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Atropellada “concentración” por la soberanía de México

El micrófono quedó abierto a cualquier persona; así el evento se convirtió en un foro de discusión titulado “¿Por qué México tiene al mejor presidente del mundo?”.

En el epicentro de los paseos sabatinos queretanos está el concurrido jardín Zenea, donde personas cargan con bocinas, micrófonos y algunos cables: un primario equipo de sonido. Nada de eso era para ‘cumbiones’. El micrófono y su ocupante hacen un llamado para conmemorar la “victoria” del presidente Andrés Manuel López Obrador ante las amenazas de imposición de aranceles por parte de su contraparte estadounidense, Donald Trump.

La afluencia de gente es baja, se nota el espíritu de apostar por el llamado espontáneo, aunque el simple sonido de las bocinas fue suficiente para quitarle público a los payasos que montaban sus espectáculos, sumado a los pocos “curiosos” que se interesaron apenas escucharon el nombre del primer mandatario resonar en los parlantes.

El micrófono quedó abierto a cualquier persona que transitase por el jardín y que quisiera hacer uso de la palabra; así el evento se convirtió en un foro de discusión titulado “¿Por qué México tiene al mejor presidente del mundo?» Con alegría, entusiasmo y enjundia, el pueblo expresó su alegría por tener a un presidente que “escucha a la gente” y que “combate a los corruptos”.

Cada invitado que tomaba el micrófono se presentaba como alguien “sin preferencia política” y que únicamente aprovechó la oportunidad para expresar su opinión sobre los aranceles, sobre la migración, sobre programas de asistencia social, sobre el aeropuerto de Santa Lucía, sobre la refinería de Dos Bocas, etcétera; pero siempre con la aclaración de que nadie es experto en estos temas.

Pasaron los minutos, y las campanas del templo de San Francisco hacían retumbar los edificios de la plaza, al mismo tiempo que la corriente de los enchufes públicos le jugaba una mala pasada al sonido del evento y lo hacía apagarse por momentos. Entre ambas cosas se volvía casi imposible escuchar las profundas palabras de los ciudadanos invitados: “Yo vengo aquí siempre, y casualmente, cuando nos encontramos aquí, las campanas suenan, como si no quisieran dejarnos hablar”, acuso uno de los predicadores que se mostró molesto por la insolencia de las “mezquinas campanas”.

Seguían pasando los minutos y las quinceañeras que pasaban con sus limusinas saludaban a la cada vez más pequeña concentración de personas. No se transmitió el mensaje en vivo del presidente, sólo se anunció que había comenzado; sin nada más que un par de porras y aplausos al respecto.

Del otro lado del jardín, el sonar de algunas canciones comenzaba a opacar la de por sí apagada reunión que se acercaba a su final. Se apagaron las bocinas, se recogió el equipo y se abordaron los vehículos para abandonar el lugar con la calma del desahogo para el pueblo.

Por el otro costado, un mejor sonidero reproducía ‘cumbiones’. Así se armó el ‘bailongo’ popular a un costado del quiosco, con parejas, amigos y familia que no buscaban otra cosa más que olvidarse de todo… y es que, con la 4T, a veces pareciera que no queda de otra más que bailar.

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