Jicotes

LAS ISLAS MARÍAS

LAS ISLAS MARÍAS (I)

Me pongo de pie y aplaudo, no con un aplauso convencional sino hasta que se me enrojecen las palmas, por la magnífica decisión de López Obrador de cerrar las Islas Marías para que dejen de ser prisión y convertirlas en un centro cultural y de investigación. Antes de que mis amigos especulen sobre la posibilidad de que además de estar en la nómina del gobierno del Estado también me mochan en el gobierno federal, quiero decirles que he estado en dos ocasiones en las Islas Marías, nunca purgando ninguna condena sino como académico y funcionario público. Lo aclaro por si las dudas. Mi interés por el archipiélago es de muchos años.

En el siglo pasado, se lee más impresionante, con motivo de la fuga de unos reos de las islas, se formó una comisión de investigación sobre las condiciones de seguridad de la prisión. Me apunté como candidato, no tanto por mi interés en el penal sino porque quería entrevistar al poeta Silvestre Revueltas que ahí estaba preso. Salimos en barco de Mazatlán, en el trayecto platiqué con el viejo párroco de la Isla, llamado cariñosamente “El padre Trampitas”, Le pregunté que después de convivir tantos años con delincuentes cuál era su opinión sobre la pasta humana. Palabras más palabras menos me respondió: “Delincuentes o santos hay dos fuerzas que son motores poderosísimos en el ser humano: la sexualidad y la búsqueda de la libertad”. Continuó. “La sexualidad en un isla alcanza niveles de paroxismo. Un ejemplo. Había un colono (así se le decía a los reos) que era un artista. En las noches de luna con agua de mar y arena hacía una mezcla más o menos sólida y esculpía una mujer hasta casi el amanecer. Luego se desnudaba, la acariciaba, se masturbaba y acababa sobre ella hasta que no quedaba nada que pareciera una figura humana”. “El anhelo de libertad –agregó- no se le queda atrás. Como los colonos pueden circular con relativa libertad, de pronto alguno se interna en la selva buscando en vano una salida, Algunos mueren en la selva picados por algún bicho, otros regresan desarrapados y hambrientos. Se recuperan y lo vuelven intentar hasta que ya sin razón se lanzan al mar y mueren ahogados o comidos por los tiburones”. Concluyó: “La sexualidad y la búsqueda de libertad definen las característica de las Islas”.

LAS ISLAS MARÍAS (II)

El mar no es una morada sino un camino; el mar invita siempre a buscar algo por alcanzar. Cuando de lo que se trata de alcanzar es la libertad y el amor ese camino se ensancha como un horizonte, como una meta, como una obsesión. Uno de mis principales intereses era entrevistar a José Revueltas, me corrige mi amigo Augusto Isla, donde tal vez vi a Revueltas fue en Lecumberri y no en las Islas Marías. Traté de platicar con los presos políticos que se reunían bajo la sombra de un árbol. Discutían animadamente, al aproximarme pensaba cómo dirigirme a ellos. Pensé decirles. “Compañeros”, “Camaradas”, Nada de eso era cierto, simplemente quería congraciarme con ellos, de pronto ya estaba frente a frente al grupo, lo único que se me ocurrió fue decirles: “Hola poetas”. En coro y en sentido irónico dijeron: “Aquí, descansando de las fatigas del reposo”. Les platiqué mi intención de platicar con ellos, nuestro guía, un militar, en forma amable pero determinante me dijo que estaban prohibidas las entrevistas con los presos políticos. Me tomó del brazo y me condujo con el Director de la prisión, verdadero motivo del viaje del grupo. El Director nos explicó lo que había prendido los focos rojos de las autoridades, la fuga de cerca de una decena de reos. Así operaron, nos platicó. Todos los días salía una lancha de la Isla Madre rumbo a otra de las islas del archipiélago donde se realizaba un trabajo. La gasolina estaba medida para alcanzar el viaje de ida y vuelta. Todos los días un preso se robaba una jeringa de gasolina, lo hizo durante un tiempo, no se sabía si meses o años. Cuando consideró que tenía el combustible suficiente se escapó en la noche con varios reos. No se sabe si se perdieron en el mar o calcularon mal, lo cierto es que a la lancha se le acabó la gasolina cuando vislumbraban tierra. Al darse cuenta de que las olas no los empujaría a la orilla y ya amanecía, por lo que pronto serían descubiertos, se lanzaron al mar, algunos murieron ahogados y otros fueron comida de los tiburones. Unos cuantos se salvaron. El general concluyó: las Islas Marías siguen siendo una prisión de alta seguridad. Yo quedé fascinado con las islas y me prometí regresar y hacer algo por ellas. Esa meta se me cumplió varios años después.

LAS ISLAS MARÍAS (III)

Flota en medio de un oleaje verde azul, tiene una flora de cedros rojos, capulines y amates. El clima en general es cálido, los inviernos benignos y sus pequeñas playas las sobre vuelan palomas de ala blanca y pericos de cabeza amarilla, éstos últimos variedad única en el mundo. Este paraíso era la Isla María Madre y estaba dedicada a prisión.

Desde la primera ocasión que la visité me pareció un absurdo y aprovechando que tenía un cargo público relacionado con las islas, no recuerdo si bajo mi iniciativa o la de alguien más, regresé a las islas con un grupo de universitarios. Antes de partir a las islas entrevisté a mi buen amigo Dionisio Pérez Jácome, entonces subsecretario de Prevención y Readaptación Social de la Secretaría de Gobernación. (Excélsior, 4 de junio de 1991). Así empecé la entrevista: “Primero una petición, Dionisio, y luego una pregunta. En caso de que cometa un delito, te solicito que intercedas por mí para que me envíen a las Islas Marías. Segundo ¿no te parece un desperdicio tremendo para el país tener una isla con características tan explotables para el turismo destinado a cárcel?”.

Pérez Jácome me explicó que las Islas Marías ya no eran una prisión de alta seguridad, esto significaba que ya no estaban recluidos delincuentes de alta peligrosidad, pues la prisión tenía como rejas el mar y los tiburones, pero con las lanchas rápidas y los helicópteros ya no representaban ningún obstáculo y las fugas serían inminentes. Ahora la razón de mantener a las islas como prisión era el ahorro, pues los presos trabajaban. Ante mi insistencia de que el costo beneficio era ridículo y proponía la posibilidad de cambiar de rubro de ese paraíso, Pérez Jácome argumentaba en su defensa que era una prisión modelo y que se preparaba a los colonos a vivir en libertad. En fin, López Obrador ha decretado el cambio del destino de las Islas y ahora serán un centro cultural y de investigación ecológica. Con el cuidado respectivo a los colonos y sus familias, pues el cambio sin duda les provocará un deterioro terrible a su vida personal y familiar, que habrá de procurarse sea el menor, de todos modos la decisión presidencial me parece absolutamente acertada.

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