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Querétaro; un lugar peligroso para las mujeres

En Querétaro el pasado viernes 8 de marzo después de una nutrida marcha y una muy exitosa convocatoria, colectivas feministas decidieron darse cita por la noche en un lugar en el centro. La convocatoria titulada “Pañuelooza” especificó la importancia de generar un espacio exclusivo para mujeres en un lugar privado. Haciendo caso omiso, un grupo de varones irrumpieron en dicho espacio y según el posicionamiento de la Colectiva Graveolens: “(comenzaron) a amedrentarnos y violentarnos física y psicológicamente a través de golpes y frases como ‘por eso las violan’”.

Suele decirse que la zona del bajío es una de las más conservadoras del país y se pueden presentar algunos elementos empíricos para demostrarlo; el arraigo religioso en gran parte de la población, los sondeos de opinión en temas de derechos humanos y la alta votación por partidos más cercanos a los valores “tradicionales” son un buen indicador de ello.

Es por esto que cuando aparece un nuevo actor (¿actriz?) político, suele ser recibido con desconfianza y muchísimo recelo. Los grupos y colectivos feministas no son una novedad en la entidad, hay mujeres que han puesto sobre la agenda el tema de sus derechos desde hace años y han encontrado –en mayor o menor medida- un eco institucional; hoy en día tenemos dependencias públicas con el trabajo específico de resguardar su vida y sus derechos. No obstante, la fuerza que han tomado “las colectivas” (como les gusta nombrar a sus propios grupos) en las calles, es notorio; los pañuelos verdes –símbolo del derecho a decidir y la despenalización del aborto- han aparecido en universidades, instituciones públicas, centros privados, colonias, en grupos de diversidades sexuales y hasta en las familias de mayor abolengo y rancias costumbres.

Los movimientos internacionales en medios masivos de comunicación y el súbito toma de conciencia de las mujeres ha roto el silencio de millones de víctimas y han demostrado que la violencia de género es una pandemia en la que Latinoamérica es un foco rojo en el que México es el epicentro.

Verlas en las calles de cientos de ciudades, marchando, es una afrenta al patriarcado; ataviadas como se les viene en gana, ocupando la calle, gritando consignas, bailando con desparpajo y sosteniendo sus pancartas, hablan por los siglos de silencio y violencia machista. Es muy probable que hayan incomodado a más de un varón y ese precisamente es el objetivo; estar presentes y denunciantes frente a un sistema político que, literalmente, las está desapareciendo.

En Querétaro el pasado viernes 8 de marzo después de una nutrida marcha y una muy exitosa convocatoria, las colectivas feministas decidieron darse cita por la noche en un lugar en el centro para reconocerse y poder establecer vínculos entre ellas. La convocatoria titulada “Pañuelooza” especificó la importancia de generar un espacio exclusivo organizado por y para mujeres en un lugar privado. Haciendo caso omiso a las normas impuestas por las organizadoras, un grupo de varones irrumpieron en dicho espacio y según el posicionamiento de la Colectiva Graveolens: “(comenzaron) a amedrentarnos y violentarnos física y psicológicamente a través de golpes y frases como ‘por eso las violan’”.

Una de las consignas que han utilizado más a menudo los grupos feministas y de las diversidades sexuales es: “Ninguna agresión sin respuesta”, y fue por eso que la Colectiva Graveolens junto con el Colectivo de Litigio Estratégico e Investigación en Derechos Humanos (CLEIDH) presentaron las denuncias respectivas y una queja ante la Defensoría de Derechos Humanos de Querétaro. La intervención del Instituto Queretano de las Mujeres fue también un factor para que se integrara una carpeta de investigación y que la fiscalía se pusiera a trabajar en el tema con toda la premura.

La primera detención por el caso se hizo el día jueves 14 de marzo y al día siguiente se llevó a cabo la primera audiencia al respecto; se determinó que el imputado se vincularía a proceso por los delitos de violencia de género y discriminación. También se establecieron algunas medidas cautelares como la prohibición de abandonar la ciudad y no acercarse a ninguna mujer durante el desarrollo del procedimiento. Las autoridades todavía están buscando a los otros dos agresores señalados.

El antecedente que está dejando el caso es muy interesante; por un lado establecerá un precedente en torno a la seguridad de las mujeres mientras ejercen su libre derecho a reunirse y manifestarse, pero sobretodo tiene que ser un parteaguas para repensar en las millones de agresiones silenciosas y sistemáticas que viven las mujeres en el hogar, en las calles, en los centros de trabajo y hasta en sus espacios separatistas de recreación.

Según la ONU, en México asesinan a nueve mujeres todos los días y en gran medida esta alarmante estadística se debe a la falta de capacitación del funcionariado para prevenir y sancionar casos de esta índole y por una sociedad apática que todavía no alcanza a dimensionar el tamaño del problema.  Tenemos que entender que no hay puntos intermedios; se está con las víctimas y se exige justicia o se está con los victimarios y se brinda complicidad. No hay más.

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