Una tradición tequisquiapense de más de 50 años: mimbre y cestería

El turismo es un fenómeno social que ha estado en auge durante los últimos 20 años en México y que se ha visto más activo desde que empezó el programa de Pueblos Mágicos en 2001.
Y si bien la actividad turística trae consigo beneficios tanto económicos como sociales en los destinos, es importante monitorear su desarrollo de manera que permita ver hasta qué punto deja de ser una actividad que congenie con el desarrollo local y no afecte a la conservación de identidad cultural en un pueblo. Con base en lo anterior y haciendo introducción a la realidad actual de las artesanías de mimbre en Tequisquiapan, el señor Guadalupe Reséndiz, originario de este pueblo mágico, nos compartió:
“Vivimos en un nuevo lugar desde que empezó a haber turismo, Tequis ya no tiene habitantes orgullosos de ser de aquí y dar a conocer nuestras raíces, ahora solo hay gente interesada en hacer negocio, colgándose de la riqueza cultural que tenemos y de nuestras artesanías”.
Este municipio es un destino turístico reconocido por formar parte de la Ruta del Arte, el Queso y el Vino, pero si regresamos a sus inicios, sabemos por historias de vida que nos compartieron, fue un lugar donde su principal actividad económica era la elaboración de artesanías de fibras vegetales. La señora tequisquiapense Cristina Hernández, quien lleva aproximadamente 75 años haciendo canastas, cuenta que antes los sauces y los sabinos abundaban en este pueblo y a pesar de que casi se han terminado debido a todo el proceso de crecimiento por el que ha pasado el municipio, la cestería es una actividad que ha perdurado por generaciones y durante todo este proceso el mimbre ha sustituido en parte el uso de las fibras que se obtenían de esos árboles.
Por otra parte, en los últimos años ha surgido inquietud en los residentes del municipio por lo que significa para ellos la entrada de empresas que industrializan la elaboración de productos y que han replicado sus artesanías de mimbre con materiales sintéticos, lo que representa para los artesanos una amenaza debido a que cada vez más los consumidores no distinguen entre estos productos: una hecha por manos de personas con un sentido de pertenencia a esta tradición y un producto que se ve idéntico físicamente, pero que ha sido elaborado por personas con intereses únicamente de conseguir más beneficio económico.
“¿Qué va a pasar con nuestras tradiciones si los turistas no reconocen nuestro trabajo y compran algo por ser más barato pero industrial?” es lo que expresa la señora Gregoria Hernández.
En suma, es un reto para los turistas y mexicanos el poder dar significado a las artesanías que compramos en nuestros viajes, haciendo énfasis en que éstas son parte de una comunidad y que transmiten con ellas su cultura, sus tradiciones y lo que los representa. Tal como lo comentó la artesana Cristina Hernández:
“Si compras una artesanía de alguien que es de aquí, y que las hizo con sus propias manos, estás valorando las horas de trabajo de una persona y su dedicación para que tengas algo tan bonito y único”.
*La y el autor son estudiantes de la licenciatura en Gestión del Turismo Cultural y Natural del campus Tequisquiapan