El último arrebato

Traspaso del liderazgo

Con las cuantiosas y (algunas) muy poderosas estructuras territoriales conquistadas en cinco años, el obradorismo multiplicó sus recursos y capacidad de movilización en el plano local. Lo hizo en muy poco tiempo y en potente dinámica de acumulación (de cero pasó a 23 estados), a pesar de remar con el aparato mediático privado abiertamente en contra. Para cosechar estos frutos, a Morena le ha sido esencial la presidencia y la capacidad de convocatoria de su caudillo.

Dado que Andrés Manuel López Obrador ha anunciado su súbita desaparición de la escena pública el año que viene, el reto formidable radica en el reparto del poder entre los diversos estratos del movimiento, mismos que encarnan los seis aspirantes a suceder al presidente de la República. De ahí la importancia de observar la forma en que se está procesando el reacomodo y, consecuentemente, el relevo tanto al interior de la organización como del gobierno federal, en el caso de que se conserve.

El alma del movimiento es confluencia de variadas luchas que provienen de los años 80 del siglo pasado, incluso de más atrás. Con la solidez de al menos treinta años de travesía por el desierto, notables batallas perdidas y algunos triunfos, el presidente desarrolló la fuerza necesaria para reunir los tres tipos puros de dominación: carismático, tradicional y burocrático, y entre ellos el primero resulta el más complejo, pues está indefectiblemente ligado a la persona del líder y tiene un rasgo esencial: no es heredable.

El proceso interno que vive actualmente Morena es una operación de traspaso del mando a líderes intermedios, que abiertamente se están disputando las estructuras territoriales y partidistas. Pudiendo haberse reservado su inclinación in pectore y en su momento habilitar a algún Fidel Velázquez para el “destape”, era para el líder máximo muy necesario que el público observara cómo esos líderes intermedios andan de reflejos, qué tan resistentes están para las faenas a la intemperie, qué tan diestros son para los navajazos (sobre todo los de casa) y cómo construyen sus alianzas adentro y afuera.

Dado que para eso fueron lanzados a la calle, de este proceso saldrá Morena con varias tribus, al menos cuatro liderazgos (más los dos de sus partidos aliados) que serán, en realidad, las nuevas sectas que acabarán agotando al obradorismo. No es muy difícil deducir el sitio que en el ánimo del presidente tienen la ex jefa de gobierno y el ex gobernador de Tabasco, de ahí que en el curso de las próximas semanas el público amplio esclarecerá si los amagos del ex canciller eran recursos de posicionamiento, reflejaban celo genuino por la legalidad o eran parte de su cálculo para incrementar su fortaleza negociadora de cara al eventual reparto del poder.

Es complejo el escenario pues se trata de una situación inédita: Morena es un movimiento que acabó imponiéndose por la vía electoral, es un partido en construcción y su liderazgo real es ejercido por un hombre con la investidura de Jefe de Estado que, evidentemente, se reservó para sí el derecho a dirigir y fortificar su movimiento desde la trinchera presidencial. No es poca la capacidad de maniobra que ha concentrado en cinco años, pese al real acotamiento de sus capacidades administrativas y políticas por parte de poderes constitucionales y de facto que abiertamente lo combaten.

En la primera mitad de septiembre los dos principales bloques electorales darán a conocer a sus respectivos candidatos presidenciales, bajo denominaciones igual de eufemísticas, y vendrán campañas de guerra total como corresponde a cualquier contienda democrática dotada de una alta dosis de incertidumbre institucionalizada. Dos encuestas divulgadas en los últimos días de julio dan ventaja amplia al movimiento obradorista: una le da una preferencia bruta de 54 puntos y efectiva de 60; la otra le otorga 49 puntos, en tanto que al PRIAN, 19, y a Movimiento Ciudadano, 7. Por cierto, la modalidad de participación de este último, así como la irrupción electoral de la ultraderecha vía alguna candidatura independiente, ejercerán influencia decisiva sobre la suerte del movimiento social triunfante de 2018 y definirán el escenario que marcará el siguiente sexenio.

Estos números son el pulso de este momento, cuando aún no están resueltas las competencias internas ni está claro con qué desgastes llegarán a diciembre los diversos competidores. Faltan las campañas, la presidencial y las locales, que esta vez tendrán sobresaltos de pronóstico reservado, pues buena parte del combate se centrará en la integración de las cámaras legislativas y en la disputa territorial de nueve entidades (seis en manos del movimiento: Ciudad de México, Chiapas, Morelos, Puebla, Tabasco y Veracruz; dos en manos del Partido Acción Nacional: Guanajuato y Yucatán, y una más en manos de Movimiento Ciudadano: Jalisco).

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Un comentario

  1. PREGUNTAS al sociólogo de la UAQ, Efraín Mendoza Zaragoza:

    –¿Otra vez necesitamos un caudillo y no un demócrata en el siglo XXI?

    –¿Traspaso del liderazgo?

    –¿Nuevo reparto del poder de la nueva cúpula partidista morena, semejante a los viejos partidos tradicionales?

    –Si el poder carismático no es transferible, ¿sí lo es el poder tradicional y burocrático?

    –¿Cómo se mueven esos líderes morenos, tradicionales y burocráticos los más, que buscan su rebanada del pastel del poder?

    –¿Nuevas tribus y sectas del obradorismo, como antes del perredismo, que igual están pervirtiendo lo mejor del movimiento de la llamada 4T?

    –¿No son graves y son inexistentes las denuncias de Marcelo Ebrard de los vicios e ilegalidades cometidos al interior del partido en la lucha por la sucesión presidencial y el reparto del poder?

    –¿Es normal y democrática la concentración del poder político en manos del patriarca y la edificación de su cuarto de guerra en palacio nacional para combatir abiertamente a todos sus enemigos identificados reales e inventados?

    –¿Hay que tragarnos todos (las instituciones, los partidos y los ciudadanos) la simulación generalizada de llamar de otro modo las claras violaciones a las leyes electorales y constitucionales?

    –¿Y si el patriarca no conserva el poder con sus corcholatas? ¿Y si el movimiento obradorista no gana? ¿Qué puede suceder si pierde democráticamente con la oposición?

    –Dado que la contienda democrática es la guerra total democrática, “dotada de una alta dosis de incertidumbre generalizada”, ¿Morena sabrá ganar y sabrá perder democráticamente?

    –¿No preocupa el crimen como factor político?

    –¿En verdad hemos vivido un cambio con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador o la reproducción del viejo sistema político con el presidencialismo elevado al máximo por el patriarca del poder?

    –EMZ, ¿del sociólogo del conocimiento crítico al intelectual orgánico de la 4T? ¿De la mirada crítica a la mirada ideológica partidista?

    Duele el país, antes y ahora, ayer y hoy. Duele.

    Atentamente,
    Julio Figueroa
    –Palabrero ciudadano democrático, dubitativo y falible.

    Qro. Qro., jueves 24 de agosto 2023.

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