Opinión

El gato Morris, un conveniente candidato para el sistema hegemónico

Por: Rafael Vázquez Díaz

“Allí donde se encuentra el representado, no hay más representante”.

 

Jean Jacques Rousseau, un crítico acérrimo del sistema representativo, escribió dicha frase en “El Contrato Social” que se publicó en Francia en 1762. El francés explicaba que la autoridad soberana era única e indivisible y que por más que se le intentara dividir no se iba a lograr sino destruirla ya que el poder emana de cada ciudadano que conforma al Estado.

Rousseau aseguraba que si bien era necesaria la división de los poderes para que quien hiciera las leyes no las ejecutara, el legislador debería tener en orden prioritario sus intereses, es decir, se debía ver primero por el Estado, luego y dejándolo muy de lado por la integridad del gobierno al que pertenecía y finalmente dejar totalmente de lado sus intereses privados. Hoy en día nuestros legisladores hacen todo lo contrario.

La percepción ciudadana es de un desencanto tremendo por las autoridades a las que les damos nuestra confianza; aquellos que nos representan en las máximas tribunas y ámbitos de toma de decisiones están fallando en su labor.

Resultado de esto y de forma totalmente aberrante y vergonzosa para nuestra débil democracia, aparecen candidatos fuera de lo común: Tina la Gallina y el Candigato Morris. Estos curiosos animalitos –la primera es candidata a presidenta municipal en Tepic y el segundo candidato al mismo puesto en Xalapa– son propuestas animales bastante populares para ocupar cargos públicos.

Más allá de lo gracioso que pueda llegar a ser ver a los candidatos preocupados por el ascenso meteórico de estos carismáticos candidatos, no deja de ser una oferta ciudadana lamentable y contraproducente. Permítanme explicarme mejor.

La ciudadanía sigue permitiendo candidatos terribles debido a su falta de compromiso con el sistema político. El desencanto los ha alejado del gobierno y esto justamente es el motivo de que la clase política añeja y tramposa se enquiste en las instituciones. Ya lo dijo Rousseau “donde se encuentra el representado, no hay más representante”.

Los partidos políticos, especialmente el partido hegemónico, han cultivado durante años un mercado cautivo de votantes que ya sea por dádivas o por intereses personales toman la batuta y eligen por aquellos que, sumidos en la pasividad que provoca el desinterés y desencanto, prefieren mantenerse ajenos a cualquier cosa que huela a política. Los llamados “votos duros” de cada partido deciden elecciones en la que deberían participar millones de personas.

Las propuestas “graciosas” que en su apariencia son críticas, valientes, expresan hartazgo en la baja política que se desarrolla en el país, salen a relucir como formas magníficas para protestar… sin realmente proponer nada de fondo.

Los partidos políticos sobreviven… más bien, viven bastante bien gracias al aparente Estado de derecho que garantiza elecciones justas y competitivas, pero por lo bajo, su capital real es el que cultivan gracias a las despensas y a los beneficios que ofrecen por militar en X o Y partido. Es por ello que “protestarán” ante la “vergüenza” de que candidatos, como el gato Morris, tengan tanta popularidad, pero realmente de fondo no les interesa más allá de cómo se ve.

Votar por un gato le evita el trabajo al ciudadano de hacer un análisis de las propuestas de cada candidato, le quita la carga de sentir que está haciendo algo, ya que como vimos, se protesta sin protestar. En palabras de Julio Hernández “Astillero” en su columna del día jueves 13 de Junio: “…un gato aparentemente inofensivo, fresco y ligero cumple así las veces de distractor para conciencias sin mucha información política y de conducto idóneo para trasladar la irritación y la protesta hacia casilleros intrascendentes”.

Y mientras tanto el partido puntero, en este caso el PRI, agradece a Morris su aparición ya que los votantes indecisos irán a escribir en la boleta el nombre del minino y no el de alguno de sus contendientes. No nos sorprenda que esta lección sea bien aprendida por los políticos y ellos mismos propicien “candidatos” similares en futuras elecciones para quitarle clientela electoral a sus rivales.

En este caso y bajo las reglas vigentes de nuestra democracia, votar por Morris es votar por el PRI.

 

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