La destrucción del autobús del gabinete presidencial fue desatada por una arremetida de los policías contra los manifestantes

Imágenes violentas que nunca se habían visto contra una comitiva presidencial en Querétaro, los disturbios, más que la celebración del aniversario, fue la noticia principal del 5 de febrero en nuestra ciudad.
Tanto como las piedras, lo que hirió el sentir de los queretanos fue la caída del mito de que Querétaro es una ciudad tranquila e impasible. En realidad, al igual que hace un año —el 5 de febrero- las manifestaciones de algunos grupos sociales fueron las más beligerantes durante la visita presidencial; sin embargo, hace un año no pasó de que el presidente Ernesto Zedillo, los funcionarios y los gobernadores, incluyendo a Enrique Burgos, recibieran chiflidos y mentadas de madre.
En esta ocasión, durante la ceremonia oficial la valla metálica estaba resguardada por otra de granaderos, frente a ellos se encontraba un grupo de manifestantes, sus razones, entregar sus requerimientos al Presidente de la República, que podía leerse en los camisones negros que traían puestos, entre ellos destacaba la atención a las zonas marginadas que carecen de los servicios básicos. Estas organizaciones se encuentran apostadas en una manifestación de protesta frente a la presidencia municipal desde hace más de dos meses y medio, e incluso desde hace algunos días algunos de los manifestantes se han puesto en huelga de hambre a las afueras del Palacio de Gobierno, iniciada apenas cuatro días antes del 5 de febrero. De igual forma los manifestantes exigían el cumplimiento a los acuerdos de San Andrés. La violencia generada tuvo su connato desde la calle de Juárez y 16 de Septiembre, allí, frente a los guardias -aproximadamente veinte, en esta esquina- se encontraban aproximadamente 50 integrantes del Frente Independiente de Organizaciones Zapatistas (FIOZ), cuya sede para ese día la habían instalado en el kiosco del Jardín Zenea, con grandes bocinas para hacer todo el escándalo como protesta.
La gente, compuesta por gran cantidad de mujeres y niños; algunos jóvenes con pasamontañas y paliacates a manera del EZLN, otros con conos blancos que les cubrían la cabeza emulando a lo que llaman el “Ku Klux PAN”; todos ellos se arremolinaban en la esquina de 16 de septiembre y Juárez porque no se les permitía el acceso. Estaban desesperados y por supuesto mentando madres: “¡déjenos entrar pinches perros vendidos, nosotros les pagamos más!”, gritó un hombre, los guardias tenían que tragarse los corajes. “Qué entren sólo las mujeres” propuso alguien, la negativa por parte de los policías era radical, ¡no entraba nadie!
No conformes con el escándalo, un grupo delos manifestantes se dirigió a la intersección de las calles Corregidora y Angela Peralta para buscar el acceso por este lado, pero la situación era la misma. Mientras se dirigían a este lugar gritaban con furia: “¡fuera los priístas, fuera TVQ, fuera el Diario de Querétaro”, entonces se dirigieron a un fotógrafo del Diario, y a un reportero y su camarógrafo de la televisora local. Los insultaban y decían que las cosas que dicen siempre son para quedar bien con el gobierno, a golpes le quitaron su equipo de trabajo al camarógrafo y tras un corto dialogo con otros medios de comunicación los ánimos se calmaron, los manifestantes terminaron por regresar el equipo al camarógrafo y volvieron otra vez a Juárez y 16 de Septiembre.
El evento concluyó poco antes de las once de la mañana; dispuestos a partir, algunos funcionarios del gabinete legal, como lo indicaba el autobús en un rótulo colocado en la parte derecha del frente de éste, abordaron al camión que tomó rumbo a la intersección del conflicto, Juárez y 16 de septiembre. Los policías abrieron la valla de metal para dar paso al autobús, pero ahora, fue la gente la que se puso en valla para no dejar pasar el autobús.
Con sus micas de protección, los policías hicieron a un lado a las mujeres hombres y niños que tercamente no permitían el acceso al vehículo. Los policías se colocaron al frente del autobús e iban empujando a la gente pera que el vehículo pudiera avanzar, pero los manifestantes jaloneaban a los policías para detener al autobús; mientras el autobús caminaba a vuelta de rueda uno de los dirigentes del gritó a sus compañeros “acuéstense, acuéstense, si se acuestan no va a pasar; no tengan miedo, no va a pasar si se acuestan!”, gritaba una y otra vez; nadie le hacía caso a excepción de una joven gordita que se tiró al suelo, pero entonces su compañera le dijo: “levántate pendeja”, enseguida lo hizo pero con más trabajo del que uso para acostarse.
Los que si se aventaron fueron unos jóvenes que traían pasamontañas negros, más de cinco se tiraron al suelo y forzosamente el autobús tuvo que detenerse justo frente a Banamex; entre alegatos, mentadas, jalones y algunos golpes transcurrieron alrededor de diez minutos. En pelotón, llegaron refuerzos de granaderos que estaban cuidando otros accesos; para entonces el presidente ya se había retirado por Angela Peralta y Corregidora, así que al no haber que cuidar nada por allá fueron a dar auxilio a sus compañeros.
Los policías retiraban a los jóvenes con pasamontañas y mientras el vehículo caminaba lentamente, entre la revuelta, un policía cayó al suelo y su compañero le ayudó a levantarse, al tiempo que se sobaba la cabeza; casi lloraba, su rostro reflejaba miedo y coraje, sus compañeros trataban de guardar la calma, aunque no se quedaron con las ganas de darles sus macanazos a algunos manifestantes.
Finalmente, todos los jóvenes tirados en el suelo fueron quitados por los guardias, otra vez el autobús empezó a avanzar lentamente, al llegar a la esquina de Corregidora los manifestantes empezaron a lanzar papeles, bolsas y otras basurillas. El autobús logró dar vuelta en esta esquina de Corregidora y allí se detuvo, no avanzó más porque la gente inconforme abrió una pequeña puerta del autobús donde se encontraban cables, conexiones y empezaron a desprenderlos; de hecho, desde Juárez y 16 de Septiembre ya le estaban jaloneando los limpiadores al camión. En este momento los policías arremetieron contra los manifestantes empujándolos y obligándolos a retroceder atropelladamente, algunas personas se cayeron y rodaron entre la gente que huía. Esta acción de la policía enardeció a los manifestantes, por lo cual estos recogieron piedras grandes (de más de un kilo) que encontraron entre las jardineras y comenzaron a arrojarlas contra los policías y el autobús.
Todo mundo trataba de protegerse de las amenazadoras rocas, era un desorden total. Alguno de los manifestantes que corrieron por el andador 16 de Septiembre se encontraron con los puestos de artesanías que por allí se encontraban, los desarmaron violentamente para tomar los tubos de las estructuras e ir a repartir trancazos a los policías. Los tubazos, pedradas, escupitinas, gritos, miedo, dolor y otros actos se conjugaron en los aproximadamente 15 minutos que duró la violencia.
Uno de los policías trataba de controlar la violencia rociando gas lacrimógeno con una pequeña lata que traía en la mano. La calma volvió poco a poco, la gente comenzó a dispersarse y el autobús quedó allí estacionado como testimonio de la irracionalidad. Cuando la calma retomó, los policías aprovecharon para facilitar el traslado de los funcionarios del gabinete presidencial a otro vehículo y abordaran otro. Entre estos pasajeros se encontraba José Ángel Gurría, Secretario de Hacienda; Enrique Cervantes Aguirre, Secretario de Defensa Nacional; Julia Carabias Secretaria del Medio Ambiente; la canciller Rosario Green; Arsenio Farell Cubillas, titular dela Contraloría y Javier Bonilla García, secretario del Trabajo, entre otros.
El autobús en que viajaban los funcionarios quedó descompuesto y con cuatro ventanas perforadas por las rocas sobre Corregidora. Otro autobús, vacío y estacionado del lado derecho de esta misma avenida también recibió parte de la violencia, tenía la mitad derecha del parabrisas totalmente fracturado, así mismo algunas de sus ventanillas. Mucha gente se quedó para ser testigos de que otros acontecimientos se generaban, pero al parecer todo había vuelto a la “normalidad”.