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Extrañar al maestro

Cuando me recordaron, hace un mes, que este noviembre se cumplían 10 años de la muerte del Doctor Dorantes, pensé: ¡no puede ser..!  

Creo que esto pasa porque siempre ha estado presente, en Tribuna, que es su legado, en el nombre de la biblioteca de la Facultad, que me lo recuerda cada vez que paso frente a ella o paso a buscar algún libro, o cuando veo los cactus de la Facultad, que de alguna manera son también su legado pues él, justo él, los fue llevando uno a uno y los fue poniendo en lugares estratégicos.

Sin embargo, para mí su legado más importante son sus ideas. Siempre están presentes, en algunos casos siguen normando mi comportamiento y en otras casos sigo peleando con ellas. Por eso no logro extrañarlo. Porque sigue presente.

Yo llegué a la UAQ, buscando un espacio no sólo de trabajo, pues ya lo tenía, sino más bien un espacio para hacer investigación y reflexión, un lugar que fuera semillero de ideas y propuestas. Hablé un rato con el Dr. Dorantes, que era el Director de la Facultad, me ofreció una clase en la licenciatura en Sociología, la única en ese momento, en un grupo rebelde que acababa de correr al maestro titular, y acepté.

Tardé algún tiempo en poder expresar la razón por la cual acepté la propuesta, pues significaba renunciar a la institución en la que laboraba, y enfrentar una reducción salarial equivalente a la mitad. Pero lo hice casi sin pensarlo, es como si la conversación con Carlos Dorantes me hubiera hechizado, tenía esa virtud. Pero en verdad me quedé en la Facultad, porque Carlos había creado un sueño, y me invitó a participar en él, y yo creí en ese sueño y me subí al barco.

La planta física de la Facultad en ese momento, octubre de 1989, eran dos edificios, cuatro salones y un par de baños. Teníamos solamente un programa educativo, la licenciatura en Sociología, y albergábamos a la carrera de Técnico en Periodismo. Lo más parecido a un centro de investigación era un cubículo con una computadora donde trabajaba la Mtra. Reyna Moguel. Como yo quería hacer investigación, me dijo el Dr. Dorantes, pues la Mtra. Reyna trabaja sobre Sociología del Trabajo e Industria, así que tú, considerando que tenía maestría en Ciencia Política, deberás trabajar sobre Sociología Política.

Así empezó todo para mí. A principios de 1990, me pidió que organizara a un grupo de investigación con alumnos del último año de la licenciatura, para entender la vida política y electoral de la entidad. De este primer esfuerzo, encuesta incluida, salió el primer libro sobre este tema en la Facultad. Como parte del reconocimiento al trabajo, el rector nos compró una computadora. Ya había dos en el centro de investigación.

El sueño de Carlos, y al cual nos subimos todos los que en ese momento trabajamos con el él, era hacer de la Facultad un centro de investigación y de formación profesional de primer nivel, con influencia social, que sus investigaciones fueran consideradas, revisadas e incluso criticadas por los actores sociales y políticos de Querétaro, y hoy creo que ese sueño se ha materializado.

Las primeras publicaciones de la Facultad, producto de la investigación fueron en torno a la pobreza y la mendicidad, escrito por Carlos Dorantes, de Sociología del Trabajo, de la Mtra. Reyna Moguel, y posteriormente la del grupo colectivo que formamos sobre Política y Elecciones en Querétaro. Estos libros fueron solo el inicio, las ideas empezaron a fluir en la Facultad.

Todos los proyectos nacían en la oficina del Dr. Dorantes. Íbamos con él a pensar en voz alta, a rebotar las ideas, a que nos ayudara a darles forma. Quizá buscábamos su aprobación, pero creo que más bien buscábamos sus ideas. Él siempre escuchaba y sonreía, como si supera lo que íbamos a plantear, como si lo estuviera esperando.

Sin duda, estoy contando mi historia, Carlos fue como un padre intelectual para mí. Cuando llegué a la Facultad ya había escrito varios libros, pero en la Facultad, con su apoyo, con su mirada crítica, pero al mismo tiempo cálida, fui creciendo, escribiendo, formando a otros, y procurando ser para otros como Dorantes fue para mí.

Es difícil no extrañar a una persona como Carlos Dorantes, todos los días lo extraño. Suerte para él, no le tocó vivir la competencia intelectual que el SNI propició entre los investigadores, ni la supuesta calidad educativa valorada sólo por criterios numéricos. Extraño la sencilla calidez de sus palabras de aliento, la mirada plácida cuando le contaba mis miedos. Extraño sus refranes, extraño sobre todo su certeza, siempre estuvo seguro de que lo lograríamos. Lo extraño mucho, pero al mismo tiempo no lo extraño porque siempre está presente su obra, su legado.

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