18 de marzo
En esta semana estaremos celebrando, o al menos, recordando que se cumplen 81 años de la expropiación petrolera. Esa hazaña surgida como respuesta a varias dinámicas:
- Las empresas de hidrocarburos se negaron a acatar una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde se les ordenaba aumentar los salarios a sus empleados y hacer esto con retroactividad;
- Autovenderse el petróleo mexicano a un precio mucho menor, así las ganancias se registraban en sus países de origen y no en México, por lo cual pagaban menos impuestos de los que debían;
- La presión que ejercieron para frenar las exportaciones de plata mexicana.
Ocho décadas después, estamos frente a nueva crisis petrolera, los riesgos, como aquel entonces no solo afectan al sector de hidrocarburos, sino que está en juego la viabilidad económica del país. Este nuevo reto, ya no es fruto de la avaricia de empresas extranjeras. Se ha venido gestando desde hace al menos cinco décadas. En efecto, mientras la producción fue abundante y extraer un barril era muy barato y fácil, no se buscó generar tecnologías propias, para que la extracción fuera menos costosa cuando las fuentes más superficiales se agotaran. Tampoco se invirtió lo suficiente en mejorar las condiciones de la refinación del crudo, por décadas, la antorcha que coronaba la refinería de Salamanca era la prueba más clara de que por falta de tecnología adecuada no se utilizaba el gas que acompañaba la refinación del crudo, simplemente se quemaba.
El compadrazgo y los favores políticos fueron engrosando la nómina de Pemex, llegó a tener hasta 3 veces más empleados de los que necesitaba una empresa de su tamaño y nivel de producción. Tampoco se previó un fondo de retiro de sus trabajadores, ahora esos pasivos laborales, tienen que ser absorbidos por las cuentas públicas.
La corrupción se enquistó de tal forma en la paraestatal, que millones de dólares desaparecieron entre la riqueza inexplicable de sus líderes sindicales, los apoyos a campañas políticas, el robo de petróleo tanto a nivel hormiga como a niveles gigantescos, el otorgar contratos inflados para la presentación de servicios como buques tanques, renta de plataformas y equipos. Finalmente y no menos importante, durante décadas el gobierno absorbía las ganancias petroleras para financiarse, lo que generó la falta de recursos para mantenimiento y modernización de equipos, sobre todo para lo que apuntábamos líneas arriba: la ausencia de tecnología propia que nos hiciera tener petróleo con menos costos de extracción.
El golpe de gracia inició en 2004 con la caída de la producción y los precios del petróleo, para el 2009 esto ya era un problema fuerte, generando que Pemex aumentara su nivel de endeudamiento. Finalmente, en el 2016, se implementaron una serie de acciones para que Pemex actuara más como una empresa competitiva, que sus decisiones fueran más técnicas y de mercado que políticas, que para ciertos proyectos pudiera aliarse con empresas privadas de tal forma que sus riesgos de inversión se minimizaran. Lamentablemente, esto vino acompañado de un fuerte endeudamiento, el cual no se tradujo en mejoras tecnológicas o de efectividad productiva. Al contrario, se hicieron negocios que resultaron en fracasos y pérdidas millonarias. Aún hay un velo de opacidad en cuanto al uso y destino de esos cuantiosos recursos. Al final del sexenio de Peña Nieto, las sies refinarías del país trabajaban a un 30 por ciento de su capacidad.
Es así como estamos de cara a estos 81 años de la expropiación. Un Pemex podrido en corrupción, ineficiente y con una deuda 106 mil millones de dólares. Es decir, hay riesgo de que no pueda hacer frente a sus compromisos financieros, esto es lo que valoran las calificadoras internacionales. Mientras los expertos señalan que la fuente de recursos está en la extracción de petróleo, el actual gobierno está empeñado en construir una refinaría que se prevé será altamente improductiva. Los mercados internacionales están nerviosos, el 18 de marzo se conocerá el derrotero de Pemex. Lo grave, es que un golpe más a las finanzas petroleras, terminará generando fuertes costos económicos y sociales para el país, y los más golpeados, serán como siempre, los más pobres.
@Luz_Azul