Cada quien sus cuentas
Pues sí, cada quien sus cuentas. En una era donde los relatos libran sordas batallas por suplantar a los hechos, resulta simpático el malabarismo al que las fuerzas políticas se entregaron luego de los resultados electorales del domingo 1 de julio. Ignorando olímpicamente los datos duros, como quien busca sacudirse las avispas a base de hashtags, PAN y PRI se esfuerzan por aparecer como ganadores.
Retuercen números, torturan estadísticas, construyen historias y comparan sus datos con lo que sea con tal de que den la apariencia de que salieron ganadores. Lo cierto es que la elección de este domingo confirmó el castigo del electorado a esa derecha bicéfala responsable de la ruina en que se encuentra el país.
Lo cierto es que el movimiento nacional que lidera el presidente de la República sumó a su haber las dos únicas gubernaturas en disputa y se hizo de dos nuevos congresos locales: Baja California y Quintana Roo. Dos de los cuatro que estuvieron en disputa. Con ellos, suma 22 legislaturas, una cómoda holgura frente a las 17 que necesita para concretar reformas constitucionales.
Cierto es también que las dos gubernaturas en disputa las tenía el Partido Acción Nacional. ¡Y todavía se atreven a decirse ganadores! Baja California es el martillazo más solemne que confirma el fin del ciclo panista. Ese estado norteño simboliza el comienzo del cogobierno con el Partido Revolucionario Institucional, en 1989, hace treinta años. Hoy lo ha perdido al obtener sólo uno de cada cinco votos emitidos allá, lo que está contribuyendo a su imparable declive. El actual presidente nacional del PAN sólo tiene una cosa qué hacer: dejar la dirigencia, como se lo está pidiendo nada menos que Ernesto Ruffo. ¿Un individuo como Marko Cortés sabrá por qué Ruffo habla con alguna autoridad?
Y bueno, el PRI, en tanto, respira aliviado por no haber perdido el registro en los seis estados donde hubo elecciones. En Baja California, que nadie lo olvide, su candidato a la gubernatura no alcanzó ni el 5 por ciento de la votación.
Es cierto que la oposición política se encuentra desencajada. Sigue desorientada. No encuentra su norte. No sabe cómo entenderse con un movimiento hecho gobierno. Más allá del buen deseo de que la oposición se enderece, por su utilidad para los equilibrios democráticas, se confirma la esperanza de que el sacudimiento político que vive el país toque fondo en favor de excluidos, desempleados, víctimas de la violencia y anhelantes de un país más justo. Más justo y en paz.