Opinión

G. CH. Lichtenberg

Punto y seguido

Por: Ricardo Rivón Lazcano

Soy un lector que regresa a lecturas según el estado de ánimo. Creo que la temporada así lo demanda. En cada regreso hay una recomendación que hago explícita. Leer a un autor tan elogiado por tantos elogiados, puede ser benéfico.

 

Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) rechazaba los prefacios; son como “pararrayos” –decía–, y los libros deberían prescindir de su protección.

Según Beatriz Stillman, Lichtenberg fue anotado, citado y elogiado por Kant, que en sus últimos años los subrayaba en rojo y en negro; por Goethe, que padeció de él más de un desaire; por Schopenhauer, para quien fue el pensador por excelencia, “el que piensa por sí mismo, no por los demás”; por Wagner, que en 1878 lo señaló como precursor de su propio pensamiento; por Tolstoi, que en 1904 se reconoció bajo su influencia, asombrándose de que los alemanes prefirieran a Nietzsche; por el propio Nietzsche que consideraba a la de Lichtenberg una de las únicas cuatro obras rescatables de la literatura alemana; por Thomas Mann, en cuya biblioteca de Munich quedaron los  Aforismos con subrayados dobles y simples, quizá equivalentes a los de Kant; por Sigmund Freud, que lo cita a repetición; por André Breton, quien lo declaró “padre de la patafísica”; por Sören Kierkegaard, que agradeció su existencia; por Max Ernst, por Wittgenstein, por W. H. Auden, por Robert Musil, por Elias Canetti, por Julio Cortázar, que le cobijó bien en las páginas de  Rayuela.

En México tenemos los Aforismos gracias al Fondo de Cultura Económica que publicó una selección, traducción, prólogo y notas del gran Juan Villoro (Breviario 474).

 

1.      Las autopsias no permiten descubrir esas inquietudes que cesan con la muerte.

2.      Sería bueno saber en provecho de quién, en realidad, se han realizado todas las acciones que se proclamó haber hecho “por la Patria”.

3.      El mundo que se encuentra más allá de las lentes es mucho más importante que el que está más allá de los mares; sólo superado, tal vez, por el que está más allá de la muerte.

4.      Hasta Cristo es a veces víctima de justa cólera cuando piensa en los bribones. Llama a Herodes, zorro, y de los fariseos, dice que son una raza de víboras.

5.      Simular ante personas inteligentes es casi siempre inútil, y más difícil que convertirse en aquello que se quiere aparentar que se es.

6.      …o cuando Spinoza concebía el más grande pensamiento que haya jamás visitado una cabeza humana.

7.      ¿Por qué los animales no son bizcos? ¿Es éste otro de los privilegios de la naturaleza humana?

8.      Hay personas con tan pocas agallas para afirmar algo que creen, que ni siquiera se atreven a decir: “Hace frío”, por mucho frío que sientan, si antes no se lo escuchan decir a otra gente.

9.      Con toda claridad se aprecia en esta guerra qué clase de animal es el soldado. Se deja utilizar para instaurar la libertad, para oprimirla, para derrocar reyes y para mantenerlos en el trono. Contra Francia, por Francia y contra Polonia.

10.  Una guerra que dura veinte años, puede perfectamente durar cien. En tales casos la guerra se vuelve un status, y los hombres que sabían qué era la paz desaparecen con el tiempo.

11.  En nombre del Señor, incendiar, quemar, asesinar y transferir todo al diablo, en nombre del Señor.

12.  No pasará mucho tiempo antes de que se clasifique a los hombres según sus facultades intelectuales, así como se clasifica a los minerales según su dureza, o más bien, según la capacidad que poseen para cortar y raspar a los demás.

13.  Tenemos un tesoro de leyendas del pasado, y nuestros periódicos son leyendas de los tiempos actuales, y es así como deberían llamarse. Se ha calculado que de cada página, un cuarto de cada hoja está llena de narraciones de viejas mentiras, y tres cuartos, de relatos de mentiras nuevas.

14.  Primero, nos enseñan que debemos creer. Luego, creemos.

15.  Marivaux (dirigiéndose a un mendigo de sano aspecto): “¿Qué, no puede usted trabajar?”. El mendigo: “¡Ah, querido señor! Si usted supiera lo haragán que soy, se apiadaría de mí”. La sinceridad del mendigo le ganó una limosna de Marivaux.

 

16.  En lo que se refiere a las enfermedades del cuerpo, existen seguramente más enfermos imaginarios que enfermos reales, pero en lo que concierne al espíritu hay, sin duda, muchos más sanos imaginarios que sanos reales.

 

 

rivonrl@gmail.com

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