Los Caminos de la Independencia: Querétaro y sus Héroes Desconocidos

El escritor Lauro Jiménez presentó en San Juan del Río su libro sobre los caminos recorridos durante la guerra de Independencia, el cual forma parte de su obra. Durante esta presentación, se destacaron los perfiles de héroes queretanos de la independencia que hasta entonces eran desconocidos.
La charla se basó en uno de los libros de Jiménez, que está programado para ser publicado en 2024 y que recopila información de historiadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y testimonios de cronistas y ciudadanos originarios de Querétaro.
El libro no pasa por alto la contribución de personajes como Epigmenio González, quien fabricaba armas en su casa, e Ignacio Pérez Álvarez, mensajero de doña Josefa Ortiz, además de otros destacados personajes en la historia de la independencia de nuestro país.
En la primera década del siglo XIX, Querétaro se situaba como la tercera ciudad más importante del reino, después de la Ciudad de México y Puebla de los Ángeles, debido a su relevancia en la economía. En ese entonces, el estado tenía aproximadamente entre 50,000 y 60,000 habitantes, con 15,000 empleados en la fábrica de cigarros y en la industria textil. En 1808, se formó una sociedad revolucionaria con apariencia literaria, justo después de que en la Ciudad de México los comerciantes españoles llevaran a cabo un golpe de Estado para destituir al virrey José de Iturrigaray.
En Querétaro, estas reuniones eran lideradas por abogados, frailes y curas que respaldaban las ideas de independencia. Las personas que financiaban estas reuniones incluían a Don José Ignacio de Villaseñor Cervantes, un hacendado con ideas progresistas, y su hijo José Ignacio de Villaseñor y Aldama. En ese mismo año, tres queretanos, Miguel Domínguez Trujillo, Don Pedro Antonio de Ezequiel y José María Fagoaga, fueron denunciados ante el gobierno virreinal por su participación en la conspiración de Valladolid.
Para el 21 de diciembre de 1809, Don Manuel Mariano de Iturriaga y Alzada, quien era compañero de Miguel Hidalgo e Ignacio Allende, comenzó a elaborar el plan de independencia. En febrero de 1810, Allende e Hidalgo lo entregaron a Manuel en su casa. Lamentablemente, Don Manuel falleció el 14 de septiembre de ese año sin llegar a ver la implementación de su plan. A pesar de ser un actor fundamental en la conspiración, el apoyo del corregidor Miguel Domínguez fue olvidado, ya que debido a su posición en el virreinato no podía actuar de la misma manera que sus compañeros.
En la conspiración, había cuatro mensajeros: Ignacio Pérez, mensajero de Josefa Ortiz, que al recibir las órdenes de Doña José se dirigió hacia Allende siguiendo la ruta tradicional, pasando por el pueblo de Santa Rosa, hacienda de Buena Vista, puerto de Nieto y llegando a San Miguel, ya que no conocía otras vías. Francisco Lojero, uno de los mensajeros personales de Ignacio Allende, se enteró del descubrimiento de la conspiración el 14 de septiembre. Para evitar ser seguido o descubierto, aprovechando su conocimiento de los caminos reales, veredas y atajos, tomó la ruta de Celaya y Comonfort hasta llegar a San Miguel.
El Río, junto con Juan Alvarás por orden de Allende, se dirigieron a la hacienda de Cazadero para fortificarse y esperar a la gente de Huichapan, Hidalgo.
Manuel Lozara, otro de los mensajeros de Allende, optó por una ruta diferente a la de sus compañeros, una ruta más directa, pasando por Mompaní, la hacienda de Jalpan, la Palmita y llegando a San Miguel el Grande, siguiendo una línea recta que cruzaba las montañas entre Santa Rosa Jáuregui y San Miguel.
Finalmente, Luis Mendoza, mensajero de la familia Ortiz de Domínguez, fue el único presente en el Grito de Independencia en Santiago de Querétaro, y hasta la fecha no se tiene más información sobre él.