El ciego de palacio
Los primeros despedidos suelen ser los trabajadores más jóvenes o menos calificados, y entre los grupos a los que más golpea una crisis es a las mujeres.
“No hay peor ciego que el que no quiere ver” es una frase bíblica que hace alusión a la tozudez del ser humano, a su negarse a aceptar lo que parece claro y evidente. Esta expresión, se puede aplicar perfectamente a la ceguera económica del presidente de México y de algunos sectores que lo apoyan.
Esta falta de visión, ignorancia o simplemente aferrarse a “verdades alternativas”, se aprecia en dos hechos recientes en el actuar del ejecutivo federal:
1. Tergiversar la añeja discusión entre crecimiento y desarrollo, y
2. Hacer caso omiso de indicadores que advierten sobre peligros severos.
Respecto a la discusión crecimiento y desarrollo, es claro que no son lo mismo, el primer concepto hace alusión a simplemente aumentar la riqueza producida por un territorio, esto por sí mismo no garantiza que esta sea repartida con criterios de justicia; para ello se requieren mecanismos distributivos y redistributivos los cuales deben garantizar que los beneficios del crecimiento no queden en pocas manos. Cuando estos mecanismos funcionan adecuadamente, nos acercamos a la idea de desarrollo, en concreto, de desarrollo social.
Ahora bien, para distribuir parte de la riqueza generada hace falta algo muy básico: la existencia de dividendos a repartir. Si un territorio no crece, entonces lo único que se puede distribuir es la miseria.
Esto nos lleva al segundo punto. Hay una serie de señales que hablan de un muy bajo crecimiento económico a final de año, un incremento del PIB incluso menor de los promedios de los “tenebrosos” años neoliberales. Esta lentitud en la generación de riqueza, impacta en la creación de empleos, si estos no se multiplican, difícilmente tendremos distribución.
Las cifras no son nada alentadoras, según el INEGI la tasa de desocupación en julio del 2018 a nivel nacional fue del 3.9%, para julio del 2019 fue del 4.3%. Esto viene acompañado de una caída fuerte en la generación de empleos registrados ante el IMSS, hay una lenta pero consistente desaceleración de la actividad industrial. La inversión privada, tan necesaria en un país como México prácticamente está estancada.
En fin las señales son muchas, nos acercamos a un período económico donde el crecimiento será irrisorio y por lo tanto el desarrollo también. Cuando esto sucede, quienes más lo padecen son los estratos más pobres. Los primeros despedidos suelen ser los trabajadores más jóvenes o menos calificados, y entre los grupos a los que más golpea una crisis es a las mujeres.
Entre los damnificados están las propias finanzas públicas, por lo cual su función como redistribución de la riqueza queda gravemente comprometida y su capacidad para dotar de servicios y seguridad se ve disminuida. Seguramente todo esto ya ha sido sopesado por la Secretaria de Hacienda. La pregunta es ¿Por qué siguen empeñados en prácticas económicas que nos llevarán a las crisis?
Quizá la respuesta se encuentre en la necedad del hombre que habita Palacio Nacional. Un individuo que desdeña el saber de los expertos, que considera que las recetas económicas de los años setenta del siglo XX se pueden aplicar en el siglo XXI. Confiado está en su “saber”, pero en el fondo tiene ceguera económica y lo peor, es que no sabe que la tiene.
@Luz_Azul