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Suicidio infantil al alza: Araceli Rivera

Por: David Eduardo Martínez Pérez

En Querétaro el suicidio de infantes y jóvenes menores de 17 años es algo que no sólo es común, sino que además presenta una tendencia en alza desde 1997, explicó Araceli Rivera García, psicóloga clínica y coautora del libro “Suicidios y accidentes en niños”.

La egresada de la Facultad de Psicología puntualizó que entre 1997 y 2004, por ejemplo, se duplicó el número de casos de suicidios en niños y adolescentes, situación que queda desproporcionada si se le compara con el crecimiento de la población queretana en ese mismo periodo.

“Los datos que yo tengo nos hablan de suicidios hasta el 2004, sin embargo, tengo entendido que la misma tendencia se mantuvo luego de 2007 y al parecer hay un incremento que sigue hasta la fecha”, manifestó.

La psicóloga justificó el aumento de los suicidios con los estudios del sociólogo Emile Durkheim, en donde queda de manifestó que el suicidio es una característica común de sociedades que se enfrentan a procesos de cambios profundos.

“Según Durkheim, los suicidios pueden producirse cuando el individuo se ve rebasado por los cambios sociales que operan a su alrededor, éste ha sido el caso de Querétaro en los últimos años y eso explicaría el incremento de los suicidios en jóvenes y niños”, explicó.

Para Rivera García, lo que caracteriza a un niño o joven con tendencias suicidas es una escalada de conductas cada vez más autodestructivas que pasan por hacer chistes sobre el suicidio y por realizar acciones temerarias como acercarse a situaciones peligrosas o abusar de sustancias que ponen en riesgo la salud.

En este sentido, mencionó que es importante realizar un proceso de “escucha” para evitar que los jóvenes incurran en el acto suicida. Esta escucha debería realizarse tanto por parte de los familiares del joven afectado como de las autoridades educativas de su escuela.

También sostuvo que una característica común en los casos de niños y jóvenes suicidas es la presencia de un ambiente poblado por “diversas pobrezas” que hacen difícil la vida de los infantes en esos entornos.

“Muchos de los casos que se presentan son de niños que tienen condiciones de mucha problemática familiar: se sienten poco atendidos, poco importantes, no queridos y descuidados.”

Consideró que no necesariamente hay pobreza material de por medio, sino que en ocasiones se trata de familias económicamente estables en donde se presentan crisis debido a la falta de confianza o de aceptación entre sus miembros.

Concretamente citó el caso de una familia en donde dos de las hijas acusaban al padre de abusar sexualmente de ellas sin recibir ningún tipo de apoyo por parte de la madre. Lo que sucedió fue que una de ellas recurrió al suicidio como método de escape ante esa realidad.

Igualmente recordó otro caso al que le tocó darle seguimiento en donde la hija se sentía totalmente desvinculada de todos excepto de su hermano mayor. Cuando el hermano murió en un accidente automovilístico, ella optó por el suicidio al sentirse en completo desamparo.

Sobre los accidentes de niños e inclusive de bebés, la investigadora, sostuvo que tienen un vínculo con el suicidio en tanto se producen debido a que los padres dejan de poner atención a las actitudes y situaciones de riesgo en las que caen sus hijos.

Finalmente llamó a considerar los casos de suicidio infantil y juvenil más allá de la estadística. Advirtió que aunque los datos “duros” pueden ofrecer un panorama de lo que sucede, lo importante es considerar los casos desde la óptica humana y buscar las motivaciones profundas detrás de cada acto suicida.

“No basta con tener estadísticas, ni siquiera son suficientes los programas de prevención. Lo que debemos hacer es analizar cada caso individualmente, tal como lo pretende el psicoanálisis”, concluyó.

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