Animales nocturnos

Como docente, de muchas y pocas maneras he tratado de transmitir la importancia de hacer valer claramente sus propias ideas, incluso por encima de la palabra, generalmente, sobrevalorada de los grupos de academia.
En la experiencia docente de muchos años no me ha dejado de acompañar la sombra de la queja y desánimo estudiantil ocasionado en la frustración de que sus propuestas de investigación, les han dicho, sirven para poco y nada en tanto que no cubren las expectativas particulares docentes y la línea teórico metódica hegemónica.
Este rodeo lo traigo a la sazón de verme atrapado en la complejidad de cómo escribir la experiencia personal, familiar y de vecindario en torno a la inexplicable obra ‘5 de febrero’.
Pensé otros tres títulos, pero me decidí por este, les comparto: ‘Megalómana vs Magna’; ‘Sobre el maltrato social’; y ‘Ultraje resignación’. Me parecieron reales, aunque frontales. Los descarté.
La dificultad está dada por vivir un malestar creciente, y en consecuencia la tendencia a escribir de manera emotiva un fenómeno social que atraviesa no sólo a todas las colonias habitacionales que para desgracia están en un rango de 300/400 metros de radio a la maquinaria encargada para hacer lo que están diseñadas a hacer: hoyos, pilotes y ruido, mucho ruido.
Tales máquinas, según me dijo una señorita de un módulo de información del proyecto, se llaman ‘piloteadoras’. El origen del estruendo que generan no es precisamente por cavar en el suelo, no, el estruendo surge en el momento en el que la broca gigante tiene que soltar la tierra acumulada durante la horadación. Ese es el ruido que por mucha rebaza los 50 decibeles que la ley municipal y estatal ha marcado como el límite tolerado dentro de la ciudad para evitar la contaminación auditiva cada vez más presente.
Si el epicentro del estruendo, en este caso, está en el cruce, por ejemplo, de Avenida Tlacote y 5 de febrero y el golpeteo incesante de la maniobra de descarga de tierra alcanza a escucharse dentro del Campus Universitario, ¿qué cantidad de decibeles no estará generando la mencionada ‘piloteadora’? y cómo ha de ahogar este bombardeo a las diferentes casas habitación de las colonias vecinales que están dentro del radio del epicentro, zona cero, antes mencionado.
El motivo del escrito, además de cuestionar la intención de esta mega obra, su costo y su eficacia prometida, es la de problematizar por qué decidir trabajar, y castigar a la población, las 24 horas del día. Pareciera que el proyecto no está considerando el factor y el costo humano que, en el aquí y ahora está abonando intereses.
En la radio y otros medios de información se pone el énfasis en dos tópicos generales: uno, conservar la decencia y la paciencia al manejar, buscar rutas alternas y no salir en horas pico; no decir maldiciones y buscar cuates y compas que se junten para ir en un solo auto y así mundo feliz no perderá su equilibrio; dos, los comerciantes que están a la vera de la avenida serán compensados (¿?), indemnizados y de nuevo, todos contentos. Como si el daño generado por la susodicha obra sólo afectara a la movilidad ciudadana en general y a los intereses económicos de los comerciantes acantonados en la mencionada avenida.
¿Se habrán puesto a pensar y considerar los efectos contra la salud que el ruido, intenso y constante, genera sobre las personas, habitantes de las colonias que se encuentran en el perímetro mencionado?
Dos elementos que exacerban el daño que se está generando en la salud pública a manos de esta megalómana obra: uno, haber elegido principalmente el turno nocturno para echar a andar a las piloteadoras sin descanso, de las 19:00 hrs a las 07:00 del día siguiente; dos, la irregularidad en la que se ejecutan las descargas de la súper broca, a veces son continuas con intervalos de tres a cinco minutos y luego son cada media hora, y luego continuas. El golpeteo varía y en ocasiones se pueden escuchar unos 13 o 15 truenos y en ocasiones pueden rebasar más de 120 campanazos. El factor de mayor daño a la salud humana es que este desgraciado concierto de estruendos es durante la noche, toda la noche. ¿Hay momento de descanso?, ¿de restauración?, ¿convivencia familiar? Luego, llegada la hora de dormir, ¿quién puede hacerlo con la ‘piloteadora’ inundando tu casa?
Este modelo de operación, aparentemente aleatorio no lo es así, en realidad tiene una estructura y efecto de tortura. No se sabe en qué momento vendrán los golpazos del fierro con fierro, pero se sabe que vendrán, al retardarse en su escándalo, pareciera que ya no más nos perturbarán, siendo justo ese momento cuando vuelven, pueda ser en modo atenuado, pero no, aparecen con toda intensidad y cantidad casi ilimitada de percusiones, ya lo dije, el rango de éstas oscila de 12/15 y de 120/150 de una sola tanda. Esto es violencia torturadora a gran escala (una de las estrategias militares del ejército norteamericano para que Manuel Noriega, presidente de Panamá 1989, saliera de su bunker a entregarse, fue justamente generar ruido extremo las 24 de los 7…).
Con lo anterior, también con sello de tortura psicológica, es de preguntar, porque no se entiende la lógica del bienestar común y protección civil, a los ingenieros en turno, por qué la noche con su madrugada se ha elegido como el horario ideal para hacer estas maniobras intrusivas, resultando todo lo contrario durante el turno matutino y vespertino donde pareciera que no pasara más que un susurro de campanazos ocasionales.
El ser humano tiene que, por defensa propia, estabilidad emocional y equilibrio vital, dormir.
La imposibilidad de poder dormir genera cuadros de ansiedad que pudiendo desencadenar en episodios lamentables para sí mismos y para terceras personas. Crisis personales que van de tenues a graves. De conductas extravagantes, locuaces, chistosas pasa a escenas de violencia sin control.
La obra 5 de febrero sin duda es suntuosa e inmensamente cara, tanto e igual como lo han sido las obras que han antecedido a esta. El costo social puede ser el más alto o el más bajo. Puede ser caro por el deterioro de la salud, la credibilidad y el ánimo. Puede ser barato porque en la historia, la resignación es la moneda de uso corriente, aunque después de tantas arbitrariedades e impunidad, se arma un levantamiento social.
A raíz del reciente movimiento y paro estudiantil que hubo al interior de la UAQ, en el que se denunciaron hechos de abusos y acosos de diversa naturaleza, me hizo pensar, en un plano macro social, ciertas similitudes con lo dicho acá: ¿acaso los gobiernos, electos por el pueblo, cuidan cabalmente de él?, ¿la ciudadanía cómo se defiende de abusos y atropellos con máscara de calidad de vida? Los gobiernos, históricamente demostrado, hacen y deshacen a la ciudad bajo pretexto de mejoras, pero estas resultan flor de un día. ¿cómo es que la ciudadanía deja pasar, como si no hubiese causa evidente, de actos de abuso y violentación colectiva sistematizados en la vida cotidiana?
“Pero es que vamos a estar mejor, ¿no?”