Opinión

Fray Luis de León, un humilde erudito

Por Cristian M. Padilla Vega

Fray Luis de León llenó el siglo XVI español con su poesía, sus traducciones y erudición que vertió en sus cátedras y con sus andanzas por la vida eclesiástica. Traductor del Cantar de los Cantares, encarcelado por envidias y calumnias de algunos de sus contemporáneos, según comenta Francesc L. Cardona, historiador y catedrático barcelonés, quien presenta la obra de este célebre agustino para la editorial Edicomunicaciones y su colección Fontana en la edición de 1995.

Sin embargo, continúa Cardona, Fray Luis de León salía avante, con la cara en alto y se limitaba a empezar de ceros en su práctica docente y sublimar todo ese dolor en sus cantos poéticos, a los cuales les dio un tratamiento siempre prudente y humilde, aunque sin callar verdades, por encima de banales venganzas o resentimientos.

Fue un estudiante muy particular, según nos sugieren los hechos de su vida, pues los 17 años profesó como fraile agustino en la ciudad de Salamanca, España, mientras que, a los 33 años se doctoró en Teología, graduándose también de maestro, inmediatamente inició como profesor interino, en una época en la que, según el autor arriba citado, las órdenes religiosas se disputaban la docencia en las universidades.

Tan sólo un año después, a los escasos 34 años de edad, logró obtener por concurso la cátedra de Santo Tomás, esto terminó por llenar de encono a sus envidiosos enemigos, quienes se valieron de trampas, aprovechando el entusiasmo y amor desmesurado que Fray Luis tenía por toda la literatura, fuese cristiana o no, y así lo acusaron de haber traducido El Cantar de los Cantares y de opinar de manera “ligera” sobre la Biblia, ante la Santa Inquisición.

De esta manera, fue encarcelado casi cinco años, de 1572 a 1576, al salir con todo decoro, humilde orgullo y vocación docente, se presentó en la universidad para seguir dando su cátedra. “Absuelto y limpio de toda culpa se presentó de nuevo ante sus alumnos con la famosa frase: <<Decíamos ayer>>…”

De esta amarga experiencia surgió su décima Al salir de la cárcel: “Aquí la envidia y mentira/ me tuvieron encerrado. / Dichoso el humilde estado/ del sabio que se retira/ de aqueste mundo malvado, / y con pobre mesa y casa, / en el campo deleitoso/ con solo Dios se compasa, / y a solas su vida pasa/ ni envidiado ni envidioso”, como el mismísimo Bukowski dijera en Factotum, perdonará el lector la burda comparación o referencia, “El aislamiento es un regalo”, así Fray Luis de León perdonó a sus detractores y agradeció a la vida la dura experiencia.

Ramón Xirau resume de forma por demás didáctica y sencilla en su Introducción a la historia de la filosofía, un libro que agradezco como limitadísimo conocedor de ese maravilloso mundo del pensamiento filosófico milenario de occidente, pues de oriente sí me reconozco completamente ignorante, el método socrático mediante la conversación, el cual se basaba en la discusión, a través, del diálogo con el fin de descubrir la verdad.

La verdad aún no descubierta para los dialogantes que discuten para encontrarla, infortunadamente, esa discusión a veces es confundida por la pretensión de imponer una verdad propia, perdiéndose así la posibilidad de descubrir una realidad nueva. “Dice Sócrates que los hombres ‘sin quererlo, caen en la disputa; creyendo discutir no hacen sino disputar”, o sea, disputan el tener la razón, el poseer “la verdad”, apunta el filósofo español en su libro.

Menciono lo anterior, pues el trabajo poético de Fray Luis de León estaría, en la reflexión aquí propuesta por un servidor, lleno de la lógica socrática de ese amor por develar una realidad desde el sublime canto que nos regala a los seres humanos la poesía. Volviéndose así, filosofía-poesía cómplices íntimos en este asunto revelador.

Que además, en la pluma de este fraile agustino nos permite vislumbrar una atrevida inteligencia que vuelve al autor, al tiempo que excelsamente erudito, un hombre tremendamente humilde ante la injuria, como en su Oda Nona, cuyos últimos dos versos dicen: “y siendo el agraviado/ perdón ante tus pies pido humillado; y en la victoria igualmente dócil nos musita, por cierto no me quejo/ por verme con tu flecha tan herido/ y pues prenderme dejo, / ¡oh virgen! ya rendido, / yo escojo por victoria el ser vencido.”

Siendo un fiel seguidor de este suplemento, donde podemos encontrar algunos de los pocos espacios escritos en esta ciudad, junto al semanario Tribuna de Querétaro, donde se libran acalorados debates y propuestas culturales, que ponen a los lectores, con la venia del maestro Gutiérrez Vega utilizaré una expresión por él muy usada, “al ritmo de los tiempos”, espero poder seguir disfrutando de la discusión de estas ideas, muchas veces antagónicas, con la finalidad de encontrar nuevas formas, nuevos enfoques, nuevas realidades, sin que ello signifique disputar la razón (como un patrimonio de una sola persona o de un solo actor social-cultural), sino discutir dialogando en pos de la construcción de algo nuevo, como hasta ahora se ha dado en estos espacios, cuyos editores y colaboradores mantienen al diálogo en ese rumbo.

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