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Arte a ciegas: Así se vive una Experiencia Sensorial en el MAQRO de Querétaro

El Museo de Arte de Querétaro (MAQRO) se transformó en un escenario poco común para sus visitantes. Entre risas nerviosas y ansiedad palpable, un grupo de nueve personas, entre adultos y niños, se preparaba para embarcarse en una aventura sensorial única. Ataviados con antifaces que los privarían de la vista, las emociones se entremezclaban entre temor y expectación.

La coordinadora de la actividad, Lupita López, dividió a los participantes en dos grupos y los equipó con bastones blancos, el símbolo de orientación para las personas ciegas. Así, guiados por una voz desconocida, el grupo se adentró al MAQRO, dispuestos a descubrir el arte a través del tacto, el oído y el olfato.

Son las tres de la tarde y el calor invade a Lety y Daniel, una pareja de mediana edad que entre risas y llantos se muestran estresados por que han subido más de 10 escalones y no saben cuántos más faltan, están formados en fila india y no pueden ver nada solo, escuchan atentos una voz de un guía al que no conocen ni saben cómo luce, están a punto de emprender una aventura.

Ese día asistieron nueve personas, seis adultos y tres niños. Lupita López coordinadora de la actividad dividió en dos grupos a las personas y a cada uno le entregó un antifaz y un gafete con su nombre, algunos nombres estaban mal escritos, pidió a los grupos que formaran dos filas paralelas en la entrada del MACQ.

Tan pronto cada uno dejó de tener visión con el antifaz se escuchó una voz diferente a la de Lupita, una voz desconocida para ambos grupos, una voz que se presentó como guía del recorrido.

Los capitanes de los grupos eran la señora Lety y Axel, un niño de ocho años que iba acompañado de su mamá, a ambos se les entregó un bastón blanco, instrumento que permite orientación y seguridad a las personas ciegas, las indicaciones del guía fueron las siguientes:

“Deben mover el bastón de izquierda a derecha para saber si hay algún obstáculo y ponerlo en vertical para medir altura de escalones”, tras varias pruebas comenzó el recorrido.

Lety iba muy asustada, transmitía esto a todo su grupo que avanzaba lento, con precaución y sin separar su mano derecha del hombro del compañero de adelante, por su parte Axel, más intrépido era rápido y su grupo al ser más joven era astuto y dejó atrás en varias ocasiones al de Lety.

Conforme avanzaban, el turno del líder al frente se iba intercambiando, ahora es turno de Daniel liderar al grupo uno, Lety tomó fuerte el brazo de su esposo y le explicó cómo usar el bastón, después fue tocando a los demás miembros del equipo muy asustada hasta colocarse en la parte trasera de la fila. Daniel apenas estaba dando la indicación de subir escalones cuando Lety empezó a reírse frenéticamente y a preguntar: “¿cuántos son?¿de qué altura?¿son lisos?”.

Conforme avanzaban ambos grupos siguiendo la voz del guía se aproximaba el primer reto, subir a la fuente del centro del patio barroco, sin darse cuenta ambos grupos estaban rodeando la fuente, el guía tomaba sus manos para indicarles que camino seguir y con qué partes de las esculturas tener cuidado.

La señora Lety estaba muy preocupada por no lastimar sus rodillas con los picos sobresalientes de las esculturas.

Ahora el tacto y el oído estaban reemplazando el sentido perdido, la vista. El temor de golpearse con alguna de esas paredes inmensas era evidente, pues con la mano izquierda ambos grupos tocaban la pared, los barandales, las esculturas; pero, si el guía no les hubiera mostrado cómo usar este sentido ¿lo habrían logrado utilizar ellos mismos?

La comunicación es esencial para esta actividad, pues si quienes van al frente de las filas no hablan con el resto del grupo estos no sabrán que hay desniveles en el suelo, que hay una parte filosa de la escultura o que un pilar está frente sus narices. Axel, no avisaba a su equipo que era lo que estaba pasando, tal vez por su edad o porque era un niño muy independiente, pero el guía le repetía que esperara a su equipo, que se asegurara si todos iban bien.

Un nuevo sentido se unió al equipo cuando apareció el aroma de incienso entre los pilares, ahora sin voces se intentaba seguir el aroma y el sonido de algunas melodías para llegar a la escalera. El olor era más fuerte en algunos lugares y el grupo uno fue más rápido identificando el camino a través de este sentido.

Por fin, llegaron a la escalera donde los escalones incrementaron, así como la tensión porque subirlos sin ver los hacía infinitos a la vista del matrimonio. Después de una intervención de 10 minutos del guía que narró la historia del recinto y algunos significados de las esculturas, el recorrido estaba por llegar a su final, no sin antes dar una vuelta al pasillo lleno de pilares guiándose con la pared y barandal.

Después de esto, uno en uno fue retirando los antifaces de sus ojos con la indicación del guía: “Quítense lentamente el antifaz y abran poco a poco sus ojos, no queremos que se queden ciegos por la luz que van a ver”, descubrieron sus ojos y ahí estaban, en la parte de arriba del patio.

Al descubrirse los ojos, la identidad del guía fue revelada, pero por cuestiones de privacidad y como parte de la actividad, Lupita López pidió al grupo no se comentara para que siguiera en el anonimato y fuese una sorpresa para los próximos interesados en la experiencia.

La aventura finalizó con un pequeño taller de braille donde se explicó a los participantes el alfabeto braille, cómo escribir con un tablero y cómo leer, aunque fue una sesión muy rápida los tres niños se mostraron muy entusiasmados al escribir sus nombres o algunos chistes. El trabajo finalizó con que cada quien compartiera una palabra que definiera su experiencia, las palabras de los adultos fueron “miedo”, ”divertido” y “único”, las de los niños fueron “estrés”, “nuevo” y “gracias”.

Este recorrido se realiza los lunes últimos de mes, a puerta cerrada, en dos horarios: 11 de la mañana y 2 de la tarde. Es una actividad gratuita que ayuda a percibir con otros sentidos, en busca de inclusión de personas con discapacidad visual.

Bárbara Domínguez

Estudiante de Comunicación y Periodismo en la UAQ, 20 años, amante del café y las lunas de octubre.

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