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La elefanta más triste del mundo

Aunque no se trata de un tema particularmente nuevo, cada vez tiene más alcances la reflexión y problemáticas en torno a nuestra relación con los animales. En diversos países, y ya alcanzó a México —por fortuna—, la tauromaquia está cada vez más arrinconada. La Plaza México no puede de momento albergar corridas de toros por orden de un juez y no creo que falte mucho para que de una vez y para siempre la fiesta brava desaparezca.

En tuiter, sin embargo, me entero de que fue cornado un matador y que se encuentra en terapia intensiva. Una usuaria (en España) afirma categórica que “ningún toro vale más que una vida humana”. Podría ser cierto (y acentúo el uso del condicional) para los humanos y sería sin duda falso para el mundo de los vacunos, de los toros y de los animales. Pero a lo largo de los siglos hemos ‘aprehendido’ que los únicos animales que socializan, tienen comunicación, sentimientos y raciocinio somos los seres humanos. Acaso se trate de una tradición que viene de la fundamentación religiosa de la humanidad. La idea de que “Dios creó al hombre (sic) a su imagen y semejanza” nos pone automáticamente un peldaño arriba, o varios, de cualquier otra especie. No es un problema solamente filosófico porque luego llegan los asuntos concretos.

Escojo el caso de la elefanta Ely, víctima involuntaria de la disputa política. Ella vive en el zoológico de Aragón en la Ciudad de México, adonde fue llevada luego de ser rescatada de un circo. Está bien documentado por especialistas que la elefanta vive bajó estrés y tristeza permanentes.

Una organización solicitó su traslado a un santuario en Brasil, pero las autoridades de la Ciudad de México o no han querido o no les importó lo suficiente el bienestar de la elefanta; ahora, desgraciadamente, se convirtió en un tema político. Entonces, difícilmente veremos a la jefa de gobierno de la Ciudad de México hacer algo por Ely, de quien dice, se están agarrando sus adversarios para atacarla, encandilada como está por los presidenta que le regalan en sus fines de semana de gira.

Pero no es la única responsable. La misma organización que busca mandar a Ely al santuario tramitó un amparo. La juez de distrito que llevó el asunto consideró, luego de una inspección ocular que la elefanta se encontraba en un espacio idóneo, que tenía juguetes y estaba bien alimentada y con los cuidados debidos. Veremos si en la revisión los magistrados del tribunal colegiado son un poco más cuidadosos y, al menos, escuchan a expertas en el tema.

Acaso sea un poco coyuntural pero igualmente hay solicitudes para que el canciller Marcelo Ebrard intervenga. Él dio el sí por tuiter, pero fuera de eso, aún no se sabe si gestionará o no lo necesario para transportar a Ely. De paso podría anotarse una victoria política. Aunque justamente es ahí donde hay intereses de quienes no quieren ver a la elefanta dejar el país.

Aunque no se puede esperar mucho de una política encandilada, podremos acaso, confiar —otra vez— en una resolución judicial o en la -acaso- buena fe de otro competidor político. Convertida en botín, objeto de disputa y regateos, Ely, desesperanzada, muere de tristeza.

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