Opinión

¿Para qué le sirve la Universidad a la sociedad? (I)

Perspectiva 2014

Por: Sergio Centeno

Las circunstancias y condiciones sociales de crisis en la actualidad no dejan lugar para la autocomplacencia. Hoy más que nunca se hace necesario y urgente que tanto las personas como las instituciones hagamos un acto de reflexión para ubicar bien el lugar donde estamos parados, para que desde ahí -con honestidad, prudencia y pertinencia- intentemos colaborar en la solución de tanto flagelo social que tiene a los conglomerados humanos al borde del colapso. Necesitamos ser autocríticos. Es urgente esforzarnos para detectar con claridad cuáles son los errores que hemos cometido como personas y como grupos, para que de esa manera pueda abrirse la posibilidad de proponer alternativas realmente viables.

Mientras la sociedad se desgarra en una crisis de valores que ha acarreado consigo una ola de individualismo, consumismo, violencia y corrupción prácticamente generalizados, las instituciones tradicionales como la familia, la religión, la política o la escuela nada han podido hacer para frenar la problemática tan severa que hoy aqueja a sociedades completas. No se ven las soluciones por ningún lado: Por ejemplo, las sectas religiosas, todas, empezando por la Iglesia Católica, han sido totalmente impotentes e inservibles para proponer siquiera un bosquejo de acción con la cual se pueda enfrentar con éxito semejante crisis social: por más ritos o dogmas religiosos que se inventen, por más procesiones o peregrinaciones que se realicen, seguirá habiendo miles de asesinatos, robos, asaltos, secuestros y otros crímenes a lo largo y ancho del globo terráqueo. Y es seguro que todos y cada uno de los criminales que realizan semejantes actos pertenecen a alguna de las sectas religiosas más importantes del mundo. De este modo, no son las religiones las que van a salvar a la humanidad de su propia autodestrucción, pues durante siglos y siglos las instituciones religiosas más importantes del planeta se han dedicado a pelear y a matarse entre ellas por el poder y el dinero, abandonando cualquier posibilidad de autoespiritualidad.

Los partidos políticos y los gobiernos emanados de ellos tampoco han podido hacer nada al respecto. La ambición y los intereses malsanos corrompen toda acción de gobierno, y la política no es otra cosa que el arte de la simulación para conseguir el voto popular con la finalidad de robar el erario público. Ante la crisis social tan terrible que nos aqueja, los políticos y sus «gobiernos» no tienen otra cosa más que proponer leyes… Leyes y más leyes. No se han dado cuenta los juristas, abogados y «legisladores» que ya existen millones de leyes en el mundo, pero que aun con todas ellas, las anomalías sociales están más vigentes que nunca. En consecuencia, no son los partidos políticos, los gobiernos, los juristas y los «legisladores» quienes promoviendo más leyes o decretos van a salvar a la humanidad de su desastre final.

En esta línea de ideas, las preguntas importantes aquí son: ¿Qué está haciendo la Universidad para paliar o aliviar de algún modo esa problemática social que tanto nos aqueja? ¿Para qué sirve la Universidad? ¿Obtiene algún beneficio del quehacer universitario cotidiano, la sociedad que la mantiene y subsidia? ¿La única función realmente importante de la Universidad es la de formar profesionistas para que realicen un determinado trabajo? Y luego: ¿Encuentran empleo estos profesionistas? ¿Y las investigaciones? ¿Cuál es su incidencia real en la solución de la problemática social? ¿Es la investigación universitaria una actividad intelectual que sólo sirve para competir por puntos, puestos y cargos y para quedar arrumbadas en los cajones de los escritorios? Además de formar profesionistas, ¿el quehacer universitario se traduce en un impacto social concreto que influya directamente en la sociedad mejorando la calidad de vida de los ciudadanos?

Es evidente que hay una clara desvinculación entre el quehacer cotidiano universitario y las apremiantes necesidades de la sociedad. Por lo menos en lo que a proponer alternativas concretas y efectivas se refiere. Desconozco si algún día hubo ese vínculo afectivo entre universidad y sociedad: esa identificación de la sociedad con su universidad, esa convicción infranqueable de que la palabra de la universidad es de vital importancia para la buena marcha social. Repito, no sé si algún día ese vínculo llegó a darse, pero lo que hoy se evidencia es que no existe tal. (Continuará).

Comentarios: sergiocenteno05@live.com

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