Invitados

Otra oportunidad para Hamlet

La icónica obra teatral “Hamlet” (1602), de William Shakespeare, es una tragedia: todos los personajes principales, mueren.

Eso sucedió por las interpretaciones de quienes en esa historia ostentaban la capacidad de determinar qué era real y qué no, al menos en la mente y percepción de los personajes de la obra. Hamlet no se detuvo a averiguar, consultar, informarse acerca de “qué” podría estar pasando por la mente y el ser del “otro” sujeto. Solamente habitó el “yo” impetuoso, movido por emociones ciertamente intensas como la venganza y la desesperación del momento, que fueron acumulándose a lo largo del tiempo y la trama (algo así como el estrés de los tiempos modernos).

Pero ¿podemos aventurarnos a imaginar qué habría pasado si ese personaje hubiera tenido acceso a sesiones de asesorías, conversatorios, talleres virtuales o presenciales, círculos de justicia restaurativa, y otras actividades vinculadas con una cultura de paz? ¿Cómo habría sido el desenlace si conociera las diferentes paces?

Se dibuja como un panorama distópico, ciertamente, y eso tal vez habría determinado que Hamlet y su icónica frase “Ser o no Ser…” no trascendieran en el tiempo, entre idiomas, naciones y generaciones, para ejemplificar ese momento en el que todas y todos, tal vez y si nos permitimos ser empáticos (as) con el personaje, podemos llegar a sentir como “el punto de no retorno” en las relaciones humanas, ya sean de amistad, familiares, laborales, o sociales.

Ese momento que inicia como algo intrascendente pero que incluso puede llevar a sostener con toda certeza y fiereza posturas y argumentos a capa y espada, llega a presentarse en diferentes escenarios: en la casa, la oficina, en el tráfico; ante las preferencias de índoles alimentarias, políticas, deportivas, espirituales, sexuales, etc., de las personas que ciertamente no son “yo”; en categorizaciones que pueden llegar, incluso, a determinar permanencia o extinción de sociedades o especies, tales como: tener o no tener descendencia, en algunos países; contar o no con propiedades, en algunas generaciones, por los altos costos y la gentrificación; planear y legitimar que el agua es o no es de todos y todas, incluyendo / excluyendo animales y plantas; ordenar que las fronteras limiten a todas las migraciones, incluyendo las de especies no humanas, y determinando con ello extinciones (humanas y no humanas) a mediano y largo plazo.

Tal vez, solo tal vez, ese momento y esa decisión (la de Hamlet al tomar venganza en un sentido de justicia trágica) habría sido diferente si hubiera realizado varias respiraciones profundas, tenido una hidratación y digestión adecuadas, llevado una corporalidad entrenada, desarrollado una mente equilibrada, un espíritu tranquilo y un sentido de pertenencia claro. Tal vez así, Hamlet no habría reaccionado de esa sola manera a la demanda de venganza por parte del fantasma de su padre.

Sin embargo, y siendo benévolos y benévolas con Hamlet y el artífice de la historia, no hay que perder de vista el contexto de su época (así como el hecho de que esa trama es ficticia, pero es buena oportunidad para reflexionar). En un ejercicio de anacronismo, y si nos permitimos jugar con la idea de dotar a Hamlet de oportunidades diferentes atrayéndolo al contexto actual, contaría con diversas posibilidades para re-construirse y re-significarse, al colocarse voluntariamente en un contexto de cultura de paz.

Podría elegir entre prácticas y entrenamientos del cuerpo, la mente y las emociones, que le permitieran poco a poco encontrar sus habilidades y limitaciones (físicas, mentales y emocionales), y comprender su potencial, así como le permitirían llegar a comprender y respetar las habilidades y limitaciones de las y los demás, diferentes de sí mismo(a).

También encontraría acceso a lecturas, materiales didácticos e información para conocer y comprender que la diversidad y la divergencia no solo existe sino que hasta cierto punto es el reflejo y evidencia de la complejidad humana y el grado de desarrollo en los contextos sociales, incluyendo el uso que se le da a la tecnología y las redes de información y comunicación.

Yendo un poco más lejos en la imaginación, y desde una modalidad de acompañamiento a este nuevo Hamlet distópico, y a propósito del 4to Foro Internacional de Cultura y Educación realizado en la Universidad Autónoma de Querétaro el 21 y 22 de septiembre de 2023, le invitaría a conocer una Cultura de Paz desde dos vertientes que actualmente desarrollo como agente de paz en la UAQ.

Por una parte, mediante conferencias, charlas didácticas, cursos y talleres en relación con la Fisicalidad y Bienestar en Cultura de Paz para estudiantes, personal académico y administrativo de la institución en sus diferentes ubicaciones y contextos, así como a público en general, y en los que se procura:

  • conocer y comprender de manera individual y colectiva un aspecto nuevo del potencial de desempeño
  • conocer y desarrollar secuencias básicas (de movimiento) adecuadas para mejorar la calidad de vida
  • compartir, generar y consolidar estrategias funcionales de bienestar compartido
  • identificar y coadyuvar con mayor conciencia a la consecución de algunos de los objetivos institucionales (en el caso de integrantes de la comunidad UAQ).

Por otra parte, y aprovechando la vocación escénica de Hamlet, le invitaría a integrarse a las actividades complementarias de desarrollo integral que realizo con quienes conforman la Compañía Universitaria de Danza Contemporánea y que son personas que se encuentran estudiando materias de alta demanda física y emocional (arte y danza).

En esta opción, más bien de convivencia creativa, liderazgo compartido y acompañamiento entre pares se procura:

  • promover y practicar el hábito del acompañamiento significativo durante los diferentes procesos (académicos, coreográficos, cotidianos, extra curriculares).

Con el paso del tiempo, elemento valioso junto con la perseverancia y la resiliencia, nuestro Hamlet se permitiría compartir la verdadera motivación de su actuar – sentir – pensar, y entonces, una vez depositada fuera de sí por un momento la subjetividad que a todo ser humano acompaña, podría y se permitiría reflexionar en torno a cuál puede ser la mejor decisión, el mejor argumento, la prioridad verdadera. Podría actuar con ecuanimidad y no solo reaccionar. Y, sobre todo, podría hacerlo no solo para sí, sino acompañado por quienes integran al grupo y la sociedad de la que forma parte y a quienes estaría abonando con su auto-regulación, valoración y desarrollo personal.

Considero que el ser humano y sus potenciales creativos, con el respaldo de técnicas, estilos, y medios adecuados al contexto, puede sumar a la transformación, la adaptación positiva y la evolución en los espacios y vínculos socio temporales. La cultura de paz en contextos educativos es un recurso valioso para lograrlo.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba