Opinión

Proteger a los chicos del lavado de cerebro

Por: María del Carmen Vicencio Acevedo

metamorfosis-mepa@hotmail.com

El 30 de abril fue Día del niño. En todo el mundo se instituyen ciertas fechas para recordar, agradecer o resarcir a determinados grupos por los tremendos daños sufridos, bajo este sistema “moderno” que tenemos (los días de la madre, de la Tierra, de la mujer, del periodista, del maestro, y demás).

Los niños no se quedan atrás, como víctimas de la pobreza y de la exclusión social, de la violencia imperante, de la esclavitud, de la migración forzada, de la pederastia, de la diabetes, de la obesidad y, sobre todo, de la manipulación mediática.

Dichas celebraciones debieran promover profundas reflexiones sobre por qué el mundo que hemos construido provoca tantas tragedias; sin embargo, terminan convertidas en pretexto para incentivar el mercado y “demostrar amor”, comprando y obsequiando toda clase de bagatelas. Los regalos más apreciados el día del niño suelen ser hoy las “tablets” o los celulares, conectados a la red electrónica.

Con frecuencia encuentro en salas de espera, restaurantes, en los autobuses y demás, padres de familia o abuelos, “conviviendo” con sus pequeños, pero, -en vez de conversar con ellos, compartir sus historias, sus visiones de mundo o aspiraciones de futuro-, ponen a su disposición dichos aparatos para que los niños se entretengan. También observo recurrentemente a adolescentes, que se aíslan de los demás, y se dedican horas enteras a jugar con el “wats” o el “feis”, y riendo ante un sinfín de “memes” banales que corren por las pantallas, como bandas de fabricación en serie.

¿Qué sucede con la mente de esos chicos, después de 10 o 15 años expuestos a tales aparatos y con el televisor (entre 15  y 20 mil horas, si consideramos las 4 diarias que indican las estadísticas oficiales)?

Según gran cantidad de expertos, que vienen advirtiendo sobre el problema, desde los años sesenta (Louis Althouser: “ideologías y aparatos ideológicos del Estado”, D. Robert Dufour: “El arte de reducir cabezas”, L. Wolfe: “Apague su televisor”, G. Sartori: “Homo Videns”, Dorfman y Mattelart: “Para leer al pato Donald” y otros), la mayoría de esos jóvenes sufren un auténtico lavado de cerebro

Esto implica la disminución considerable, no sólo sus niveles de comprensión lectora, sino su capacidad para producir textos. No me refiero aquí sólo al uso del lenguaje escrito, sino, sobre todo a la lectura del mundo (a la comprensión de lo que pasa), y a la capacidad de expresión coherente de ideas propias, mediante cualquier lenguaje.

El problema mayor que ocasiona la constante exposición a estos medios, no tiene que ver sólo con sus “malos” contenidos; tampoco con las radiaciones, que según algunos, afectan físicamente al organismo. El daño principal lo provoca su omnipresencia y la falta de opciones que tienen los individuos para informarse y recrearse; sobre todo, la interacción constante con estructuras lingüísticas incoherentes y simplonas, con imágenes visuales y auditivas, estridentes y rápidamente cambiantes y la asimilación de múltiples mensajes subliminales. A la larga, sufre el aparato crítico de los individuos, que enfrentan serias dificultades para establecer relaciones conceptuales y también sociales.

Por supuesto que, en general, las nuevas tecnologías de la información (y diversión) son una maravilla; resuelven muchos problemas, ahorran tiempo y proporcionan una enorme riqueza de perspectivas.

Esto no significa que no tengamos cierto cuidado al emplearlas y, menos, al dejar a los chicos demasiado tiempo solos con ellas.

Según sabemos, varios grandes gurúes de la tecnología moderna como Steve Jobs, fundador de Apple, limitaron lo más posible que sus hijos pequeños interactuaran con dichos aparatos, advirtiendo de los peligros de la tecnología. Por “peligro” entienden, que sean víctimas del acoso y de una fuerte adicción a la tecnología, que los lleve a perder el principio de realidad y la autonomía.

Esto interesa poco a nuestras autoridades educativas que, prefieren hacer negocios con las grandes trasnacionales,  so pretexto de “disminuir la brecha digital”, y regalan sin ton ni son, miles de “tablets” a los escolares, antes de haber promovido una adecuada alfabetización mediática (no sólo tecnológica) de los profesores.

Tal disminución de la capacidad intelectiva por la exposición a las nuevas tecnologías por décadas, ¿podría explicar acaso por qué, quienes nos gobiernan, confunden la subordinación al neoliberalismo con la renovación social?

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