción colectiva que el cuerpo de agua necesita. Participan: el gobierno, un cuerpo de académicos, la sociedad civil organizada y los usuarios del agua de diferentes sectores.
“Me parece que la Comisión de Cuenca es el organismo a partir del cual se pueden establecer las sinergias necesarias para la recuperación del río a largo plazo”.
El cronista hizo el llamado a preferir el “mantenimiento preventivo” en lugar del “correctivo”, en cuanto a la restauración del río. “El mantenimiento preventivo puede ser caro, pero el correctivo es todavía tres veces más caro”.
Descartó alternativas como el entubamiento de ríos, que es el caso en la Ciudad de México, en donde sus habitantes “están deplorando aquella decisión”, la cual fue tomada para darle paso a los automóviles que ahora circulan donde solían correr los ríos Churubusco, La Piedad, entre otros. “Si cubren el río [Querétaro], el calor se va a volver más insoportable de lo que ya es”.

Rabell Urbiola hizo el llamado al cambio colectivo. “Gracias a este río existe esta ciudad”, dijo en vista de que todas las ciudades se han formado alrededor del río para poder beber. “Sin agua no tenemos vida […] En nosotros está que [el río] brille, luzca, con nuestras actividades diarias y nuestro comportamiento al respecto”.
Durante la época colonial, el río marcó la división entre lo que hoy es el Centro Histórico, habitado por familias españolas, y la zona conocida como “la otra banda”, cuyos habitantes eran indígenas que se establecieron en barrios al norte del caudal.
Proyectos de saneamiento
En 2020, la UAQ lanzó un programa de restauración hidrológica y saneamiento del río Querétaro, y se plantearon 50 acciones en conjunto con el municipio de El Marqués. Colocar filtros de piedra para crear un biofiltro era el principal objetivo del proyecto nacido en las aulas, tras proponer al gobierno del Marqués y el gobierno estatal el proyecto perdió fuerza y quedó inconcluso.
Grupo Hidrogeología Jurica denunció por contaminación de los drenes Jurica y el Arenal ya que se encontraba creciendo un foco de infección debido a las descargas irregulares de desechos. Este grupo solicitó a la Comisión Estatal de Aguas (CEA) una respuesta al saneamiento de drenes.
La CEA, este 2023, tiene en marcha un proyecto para sanear el río y algunos drenajes de la zona metropolitana. Actualmente, la propuesta continúa en proceso, pues se tienen que designar detalles como la inversión total, qué drenes se van a limpiar, así como las acciones concretas a ejecutarse.