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Constitución de 1917: Feligreses y trabajadores protestan contra el “laberinto de la República”

“¡Hijos de su pelona! ¡¿hasta dónde vamos a caminar?!”, expresó un ciudadano molesto por los cierres viales en el Centro Histórico por dos actos protocolarios: la reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores y el aniversario de la Constitución Política de 1917.

Esas son las razones por las que el paso por el Centro parecía haber sido diseñado por Dédalo, el arquitecto del laberinto del Minotauro. Bueno, aquí tenemos al laberinto de la República, señoras y señores.

Poco antes de las ocho de la mañana ya era una batalla encontrar por donde pasar al jardín Zenea. Ante la burocracia, evidentemente esto nunca sucedió. A pesar del frío de la mañana, había un considerable número de personas, la mayoría molesta porque no podía pasar a su trabajo.

“No te van a dejar pasar a menos de que trabajes por allá y tengas cómo identificarte”, me comentó un hombre de traje por la calle Madero, sin realmente detenerse para poder brindarme la información. “Bueno, hay que seguir buscando”, pensé.

Siguiente parada, Pino Suárez y Juárez, justo enfrente de la plaza Constitución. Unas señoras alegaban con los policías, pues querían llegar a la iglesia: “Está cerrado el templo de San Francisco, señora, hubo celebración a las 7 de la mañana y ya cerraron”, comentó el policía. Las señoras no se veían para nada felices, dieron media vuelta y se fueron murmurando lo opuesto a la bendición del Señor.

Su lugar lo ocuparon otras personas, una chica más joven que todo lo que quería era llegar a su trabajo y otras dos personas que parecían tener las mismas intenciones. “A lo mejor su propia jefa cerró por lo mismo”, “Ya no se puede pasar”, “Ya no hay acceso para allá”, eran las respuestas ensayadas de los hombres de uniforme.

“No traemos celular, ¿cómo quieren que avisemos?” cuestionó la mujer, seguridad sólo se limitó a responder: “paralela a esta puede entrar”, lo que creo que es mentira porque yo venía de allá.

Llega una señora de aspecto pulcro, traje formal de un tono rosa pastel y unas zapatillas negras de piel de cocodrilo. La veo acercarse a la valla y decirle algo al oficial. Sólo le piden lo que supongo yo que era su identificación oficial y sin más peros la dejan pasar. De a buenas que las señoras religiosas ya se habían ido, sino también le hubiera tocado bendición.

Cuando llegamos a la calle Corregidora, a una esquina de la Alameda, se oye el ruido inconfundible de una protesta. Eran manifestantes que venían de La Estancia en San Juan del Río, quienes denunciaban un problema de despojo de tierras. “Escuche nuestra voz”, decía una de sus pancartas.

“¿Son periodistas?”, nos preguntaron. Mi primer instinto fue decir que no, uno nunca sabe bien qué tipo de consecuencia puede resultar dependiendo de la respuesta.  “Sí”, respondimos. “Vengan, vengan, tienen que escucharnos”, nos dijeron.

Los ejidatarios nos contaron sobre un conflicto ejidal entre dos comunidades que se remonta a un resolución del Tribunal Agrario en 2016, cuaando se concedió el terreno de 50 hectáreas a los miembros del ejido El Rosario y lo que provocó que 23 personas de La Estancia perdieran el derecho a las tierras que sus familias han trabajado por generaciones. Pero ahí no terminan las complicaciones.

“Alguien de mucho dinero pagó a El Rosario y, supuestamente, pagó a La Estancia, y se quedó con las tierras. Ellos pagan predial actualmente, pero nosotros seguimos sembrandolas, ese es el problema que tenemos”, comentó el ejidatario. Después de eso, la tierra pasó de tener uso de suelo destinado a la agricultura a uso industrial. Por lo que comentaron, han intentado sacarlos de sus tierras en tres ocasiones, una de ellas acompañados por un grupo de choque.

Han presentado su denuncia ante la Atención Ciudadana en la Ciudad de México, emitieron un oficio y fueron canalizados a la Procuraduría Agraria. Con la Procuraduría han tenido acercamientos, no obstante, las reuniones no han ayudado mucho.

Durante el gobierno de Francisco Domínguez Servién tocaron puertas, se les canalizó con el jurídico y sólo les “estuvo dando largas”. De igual forma, no se ha tenido éxito en entablar un diálogo con el gobierno en turno.

Después de ellos, alguien más se nos acerca. Este ciudadano tenía la intención de agradecerle al presidente Andrés Manuel por haber intervenido cuando a ellos los estaban despojando de sus hogares en San José el Alto, pegado a Villas de Santiago, casi al inicio de la administración de Mauricio Kuri.

“Le llegó la noticia en la mañanera y nos apoyó. Nos apoyó con el terreno y con un pie de casa. Eran ochenta y tantas personas”, nos dijo. Eso fue en agosto del año pasado, y ahorita querían mostrar su agradecimiento con López Obrador.

Por el lado de la Alameda había un colectivo de personas con banderas y su bocina. Hablaban de marchar pacíficamente y recitaron algunos artículos de la Constitución, muy oportuno. Quiero pensar que eran diferentes agrupaciones reunidas. Unos pedían la urbanización de la Colonia La República, mientras otros seguían pidiendo votar “SÍ” en la consulta popular de agosto de 2021.

Subimos por la calle Dr. Leopoldo Río de la Loza, estaba cerrado a la altura de la calle Reforma. En esa esquina ocurrió una escena que quiero denominar perteneciente al surrealismo queretano. No había más de cinco oficiales cuidando la valla y desviando el tráfico. Una señora desde su camioneta gris protestaba: “¡Claro que hay misa a las 10 en San Antonio!”, señaló su reloj. La policía le decía, con toda la paciencia del mundo y rostro firme, que no había paso para la iglesia, por lo que no habría misa. “Misa sí hay, ya me dijeron que hay. Necesito entrar, ni caminando me dejan”, replicó la mujer. La policía se mantuvo en su misma postura.

Al no haberse doblegado, la mujer de la camioneta apretó su volante, tal vez por un momento cruzó un pensamiento malicioso y siguió su camino por el laberinto. “Pelear con la policía para llegar a misa, qué punk, señora”, dije para mí misma.

Unas personas venían caminando casi a la par de nosotros, “pues, ¿a qué le tiene miedo AMLO?”, pregunta una persona. “Pues ni es AMLO, es el pinche gobernador el que tiene miedo”, replica el otro.

También por La Cruz estaba todo cerrado. Desviaban los autos para que no ingresaran al Centro. Algunas personas preguntaban, “y bueno, ¿de qué es la protesta?”, preguntaban..

Volvimos a caminar por la calle 16 de Septiembre, ahora el campus Centro Histórico de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). Estaba cerrado el paso cerca de la intersección con la calle Próspero C. Vega. Había unas personas también ahí, al igual que el resto, preguntaban si podían pasar.

Ay, Constitución, ¿por qué se te ocurre cumplir años en domingo?.

Un chico venía en bici, traía una caja en la parte trasera. “Es que yo traigo las tortillas”, lo escuchamos explicarle al policía. Asumimos que eso no le importó a los de seguridad, porque cuando caminamos rumbo a Universidad, lo volvimos a ver, pedaleando, cargando sus kilos de tortillas. Ojalá no se le hayan enfriado.

Cuando íbamos por avenida Universidad el surrealismo se intensificó. “¡No somos acarreados! ¡No somos acarreados!”, gritaban mientras cargaban orgullosamente su bandera de Morena. Parecía que habíamos caminado hacia un carnaval. Había música, pompones y colores.

Un hombre cargaba un peluche del presidente en una mano, con la misma pose de la estatua de la libertad. El juguete erala antorcha que guía al pueblo libre, mientras que pegado a su pecho, cerca de su corazón, portaba una copia del libro “A la mitad del camino”.

Pancartas que decían: “¡Bienvenido presidente AMLO!”, “Es un honor estar con Obrador”, “Morena, partido de la esperanza”, se hicieron presentes. Incluso había venta de mercancía oficial como en los conciertos. En vez de muñecas leles, vendían “pejeluches”, gorras, tazas, llaveros, etcétera. Realmente, toda una celebración.

Terminamos nuestro recorrido frente a la plaza Constitución. Ahora había más gente, unos gritaban “Huachi-Kuri”, aunque de momentos parecía que decían “Fuchi, Kuri”. Estaba un señor que sostenía su celular frente a ellos y les decía delincuentes. Contraste muy interesante, si consideramos que cuando pasó una camioneta del Ejército Mexicano el montón de gente le empezaron a aplaudir. “Si no estuviera aquí el ejército, seguro ya nos hubieran reprimido”, afirmó el mismo señor.

Bueno, supongo que de todo te puedes encontrar dentro del laberinto de la República.

Andrea Elizondo

Tamaulipeca. Estudiante de la Licenciatura en Comunicación y Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro. Reportera de Tribuna Diario desde agosto de 2021.

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