Diversidades y Disidencias sexuales
Por: Abelardo Rodríguez
El 4 de octubre de 2014 se realizó el primer matrimonio entre personas del mismo sexo en Querétaro. María Fernanda López Gallegos y María Guadalupe Vega Mendoza ante la negativa del Registro Civil para casarlas, recurrieron a un Amparo Federal, el cual tramitaron en enero de 2014. El 11 de agosto de ese mismo año, la justicia federal ordenó al Registro Civil queretano no aplicar el artículo 137 del Código Civil del Estado, el cual estipula que sólo son válidos los matrimonios entre un hombre y una mujer, y proceder al matrimonio de las dos mujeres.
A raíz de este hecho sin precedentes, este mismo año de 2014 ya había en Querétaro 55 personas interesadas en contraer matrimonio igualitario mediante un amparo colectivo. Esta lucha ganada es sólo un ejemplo de la vigorosa comunidad de diversidades y disidencias sexuales que hay en Querétaro. Para comprender más en qué radica esta fortaleza tenemos que echarle un vistazo a las diferentes luchas, a las posturas y a las visiones que tienen estos queretanos y queretanas para desafiar la discriminación, la homofobia, los prejuicios, la ignorancia, el temor a lo diferente y a la libertad que carcome por igual a amplios sectores de la elite y de la sociedad y sus instituciones, e incluso la que existe dentro de los propios grupos homosexuales o lésbicos.
La lucha de Ilsa
Ilsa Aguilar Bautista, queretana de nacimiento y proveniente de una familia queretana de varias generaciones, hasta hace poco se llamaba Salvador y era hombre. Actualmente tiene 25 años y es egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro, pasó por varias identidades: homosexual, travesti, transgénero y transexual: “Al no sentirme a gusto con la categoría de hombre con la que me tocó nacer, empiezo a buscar otras categorías”. En este proceso que inicio en la adolescencia tuvo que independizarse de su familia para evitar la presión social que se ejercía sobre ella; “Mi mamá y mi papá tenían muchas expectativas sobre mí. Esperaban que yo tuviera hijos, una familia… y pues no fue así”.
A los 17 años su diagnóstico de VIH le dio un vuelco a su vida. Decidió asumirse plenamente como una mujer, se depiló el vello, se dejó crecer el cabello y las uñas, se las pintó y comenzó un tratamiento de reemplazo hormonal. Ya como estudiante universitaria, Ilsa se dio cuenta que la no coincidencia entre su identidad de género (mujer) y su identidad jurídica (hombre), generaba más discriminación contra su persona, y es entonces decidió emprender una lucha por ser reconocida legalmente como mujer.
Inicialmente se dirigió al Registro Civil y solicitó el cambio de nombre. Al negárselo la directora del mismo argumentó “que seguramente quiere cambiarse el nombre para vulnerar derechos de terceros, es decir, para no pagar deudas”. Ilsa y sus abogados pidieron una respuesta por escrito. Con ella levantaron una Queja en la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Querétaro, por un lado, y presentaron por otro, una demanda en el Séptimo Tribunal de lo Familiar.
Con la Queja obtuvieron que el Registro Civil le cambie el nombre, pues comprobaron que se violó su derecho a la legalidad y su derecho a la seguridad jurídica. La Demanda resolvió que le cambaran el género, de hombre a mujer. Obteniendo un acta de nacimiento nueva. Posteriormente la UAQ aceptó estos cambios, obteniendo Ilsa su título universitario con su nombre e identidad de mujer. Esta victoria generó que inmediatamente otras 13 personas “trans” solicitaran su cambio de nombre e identidad en Querétaro.
La historia de Carlos
Carlos Fernández Méndez es un hombre jubilado del Telmex, de 58 años. Hace una crítica a la cultura desechable y de lo efímero que propaga el neoliberalismo y que provoca la discriminación de los ancianos en general y particularmente de los ancianos homosexuales, los cuales son triplemente discriminados y violentados. Primero por ser ancianos, luego por ser homosexuales y tercero, discriminados en los propios círculos homosexuales por ser viejos “reproduciendo esta cultura de la inmediatez”.
Carlos visitó hace como 20 años a un amigo de Cuernavaca, Morelos. Juntos fueron a dejar a un anciano de 74 años a un asilo: “La persona tenía el pelo largo, pintado con una trencita al frente y sus uñas pintadas. Desde el principio lo vieron feo en el asilo. Al mes lo fuimos a visitar peo no nos dejaron entrar por no ser familiares directos. Mi amigo tuvo que recurrir al alcalde, que era su amigo, para que nos dejaran entrar. Al anciano lo encontramos rapado, con las uñas cortas; había envejecido como 15 años, parecía de 90. Obviamente había sufrido un hostigamiento homofóbico por parte del personal de asilo y de los propios ancianos, quienes se burlaban de él.”
Carlos hace un balance de su historia: “Hace treinta años era impensable que yo participara en alguna de las marchas como las que se hacen últimamente. Estaba yo también como en el clóset. Por mi trabajo, por mi familia, de hecho mi papá era charro, muy católico y cuando le dije que yo era homosexual fue algo terrible para él. Hace unas semanas murió. Tardaron muchos años, como 40, para que él me abrazara y me dijera que me quería como yo era. Quedamos bien, siento mi corazón en paz ahora que él ya no está. Antes de morir me dijo que me quería tal como yo era”.
Las disidencias de Dante
Dante Irrera, de 31 años, se asume como artivista. Hablar de disidencia para él es hablar de toda su vida, en su sexualidad, en su trabajo, en la política, en el arte: “Yo no he tenido problema por asumirme como quien soy y de reafirmarme en los espacios en que estoy. Por ejemplo, cuando me dicen ‘debes tener muchas novias’, yo les contesto: ‘novias no, muchos novios, si’. Para mí esto es una postura política.” Para Dante la sexualidad muta. Él ha pasado por diferentes etapas: Se ha asumido como homosexual, bisexual y auto-sexual; “Es necesario nombrarlas, porque si no es cuando empiezan los problemas. A mí, por ejemplo, me gustan los hombres con sobrepeso y si no sé que esto tiene un nombre y que hay más personas que sienten lo mismo que yo, podría pensar que estoy mal, que me falta un tornillo en la cabeza”.
Identificado más como disidente sexual que como parte de las diversidades sexuales, Dante diferencia la identidad gay de la identidad homosexual. Lo gay se refiere más a un nicho de mercado, a un concepto de la cultura pop, “cultura” superficial, prefabricada y de consumismo, que surge cuando los publicistas se dan cuenta de que una parte de las parejas homosexuales de hombres, sin hijos y con doble o triple ingreso, tienen un potencial económico muy alto: “Lo gay apela a un estilo de vida y de consumo. Parejas que pueden gastar en casas de diseñador, en muebles de diseñador, en ropa de diseñador; en viajes, en fiestas, en perfumes o en perros”. Sin embargo, la mayoría de los homosexuales no tienen este potencial económico y sufren, además de la discriminación social por homofobia, la discriminación laboral. En Querétaro las opciones de trabajo se reducen a los llamados “call center”. Miles de homosexuales adultos jóvenes con carrera universitaria o estudios truncos en licenciatura, trabajan contestando teléfonos y vendiendo tarjetas, víctimas de la sub-contratación laboral u “outsourcing”, que los precariza laboralmente. Un ejemplo de esto es el Corporativo del Banco Santander, en Querétaro, el cual se le conoce en el ámbito homosexual como “la jaula de las locas”, por la gran cantidad de hombres homosexuales que trabajan en él. “Me parece que más que sentirnos normales o no, hay que garantizar los derechos a todas las personas. No puede seguir habiendo ciudadanos de primera y de quinta clase. Mientras no hablemos de los problemas jamás vamos a poder resolver nada. Mientras el gobierno no acepte que hay homofobia y violencia machista jamás vamos a poder erradicarlas”.
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