Existencias nulas
Por: Rodrigo Castañeda
Como es costumbre en este país, la desinformación, la diferencia de opiniones, o la falta de una, han ido empantanando una cuestión por demás sencilla: El voto nulo.
El IEEQ, por ejemplo, confunde el voto nulo con no votar, cuando son dos cosas muy diferentes, pero qué esperábamos de quienes llegaron con la ridícula campaña de “si no votas no existes”.
El voto nulo es votar, punto. En ningún lado de la ley, o la Constitución, se señala que el voto no se podrá anular y que uno tiene que tragarse a los candidatos le guste o no le guste, le caigan bien o no, comulgue con sus ideas o rece porque no queden en el poder.
Es un insulto a esta democracia nuestra, que aún anda a gatas, el pedirle a la gente que no anule su voto, y no es un insulto porque no vaya servir para nada, o porque en realidad no influya en el titipuchal de dinero que se les da a los partidos –ya nos quedó claro que no le importa al IEEQ o al INE lo que opinemos, que ellos van a seguir haciendo su santa voluntad al respecto. La posibilidad de anular el voto es, ante todo, un derecho.
Y no sé qué opinen ustedes, pero a mí me gustaría que el IEEQ y el INE, en lugar de estar jugando a lo que sea que han estado jugando últimamente, defiendan nuestro derecho a votar como nos dé la gana, porque, una vez más, ir a la casilla, sacar mi credencial, meterme a la mampara, rayar la boleta porque no me convence ninguno de los candidatos, doblar la boleta, salir y depositarla en la urna, es votar.
Y ya que andan tan volados, ¿por qué no interpretan lo que dice el voto nulo de los candidatos, los partidos y los institutos? Tal vez porque hacerlo es un proceso más complicado que simplemente ignorar las cosas; porque, según ha dejado claro nuestro órgano electoral, si no las vemos no existen.
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