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La naturaleza de la intersexualidad: integridad y simplicidad

El ser humano en diversos momentos históricos se ha posicionado a sí mismo como el centro y desde diversos relatos lo sostiene: creación divina y una costilla, la tierra es plana y centro del universo, que somos la especie superior, entre tantos otros.

La historia social de la humanidad es entretejida con creencias, símbolos y significados, una cultura encargada de acomodar, de disponer, de controlar. A veces esos relatos se tornan ideologías, prejuicios, estereotipos y prácticas, y se vuelve difícil comprender desde ahí la vida misma porque pareciera que abandonan el suelo de la realidad para elevarse en lo efímero de la ilusión.

Así encontramos una arbitrariedad en categorías como el sexo, el género y la sexualidad (Cano, 2012) que disponen la validación de prácticas y la exclusión de otras existencias.

En esa historia quedan huecos, deudas, elementos que existen y no se nombran, se olvidan. Quizá porque no corresponden a ese relato mandatario o porque son tan diferentes que atemorizan, lo desconocido nos paraliza.

En ese limbo se colocó a la intersexualidad, como lo menciona Cabral nos topamos con “la ilegibilidad social de nuestros cuerpos y la necesidad imperativa de volverlos genéricamente legibles” (2013).

De acuerdo con Brújula Intersexual las personas intersexuales presentan una variedad de situaciones del cuerpo en sus características sexuales, y no se remite sólo a genitales sino también a gónadas, hormonas, patrones cromosómicos, etc.

El biólogo Oscar Chávez Lanz (2023) plantea que la intersexualidad es un asunto biológico, una condición de diferencia, que presenta una variación y diversidad en el desarrollo humano. Dentro de los procesos de diferenciación sexual, la intersexualidad es una no concordancia en ellos. No por ello es una deformidad, incompletud, malformación, enfermedad y demás conceptos que se le han adjudicado a esta condición.

La intersexualidad no es invento de este siglo ni exclusivo de la especie humana, hay diversos estudios biológicos que dan cuenta de esta diferenciación sexual en múltiples especies como Vaiman y Paihoux (2000).

Es decir, nos hemos embelesado en nuestra propia historia como seres sociales que dejamos de lado nuestra calidad de especie planetaria al lado de otras tantas que dentro de sus procesos biológicos muestran una enorme y magnifica variedad de expresiones sexuales. Somos la única especie que se conflictúa con la existencia de corporalidades fuera de los estereotipos de hombre y mujer, de macho y hembra, negando la posibilidad de otras existencias.

Y en esa negación se han cometido atropellos a la dignidad de las personas, negación al ejercicio de derechos tan básicos como la identidad y la salud. Así como un sinfín de violencias en aras de eliminar esa variación corpórea.

La intersexualidad, ahora, es también un movimiento de afirmación de posibilidades no normativizadas de la corporalidad como refiere Cabral (2013). Es una lucha y búsqueda de autonomía corporal, de libre decisión, de garantía de derecho a la identidad.

Cuando Morgan Carpenter creo la bandera intersexual en 2013, represento con un círculo al centro la integridad y simplicidad, un círculo intacto y sin ornamentos representando así su potencialidad. Una lucha por la autonomía corporal y la integridad genital, derecho a ser quien se es y como se quiera ser.

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